CAPÍTULO 4 "LOS BORRACHOS SIEMPRE DICEN LA VERDAD"

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¿Me estabas buscando, cariño?

Aquellas palabras salieron de boca de Carlos como un susurro muy cerca de su oído. Gabriel no pudo evitar que un escalofrío le recorriera por completo la espalda. Por un momento no supo qué decir. ¿Realmente estaba buscándolo a él? ¡Por supuesto que lo hacía! Aunque no sabía para qué y tampoco era como si fuese a decírselo.

—No estaba buscando a nadie —respondió.

Trataba de mostrarse tan seguro como siempre. Aunque la fuerza en su voz, se le escapaba a ratos. Carlos estaba muy cerca de él y la sensación molesta en su estómago, no desaparecía.

Aunque el cuerpo de Carlos era considerablemente más delgado que el suyo, era más o menos de su misma estatura y Gabriel odiaba la forma en la que lo tenía acorralado contra la pared. Como si pudiera contenerlo. Como si él no pudiese darle un empujón en cualquier momento y escapar de aquella situación incómoda. Pero por algún motivo, quizá el mismo que lo había hecho hacer tanta estupidez antes, no se movía, permanecía ahí pegado al muro de concreto, con la cara ligeramente girada para no tener que ver de frente a ese tipo que le parecía tan insoportable.

—¿Sabes qué creo? —Gabriel pudo sentir el aliento tibio de Carlos, cerca de su oído. La sensación de revoloteo en su estómago, se intensificó. Apretó los puños y cerró momentáneamente los ojos—. Yo creo que a ti te gusta mucho jugar con los demás. —Carlos acercó sus labios al cuello de Gabriel. El muchacho se estremeció—. Pero no te gusta que los demás jueguen contigo y eso... no es del todo justo.

Esa voz, esas palabras. Esos labios tan cerca de su cuello. La forma descarada en la que susurró. Gabriel se estaba ahogando y deseaba poder alejarse, quizá de la misma forma en la que deseaba saber qué era lo que estaba pasando por la mente de ese chico que lo estaba enloqueciendo.

Para Carlos, Gabriel se estaba metiendo en un terreno desconocido y peligroso. Y él no iba a convertirse en el juego de un tipo con curiosidad... a menos por supuesto, de que el juego lo iniciara él.

Si Gabriel se había atrevido a darle uno de sus mejores orgasmos, él creía muy justo, devolverle el favor.

Los labios de Carlos se deslizaron distraídamente por el cuello del otro muchacho, mientras este no hacía nada más que permanecer ahí, inmóvil. Como un muñeco sin voluntad. Jadeando y temblando ligeramente. ¿Qué significaba eso? Él no lo sabía con certeza, pero para su propio beneficio, lo iba a interpretar como su permiso para continuar.

Aquellos ni siquiera podían llamarse besos. Era simplemente un roce de sus labios en la piel ajena. Para su sorpresa, no había sido necesario hacer mucho más para tener a ese chico estremeciéndose contra la pared.

Gabriel sentía que esos labios quemaban sobre la piel de su cuello. Y hubo un breve instante en el que no podía imaginar que existiese una mejor forma de arder. De pronto las manos de Carlos se colaron por debajo de su camisa y acariciaron delicadamente su torso con las yemas de los dedos. Una de esas manos fue a dar justo hasta uno de sus pezones y aquella situación se volvió delirante, porque no quería perder la poca razón que le quedaba y terminar envuelto en una situación que ya no estaba seguro si quería o no.

Pero tampoco podía moverse.

Ese muchacho le estaba poniendo las cosas muy difíciles.

Sin embargo, intentó removerse bajo aquel acorralamiento y lo único que recibió fue un leve empujón que lo dejó con la espalda más pegada a la pared y su torso más unido a las manos de Carlos.

—¿Piensas que solo tú tienes el derecho de tocarme? —preguntó y Gabriel sentía que cada una de las palabras de Carlos, salían siempre con un toque de malicia. Intentaba intimidarlo y odiaba mucho reconocer, incluso para sí mismo, que lo estaba logrando—. Yo sé que muy dentro de ti quieres esto.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now