21. Las diez

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Las diez

Empezaron a llamar a todos los que habían dicho que jugarían, pues estaban de acuerdo en contactar a Cassandra

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Empezaron a llamar a todos los que habían dicho que jugarían, pues estaban de acuerdo en contactar a Cassandra. A mi se me revolvió el estómago, pero por más que quise alejarme, no pude. Quería ver.

Cinthia se aferró a mi cintura y las dos observamos como Caroline, Lora, Silvana, Alan y varios compañeros más, se ponían en posición. Lora explicó las reglas y entre risas pusieron los dedos sobre el puntero. No me gustó que tomaran todo eso como juego, sobre todo teniendo en cuenta que Cassandra había muerto de una manera horrible, pero guardé silencio y crucé mi mirada varias veces con Luca.

Entonces empezaron. Preguntaron si había alguien ahí y al principio el puntero se movió de un lado a otro sin sentido, hasta que se clavó en un certero sí. Todos gritaron, emocionados, y preguntaron por Cassandra. Las primeras respuestas también fueron sin sentido y muchos bufaron sobre lo tonto que era.

Caroline empezó a gritar entonces que no interrumpieran con su negatividad o se nos irían los fantasmas buenos. Puse los ojos en blanco y busqué una silla. Eso iba a ser largo y bobo y me di cuenta de que no tenía sentido creer en un pedazo de madera con forma de triangulo y ocho adolescentes ya algo borrachos.

Cinthia se sentó a mi lado y me abrazó, creyéndose todo el cuento y asustándose cada vez que el puntero se centraba en unas letras. Las primeras palabras que formaron carecían de lógica.

—Queremos hablar con Cassandra, ¿está Casandra ahí?

—Esto no tiene sentido —dijo Luca.

Caroline lo fulminó con la mirada, pero, antes de que pudiera decir algo, el puntero se movió velozmente al «Sí». Hubo un grito ahogado bien generalizado y Cinthia pegó un brinco, nerviosa.

—¡Está aquí! —chilló Silvana. A su lado, Edén chistó, escéptica, pero guardó silencio. Ella solo observaba.

—Cassandra, ¿eres realmente tú? —preguntó Lora. El puntero se movió frenéticamente por todo el tablero hasta detenerse en el «Sí» otra vez-. Que alguien haga otra pregunta.

—Ay, no sé —dijo Caroline—. ¿Preguntar quién la mató no sería muy obvio?

—Andando —dijo Alan—. Cassandra, ¿qué te pasó?

Me incliné hacia delante, para ver mejor, curiosa, mientras el puntero iba hacia las letras. Holly, que tenía las hojas de papel y las lapiceras, empezó a apuntar.

—cantaron todos, atentos. Por un momento dejaron de parecer bobos borrachos; todos estaban alerta—. U, Ñ, A...

Me entró un escalofrío. A medida que la palabra se completaba, mis ideas fugaces de que eso sería un chiste idiota se esfumaban. Volví a buscar a Luca con la mirada y él había dejado caer la mandíbula. Pero, cuando la palabra finalmente se completó y todos soltaron un gran: "OHHHH", me dije que eso lo habían dicho en la televisión, en realidad. Alguien podía estar guiando el puntero.

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