CAPÍTULO 16 "EL PASADO SIEMPRE NOS ALCANZA"

1.9K 144 59
                                    

La semana de vacaciones en el pueblo de los abuelos de Carlos, por fin había terminado. Gabriel sentía que había pasado mucho tiempo desde que se había aparecido completamente borracho en la casa de los padres del chico que ahora era su novio. Afortunadamente, había superado la vergüenza y ahora se sentía completamente parte de la familia, aunque sonase extraño después de haber pasado tan pocos días con ellos. No había hecho falta mucho más que eso, parecía haberle caído demasiado bien a la madre de Carlos, a sus abuelos, e incluso a su padre, quien, en apariencia, tenía el carácter más difícil de ganar.

Era domingo por la mañana y las maletas ya estaban listas, les esperaba un largo viaje en carretera y tanto a Carlos como a Gabriel, les esperaban también dos meses más de estudio, exámenes y extenuantes entrenamientos, antes de que terminara el semestre.

El camino fue tranquilo y constó básicamente en Carlos dormido y tumbado sobre las piernas de Gabriel, quien, a pesar de intentar evitarlo, no podía ocultar la incomodidad que le daba el ser descubierto por la madre de Carlos, acariciándole cariñosamente el cabello a su novio. No se acostumbraba y probablemente nunca lo haría, aunque eso no significaba que no se sintiera feliz, lo estaba y mucho, de hecho, hacía ya mucho tiempo que no se sentía de esa manera.

Al llegar a la ciudad, los padres de Carlos dejaron a ambos chicos en los dormitorios del instituto, al siguiente día había clases y más valía estar listos desde temprano.

—¿Y entonces? —Carlos miraba a Gabriel mientras este arrastraba con dificultad ambas maletas por los pasillos del edificio de dormitorios. No era que quisiera ser aprovechado haciéndolo cargar con sus cosas, era quizá que además de estar un poco cansado, debía admitir que le gustaba ver como se le marcaban los músculos de los brazos cuando hacía fuerza.

—¿Y entonces qué? —Gabriel se había detenido frente la habitación de Carlos, la que antes hubiese sido también su habitación, aquella donde todo había iniciado y soltó la maleta respirando apenas. Quien lo viera no se creería que se trataba de un atleta, había terminado sin aire. ¿Qué malditas cosas pesadas cargaba Carlos?

—¿Fue un buen viaje? —preguntó con una enorme sonrisa—. ¿O debería de ir borrando de mi mente mis intenciones de invitarte nuevamente en un futuro? —concluyó. Esta vez era turno de Gabriel para sonreír. ¿Bueno? Eso era decir muy poco.

—Pues creo que bueno se queda corto, ¿sabes? Y por supuesto que puedes invitarme nuevamente, que si no lo haces me invitaré yo solo, a fin de cuentas, ya me he ganado a mis suegros —concluyó con su acostumbrada sonrisa soberbia.

Gabriel se quedó en la puerta de la habitación, mientras Carlos entraba arrastrando por fin su propia maleta y vaya que pesaba. Había regresado con más cosas de las que había llevado, pero las abuelas eran así, seguramente después, cuando revisara, se encontraría con algún horrendo suéter tejido de colores vistosos.

Ambos se quedaron de pie, estáticos en su lugar. Carlos no sabía si debía invitarlo a quedarse un rato y Gabriel no sabía si debía tomarse confianzas y quedarse sin haber recibido aquella invitación. Finalmente fue Gabriel quien no muy seguro, terminó por entrar, su rostro se relajó cuando vio la enorme sonrisa en el rostro de su novio. Dejó su maleta en la entrada y se sentó en la cama que en algún momento había sido suya. No pudo evitar soltar una leve risa, cosa que no había pasado inadvertida para Carlos.

—¿Y qué es tan gracioso? —preguntó y lo que obtuvo como respuesta fue un Gabriel sonriente, que palmeaba el lugar a su lado invitándolo a sentarse. Lo miró con una ceja arqueada, con fingida desconfianza. Finalmente terminó por ceder, sentándose a su lado. Gabriel tomó su mano y terminó aferrándose a ella como si su vida dependiera de ello.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now