24. La fiesta

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La fiesta

Caminamos durante un largo rato esa noche y cuando Luca no podía más, insté en volver a casa

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Caminamos durante un largo rato esa noche y cuando Luca no podía más, insté en volver a casa. No pudimos encontrar Penélope.

Llegué a mi cama con un nudo en el pecho y no pude dormir. Tenía mil cosas en la cabeza y todas juntas me atacaban cada vez que intentaba dejar la cabeza en blanco. Todo lo que había dicho Nora sobre mí, el destino de las demás chicas, el paradero de Penélope, mi prenda, no me iban a dejar en paz ni esa noche ni ninguna otra y me dije que tendría que aprender a lidiar con eso y pensar en soluciones.

Sin embargo, la noche siguiente salí sola a buscar a Penélope por la ciudad y terminé deambulando con muchísimas ganas de llorar. Sabía que ella no podía estar ya viva.

No me vi con Luca por el resto del fin de semana, porque no quería sacar el tema otra vez, y el lunes fui a la escuela algo cansada. Nora no se acercó a mi para nada, pero la capté observando a Luca con una mirada algo triste y molesta y me dieron ganas de ir a golpearla para que dejara de andar poniendo sus ojos sobre mi hombre, pero eso era echar leña al fuego. Además, en la escuela todos estaban preocupados y asustados porque nadie sabía dónde estaba nuestra compañera de clases.

Luca se acercó a mi en uno de los recreos, delante de Edén, que disimuló muy bien la sorpresa, y me preguntó escuetamente como estaba.

—Un poco cansada —musité, sin mirar a Edén, a propósito, que nos vigilaba de reojo—. ¿Y tú?

—Nora intentó hablar conmigo —dijo, de mala gana, también haciendo como si Edén no estuviera ahí—. No quise contestarle —añadió, cuando puse mala cara—. Todo va a estar bien, Penélope va a aparecer —Me palmeó el hombro y saludó a Edén con un gesto—. Nos vemos, chicas.

Cuando se alejó, pude ver a Caroline observándonos con la boca abierta del otro lado del patio de recreos. Antes que ella pudiera recorrer los cincuenta metros que nos separaban, Edén me agarró el brazo y me empezó a arrastrar a las escaleras para ir al baño.

—Tenemos que hablar —me dijo y la verdad es que solo agradecí que lo hiciera para alejarme de Caroline. La seguí hasta el baño y me obligó a meterme en un cubículo con ella. Allí apretujadas, me puso ambas manos en los hombros—. ¿Qué está pasando?

—¿Por qué estamos las dos aquí adentro? —susurré.

—Porque no quiero que escapes —contestó, poniéndose contra la puerta y obligándome a ponerme contra el retrete—. Sé que puedes escapar rápido.

—¿Y qué quiere saber?

Poniendo cada una de las manos en las paredes de cerámica de los cubículos, Edén arqueó una ceja.

—De Luca —dijo, bajando la voz cuando escuchamos que entraban chicas de otros grados—. Habla.

—No hay mucho que decir —dije, haciéndome la tonta—. Hablamos un poco por chat, como ya te dije a tí y a Caroline en la fiesta de Silvana —le recordé, pero Edén arqueó ambas cejas esta vez. Ella sabía que había más entre nosotros—.   Ayer le dije que estaba preocupada por Penélope. Le dije que estaba muy asustada por lo que me pasó a mí y se ve que logré hacer que se interesara un poco... Después de todo, él me ayudó la otra vez que me desmayé.

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora