CAPÍTULO 5 "ARDIENDO POR DEBAJO DE LA PIEL"

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¿Podía una persona meterse en tan poco tiempo en la mente de otra y lograr que hiciera cosas que jamás imaginó posibles?

Quizá no había forma de definir con palabras claras qué era lo que Gabriel estaba pensando en ese momento. Qué era lo que sentía. En un segundo, su mente se había convertido en un amasijo de pensamientos confusos y caóticos en los que Carlos era el principal protagonista.

Intentaba aparentar tranquilidad, de frente a ese muchacho que lo estaba llevando a la locura poco a poco, Gabriel realmente intentaba aparentar una calma que no sentía. Lo que su mente le gritaba, sin embargo, era que saliera corriendo tan pronto pudiera. Pero sus ganas de desaparecer eran quizá tan fuertes y únicamente comparables con las ganas que tenía de quedarse ahí y mandar todo a la mierda.

Nunca algo le había resultado tan confuso y tan difícil. Nunca algo había representado para él un reto tan grande. Nada de lo que en algún momento había tenido que pasar o sentir era comparable a ese momento.

En ese momento él sentía que odiaba a Carlos con todo su ser.

¿Podía ser posible? ¿Podía ser posible que odiara tanto a alguien a quien inconscientemente también deseaba? ¿Qué era lo que sentía? ¿Por qué estaba sucediéndole todo aquello a él?

Se encontraba en una de esas ocasiones en las que, aunque no tenía nada claro, sentía que ya no podía dar marcha atrás. Que se había metido en uno de esos caminos sin regreso de los que, indudablemente, nunca se salía bien librado.

No había forma de que aquello resultara bien, de ninguna manera. Sobre todo, si la culpa por algo que todavía no hacía, en lugar de lograr que se detuviera, lo hacía llenarse de más y más rabia.

Las palabras que Carlos había pronunciado, dolían. Pero no con aquel dolor sentimental y cursi que muy pocas veces había sentido. Habían sido palabras que calaban en su orgullo, que dolían como si fuesen golpes a su soberbia. A su seguridad de hombre.

Pero...

¿Qué era realmente ser un hombre?

Cuando dio un par de pasos acortando la distancia que los separaba, por primera vez creyó ver en Carlos, una mirada temerosa. Pero sabía que ese chico no era una persona fácil de manipular y podía saltarle encima como un animal rabioso, en cualquier momento.

No podía darle esa oportunidad.

Todo pareció suceder en una fracción de segundo para Carlos. Cuando fue capaz de reaccionar, ya se estaba llevando las manos a la cara, para contener la sangre que escurría copiosamente de su nariz. Gabriel le acababa de dar un certero golpe en medio del rostro. Tuvo que inclinarse un poco y apoyar una de sus manos en su muslo derecho, porque el mareo que sintió, había estado a punto de hacerlo caer. No tuvo oportunidad de incorporarse de nuevo por sus propios medios.

Un parpadeo más y Carlos se encontró acorralado entre la pared y el cuerpo de Gabriel, con el rostro pegado al muro y la mirada borrosa por las lágrimas debido al golpe y el dolor en su nariz. Sus manos estaban firmemente sujetas en su espalda.

—Suéltame —logró decir con un hilo de voz. Gabriel no se movió. Carlos pudo sentir como lo aprisionaba con su cuerpo. Sentía el aliento ajeno muy cerca de su oreja.

—Yo sé que muy dentro de ti quieres esto. —Las palabras de Gabriel salieron como cuchillos y Carlos no pudo evitar recordar que había sido él quien había pronunciado esas palabras primero, en aquella fiesta.

—Vete a la mierda, Gabriel. Suéltame ya.

Carlos sentía el sabor amargo de la sangre en su boca. Quizá estaba tan enojado y la adrenalina era tanta, que había dejado de sentir el dolor en su rostro. La ira, sin embargo, se acumulaba en su garganta como veneno espeso. Intentó removerse y el agarre en sus manos se apretó de forma dolorosa.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now