CAPÍTULO ESPECIAL "BESOS DE HUMO"

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Narra Santiago

Había decidido celebrar mi cumpleaños en la casa de uno de los primos de Lino. La casa era bastante grande y quedaba cerca del instituto, así que trasladarnos ahí sería más sencillo. Lino y Carlos ya estaban en la fiesta, yo llegué un par de minutos después. Nada más entrar casi me da un mareo por la cantidad de gente alcoholizada a mí alrededor. Había una nube de humo impresionante y yo solo podía esperar que se tratara únicamente de tabaco.

Sabía que no era así.

El lugar estaba llenísimo. Lo normal cada que se anunciaba una fiesta era que las personas salieran hasta de debajo de las piedras y no era que me estuviese quejando, si había más personas, había mejor ambiente, ¿cierto? Pero, joder. A más de la mitad de las personas de la fiesta, ni siquiera las conocía. Estuve un buen rato yendo de un lado a otro, recibiendo saludos, felicitaciones y abrazos de personas que en mi vida había visto.

—¿Cuándo será el día en que dejes esta mierda? —Giré inmediatamente al escuchar esa voz tan conocida. Ahí estaba Lino, con esa expresión de molestia que tenía siempre, la ceja arqueada y viendo con ojos acusadores el cigarro que justo acababa de poner en mi boca—. No sé cuándo entenderás, Santiago. Esta porquería no es buena para tu salud. —Ignoró mis quejas y tomó el cigarro de mis labios. Cuando estaba seguro de que iba a botarlo por ahí, lo acercó a sus labios y dio una profunda calada. Casi pude imaginar el humo entrando a sus pulmones y no sé cómo fue capaz de mantenerlo sin toser, si él odia el cigarro.

Dio un par de pasos más, acercándose a mí. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, soltó el humo, lentamente sobre mis labios

Probablemente si hubiese sido cualquier otra persona, le hubiera soltado un golpe en el rostro. Pero él me estaba mirando de esa manera tan...

—En el pueblo en el que yo crecí, a eso se le llama "invitación a tener sexo". —La voz de Cristian, seguida de una ruidosa carcajada, nos sacó de golpe de nuestra burbuja de humo. Ambos volteamos inmediatamente para toparnos con la expresión burlona de exnovio de Carlos.

Me separé de Lino sonriendo, un poco por los nervios, un poco porque de verdad me había hecho gracia su comentario. ¿En qué tipo retorcido lugar había crecido? ¿Y por qué siempre aparecía cuando nadie lo esperaba?

—¿Y a ti quién mierda te invitó? —preguntó Lino, de mala gana. Hacía tanto tiempo que no veíamos a Cristian, que había olvidado que Lino y él, siempre estaban peleando por cualquier tontería. Nada que debiera preocuparme, afortunadamente.

—Pues pregúntale a tu... a Santiago. —Cristian sonrió socarronamente antes de escabullirse de nuevo entre la gente. Suspiré y pasé la mano por mi rostro.

Antes de que Lino me reclamara cualquier cosa, porque sí, él siempre tenía algo que reclamarme, intenté escabullirme entre la gente. Quería regresar al instituto para ir por Gabriel. Estaba seguro de que, si no estaba ahí para insistir, posiblemente no se aparecería y yo lo quería en la fiesta. Tenía un presentimiento acerca de él y Carlos.

No me había alejado ni siquiera un par de pasos, cuando sentí que me tomaban de la mano y prácticamente me arrastraban entre la multitud. Afortunadamente todo mundo estaba tan alcoholizado y metido en sus asuntos, que eran pocos, por no decir que nadie, los que nos estaban prestando atención.

—Entra —Al parecer Lino no me estaba pidiendo mi opinión. Entré sin siquiera fijarme a dónde conducía aquella puerta y de pronto me vi rodeado de baldosas blancas. Por supuesto. Estábamos encerrados en el baño. Lino había entrado detrás de mí y había cerrado la puerta con seguro. ¿Qué se suponía que estaba haciendo?

—¿Vas a explicarme de una vez por qué tanto miste...?

Cualquier cosa que hubiese estado planeando decir después de eso, fue callada con los labios de Lino estampándose en los míos y su lengua prácticamente violando mi garganta. Me había empotrado contra el mueblecito de baño y un par de cosas habían caído al piso por el impacto. Lo sentía desesperado, ansioso, casi temeroso. Sus manos se aferraron posesivamente a mi cintura. Casi sentía que iba a dejarme las marcas de sus dedos.

MACHOS ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora