Él rey de la luna roja.

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Advertencia: aquí comenzamos con lo que podemos considerar Au de esta linda historia. Sí, Marco tendrá dos tapices... Tal vez luego les expliqué de qué va la trama. Si no me dan ganas de dejarles la duda.

Nadie pensó en encerrarlo ni encadenarlo. Claramente eso era de mal gusto. No era un animal al cual en cerrar. Era Butterfly, merecía ser tratado con un poco, lo suficientemente de respeto.
Entonces por eso andaba a su gusto en el castillo. Tenía la magia suficiente para aniquilar a cualquiera que se interpusiera en su camino de reconocimiento.

—¿Y qué te parece él antigüo rey?—los murmullos a su alrededor empezaban a cansarle. Las damas que servían a la familia resultaban muy chismosas.

Sus dedos temblaron con enojo mientras negaba una y otra vez por las ganas inexistentes de tomar a las chicas del cabello. Y decía inexistentes. Porque era un rey, nunca haría tal cosa tan atroz.
Suspiro caminando altivo, sin preocuparse por nada que las chicas murmuraban. Empezaba a preocuparse por su amado esposo e hijo. Aunque su sonrisa siempre amable y sus maneras de hacer reír a Comet que pasaba por una etapa difícil de la adolescencia no permitían dejar ver aquello.

Hablando del chiquillo de cabello rubio. Este apareció haciendo unas cuantas quejas de su amigo que llegó de visita. Suspiro derrotado cuando esté le pidió consejo y sus ojos brillaron tan intensos como los de Tom.
Cuando él chico se fue pudo perderse en las manos que alguna vez lo tomaron de la cintura con delicadeza. Que tocaron sus mejillas con tanta ternura que pensó romperse.

Pudo recordar cómo estaba nervioso en su primer baile de la campana de plata. Cómo le temblaron las piernas cuando pensó que él hijo de los Lucitor nunca le haría caso. A él, cuando Eclipsa era quien debía subir al trono. Porque su madre creía que un matriarcado sería lo mejor para el pueblo.
Sus manos se sujetaron temblorosas al hombro del demonio mientras evitaba mirarlo a los ojos. Su madre le había advertido sobre mirar a los futuros pretendientes de su hermana menor. Había recibido la regla de oro de nunca mirar dos veces a quien mirara o mostrará interés en ser un aliado del reino. Menos si esto ponía en juego la posición de gobernante y reina de su adorada hermanita. No lo odiaba por eso, era totalmente consciente que el bienestar del pueblo era importante y el suyo no era nada a lado de eso.

—¿Pasa algo?—Tom pregunto suave haciendo que en una de las vueltas quedarán totalmente pegados.

Pudo ver por el rabillo del ojo como Eclipsa casi brincaba en la silla finamente adornada con pétalos de oro, rosas de fuego que tiraban de apoco sus pétalos en un maravilloso desfile de color. Su madre estaba enmedio de los representantes de cada reino con esa horrible campanilla y una mirada que prometía una reprimenda si no le contestaba a Lucitor.

—Pareces interesado en mi hermano—hablo sin pelos en la lengua aguantando se las ganas de insultarse a sí mismo—no quiero interponerme en una futura alianza.

Sus pies le obligaron a buscar un poco de distancia. Sus dedos arrugaron el perfecto traje sin querer. No estaba interesado en pedir disculpas. Mucho menos cuando Tom se rio en una potente carcajada. Todos los presentes les observaron con duda. Hasta la hermosa y gran matriarca Lucitor parecía sonreír al ver a su hijo reírse de esa forma tan poco elegante.

—No estaba detrás de Eclipsa—lo atrapó de la cintura haciendo que los brazos del moreno rodearán su cuello—. Por más linda y temible resulte la pequeña mariposa. Yo no estaba buscándola a ella—murmuro juntando sus pelvis en un acto totalmente sentimental. Sin querer causar más que un sonrojo en su pareja de baile.

Marco oculto el rostro entre su cuello y hombro sonrojado. Su sonrisa fue enorme ante la sinceridad del demonio. Lo sabía, porque su tercer ojo parecía tan seguro, amable y dulce cuando lo miraba que no podía dudar de que no le interesaba para nada el trono de los Butterfly.

