35. La casa de la bruja

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La casa de la bruja

Edén y yo conseguimos unos vestidos con descuento que no tenían cambio, pero que estaban bastante bien para la graduación

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Edén y yo conseguimos unos vestidos con descuento que no tenían cambio, pero que estaban bastante bien para la graduación. No hablamos en toda la tarde del tema que nos tenía tan unidas y solamente le respondimos los mensajes a Luca y a nuestros padres de que todo estaba bien.

Caroline, que ya había comprado el suyo hacia semanas, nos exigió fotos dentro y fuera del probador y le insistió a Cinthia, por nuestro chat de WhatsApp, que fuera a esa tienda también y que no usara el vestido horrible de su hermana mayor.

Luego, comimos en McDonald's y Edén insistió en sacar un dos por uno con los beneficios de su empresa celular y así ver una película. Elegimos Wifi Ralph y por unas cuántas horas, me olvidé de mi vida real, esa que había perdido todo atisbo de inocencia desde hacía mucho rato. No pensé en mi asesino, ni en Nora, ni en los conjuros ni en que debía proteger a Edén. Todo fue normal.

Nos comimos la bolsa de palomitas hasta explotar, aún en el bus de regreso a su casa, y ella me preguntó cómo creía que iba a ser nuestra vida cuando todo se terminara. El golpazo a la realidad que me dio casi que me provocó deseos de devolverle uno, pero físico.

—No sé —respondí, un poco seca.

Edén frunció el ceño y tragó sus palomitas con esfuerzo.

—¿Universidad? ¿Tu novio...? ¿Piensas trabajar?

Me encogí de hombros.

—No tengo idea.

—¿En serio?

—No lo sé —respondí—. Llevo tantos meses sin saber si tendré futuro que no he pensado exactamente qué quiero hacer. Quiero tenerlo, pero no me he decidido por nada... supongo que es un método de autoprotección.

Ella asintió.

—Deberías hablarlo con la psicóloga.

—Mm, sí —susurré. Tal vez. Hacia más de una semana que no iba a la psicóloga y después de una charla con mis padres, ellos me habían pedido que ontinuara el tratamiento a pesar de todo. Ademas de creer que era bueno para mi tener apoyo profesional, porque consideraban que lo que me habia ocurrido era un enorme trauma, dijeron que vivir con ellos era aceptar sus reglas y ellos me aceptarían con todas mis cosas raras, y con todo lo que tenía que hacer, con esas condiciones. Psicóloga, aprobar las materias, avisar cuando me iba y cuando volvía, advertir si iba a ir a cazar asesinos y cosas así.

—Creo que sí deberías definir qué quieres hacer el próximo año. Ya sabes, si seguir cazando gente mala, no estudiar nada y trabajar, o entrar a la universidad. Te sientes alejada de tu vida real y esto podría ayudarte —opinó, agarrando más palomitas del paquete que yo sostenía.

Giré mi cabeza hacia ella, a medida que el bus entraba en nuestro barrio.

—Antes tenía conflicto con la Serena que fui y la que soy ahora. Era como si la estuviese buscando todo el tiempo, tratando de recuperarla y a la vez la rechazaba. Ahora ya no. Esa Serena murió ese día y no es algo malo, a pesar de todo. Soy lo que soy ahora, con todo lo que viví. Así que quizás mi vida y lo que espero de ella ya no es una proyección de lo que se suponía que debía hacer —reflexioné—. Así que no sé qué quiero hacer el próximo año. Tampoco sé si me da la cabeza para pensarlo ahora.

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