19. Nombres que anotar

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Nombres que anotar

Había muchos descampados en mi ciudad y en los alrededores

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Había muchos descampados en mi ciudad y en los alrededores. Victoria Avery era una urbe enorme. Que Cassandra y yo hubiésemos muerto en el mismo podía ser una coincidencia, sí, lo sabía, y Luca, mis padres y mi psicóloga no dejaban de repetirme que ese era un lugar propenso para arrastrar chicas.

Yo también pensé qué, si nuestro asesino había sido el mismo, ¿por qué nos había llevado al mismo lugar? ¿No se había preguntado qué había pasado conmigo, qué habían hecho con mi cuerpo? 

Podía no importar esa posibilidad si él no era de esta ciudad, como yo lo había deducido desde hacia tiempo. Quizás podía creer que mi muerte no había llegado a las noticias, como tantas otras muertes que nunca nos enterábamos.

Varias noches salí de casa a recorrer las calles, a vigilar a tipos que andaban solos y a chicas que regresaban a sus casas. Evité dos robos, pero nada más. Empecé a decepcionarme por mi poca capacidad para cazar gente en específico y me resistí a volver a mi escena de muerte por mi bota, para buscar más recuerdos. Eso me revolvía el estómago aún.

Luca volvió a sonreír conmigo al notar que yo ya me sentía derrotada y buscaba hablarme de cualquier cosa. Bromeaba y no volvió a mencionar a su hermana. Yo tampoco le pregunté, tenía que respetar sus tiempos.

Estaba con él, en su casa, un miércoles por la tarde, estudiando Biología cuando empezó a hacer chistes muy malos sobre la profesora para seguir distrayéndome. Me reí porque sus expresiones eran lo más divertido de todo el asunto.

Su mamá nos dejó un tazón lleno de galletas y le dijo a Luca que se comportara delante de mí, al menos, y no pude evitar sonreír.

—¿Y por qué mejor no apagan la televisión? —preguntó, agarrando el control remoto—. Así no pueden estudiar.

—Serena no necesita estudiar, mamá —dijo él, con una limpia sonrisa, mientras yo agarraba mi teléfono y le repetía a mí mamá que estaba todo bien y que volvería a casa muy temprano. Mamá me contestó con un guiño, porque ella ya identificaba a Luca como mi novio, aunque le había repetido mil veces que no lo era—. Ella seguro saca diez. El menso soy yo, por eso me ayuda.

—Pero si eres muy listo —dijo su madre, dejando el control de la televisión en la mesa baja del living, que estábamos usando para hacer las tareas, sentados en el suelo. Ella salió de la habitación y Luca ensanchó la sonrisa en mi dirección. Bajó el volumen de la Tv, para que solo quedara la imagen de fondo, y me pidió que le explicara el ciclo reproductivo del helecho.

—Ese es muy fácil, Luc —repliqué.

—Alan me lo explicó para la mierda y me confundí —admitió—. Creo que mezcló varios ciclos distintos.

Me reí y agarré su carpeta. Ignoré la televisión durante unos minutos mientras dibujaba en una hoja el ciclo correcto y las explicaciones básicas, hasta que Luca quiso alcanzar el tazón con las galletas, dio un respingo y lo tiró al suelo.

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