—Eso no quita que no pueda hablarte—murmuro hundiéndose en su olor de azufre y vainilla, totalmente raro, pero relajante—de hecho mi madre está tocando la campana con ira.

—No me importa—beso su mejilla morena ganándose una risa—me gustas, aunque no subas al otro y me gustas aunque todos digan que tú hermana será la heredera. Nada cambiaría nada de lo que siento por ti.

—¿No me dejaras ir después de lo que pasó en la luna roja?—susurro dulce dejándose hacer completo.

—Eres él rey de la luna roja—sonrió sin importar que pareciera tenebroso ante sus dientes afilados—algunos nacen para el dulce deleite. Algunos nacen para la noche sin fin

—Idiota—se apartó un poco dándole un golpe en el hombro—eres tan mentiroso.

—No miento—una de sus manos se alejó de su cintura y lo tomo de la barbilla con cuidado—el tapiz familiar no miente—su voz se hizo suave y baja como se fueron acercándose para poder besarse.

Sus labios se juntaron en un beso suave, sin importar que la matriarca Butterfly estuviera enloqueciendo con calma. Sin que les importará que Eclipsa se había levantando con entusiasmo gritando y aplaudiendo, nada parecido a lo que una princesa debía hacer. Sus mejillas se pusieron rojas y por un momento la sala quedó en silencio al ver brillar los tréboles, que sin haber razón se convirtieron en una luna menguante. Solaria aguanto un grito ahogado y apenas se separaron lo tomo del brazo con poca propiedad llevándose lo enfrentó de todos los invitados.

Some are Born to Sweet Delight Some are Born to Endless Night

Estaba más que enojada, sus dedos estaban clavando las uñas en la suave piel del chico. Justin intento detener a su hermana, sabía que no era natural lo que había pasado. Pero su pequeño sobrino no tenía la culpa de nada.

—¿Qué hiciste?—grito sin importar que los sirvientes le mirarán preocupados y hasta aterrorizados—¿Cómo te atreviste?

—Calma, pequeña hermana—su tío intento interferir y proteger.

—¡No ves lo a hecho?—señalo a Marco que le miraba sin entender—¡Ahora él debe tomar el trono!, ¡Él!—vocifero sin importarle que podía hacer sentir mal a su primogénito.

Justin cerró los puños enojado. Con los dientes apretados y una sonrisa tan falsa como el amor que su hermana demostraba por su hijo varón.
Porque tampoco era muy amable sobre lo que su hermana pensaba ¿Y qué tal que al chico no le interesaba gobernar?, Justamente como él.

—Él puede no estar interesado en el trono—comenzó suave, intentando no alzar la voz contra la fuerte mujer—¿A caso me ves a mí como un peligro para tu poder?—cuestiono frustrado—solo déjalo estar con Lucitor. Ni se te ocurra empezar una guerra, recuerda que tenemos suficiente con los monstruos, hermanita—soltó tan poco amable que hasta Solaria se sorprendió por esas palabras tan desdeñosas de su siempre fiestero hermano.

—Eres un inútil—murmuro entre dientes con todas las ganas de usar su magia sobre él tonto niño que resultaba ser su hijo.

—Pero madre...—fue educado sin una pizca de enojo—él no está interesado en Eclipsa, además sería beneficioso para el Reyno una alianza...

La mano cayó con potencia sobre su mejilla dejando una brillante y roja marca que palpitaba gracias al dolor que había dejado en su sensible piel.

—Eres un niño estúpido—reprendió dándose la vuelta indignada—haz demostrado que tú linaje es lo suficientemente fuerte como para merecer la varita mágica siendo un hombre—se retiro sin mirar a ver de nuevo a su hijo—. Espero que te cases con Lucitor, porque de ahora en adelante eres enemigo de esta familia ante tal demostración pública de que la heredera nunca será digna.

Marco se quedó callado, sobando su mejilla con frustración. Su madre quería tener un enemigo para condenar. Adelante, pediría su derecho real ante la comisión de magia dentro de un par de días. Luego de que los reinos hablaran sobre su demostración mágica. Estaba cansando de ser opacado y menos preciado. De ser él suplente como lo había Sido su amado tío.

Quiero un tapiz de Marco, lo necesito. Totalmente. Y más que lo he escrito. Espero les guste la actualización.

La corona del Rey.Where stories live. Discover now