12. Millones de dudas

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Millones de dudas

Me quedé en la cama toda la mañana, con una molestia en el pecho que crecía poco a poco, evidencia de que Nora me había drenado con esa bendita moneda más de lo que yo había pensado

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Me quedé en la cama toda la mañana, con una molestia en el pecho que crecía poco a poco, evidencia de que Nora me había drenado con esa bendita moneda más de lo que yo había pensado.

Luca me estuvo enviando mensajes durante gran parte de esas horas, preguntándome si realmente podía ir a verme a casa. Como estaba preocupada por mi propia existencia, más que por lo que pudiese decir mi mamá, le dije que sí y le pasé mi dirección.

Entonces, me quedó esperar, ansiosa, necesitada y asustada, a la hora de la salida del colegio y a que él llegara. No le dije nada a mamá y cuando se oyó el timbre y fue a abrir la puerta, aproveché para alisarme el pijama y mirarme en un espejo pequeño de mano que tenía en mi cuarto. Estaba despeinada y contra eso no podía hacer nada.

Mamá apareció en el cuarto un poco después, preguntándome por un compañero llamado Luca, al que ella no conocía.

—Te trajo la tarea, ¿es amigo tuyo?

Me aplasté un poco más el pelo, mientras suponía que ella había dejado a Luca en el comedor.

—Sí, es mi amigo. Qué amable de su parte.

Mamá no dijo nada. Era evidente en su rostro que estaba bastante perpleja porque nunca me había conocido a un amigo varón tan cercano como para recibir visitas. Pero, por suerte, salió del cuarto y dejó pasar a Luca, con mucha más amabilidad y simpatía que hacia segundos. Dejó a propósito la puerta de mi cuarto abierta y se fue a terminar el almuerzo.

—¡Serena! —exclamó Luca, acercándose rápidamente a mi—. ¿Cómo estás?

—Como la mierda —murmuré. Él se sentó en mi cama, con cuidado de no aplastarme las piernas y me puso las manos en la cara.

—Estás muy pálida —susurró, tan bajo que mamá no podría haberlo oído ni estando con nosotros en la habitación—. No mejoraste, ¿no?

—Para nada —contesté, cuando él me soltó y se sacó la mochila. Sacó los apuntes de su clase solo para seguir con la pantomima, por las dudas de que mi mamá nos espiara—. Algo tenía esa moneda que no me ha dejado recuperarme.

Luca miró por encima de su hombro.

—Bueno, te doy algo ahora y si esta noche puedes salir, te espero en mi casa. No tengo permiso para salir hoy porque en teoría me voy de fiesta mañana —comentó—. De todas formas, podemos arreglar para mañana también.

Me senté en la cama y asentí. Como escuchaba muy bien a mamá cortando papas en la cocina, me apresuré y me incliné hacia él. Junté mis labios con los suyos y Luca entreabrió la boca para que pudiéramos besarnos mejor, bien intenso, aún en lo corto que fuese. El subidón de energía me llegó de pronto y me alivió bastante la molestia en el pecho y mis malestares generales, pero tuve que darle otros más, con mordidas incluidas, después de controlar a mamá, para quedarme más tranquila con mi estado.

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