Hijo de la luna.

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Empecé este capítulo con entusiasmo pero termine con cansancio. Pensaba subir esto en vacaciones, pero me tomé un tiempo para recuperar fuerzas. Lamento no poder actualizar tan pronto como me gustaría.

Snow observo con gran curiosidad el viejo salón de baile que parecía no haber Sido usado en un largo tiempo. Acarició los adornos de plata con cariño, deslizándose como en un vals por toda la habitación. Se sentía bien, estar rodeado de fuego, oscuridad y algo parecido al olor de rosas consumiendose lentamente.

—¿Estás bien?—una voz suave interrumpió su buena postura y baile improvisado con el aire.

—Bien, realmente no encuentro sentido en esa palabra—confeso sin abandonar su postura de baile. El dirigía a la persona, eso era claro.

—Ya sabes, sentirte feliz—explicó el acompañante acercándose con calma para no asustar al chico—como si nada pudiera pasarte.

—¿Quieres decir protegido?—cuestionó bajando los brazos—puedo decirte que me siento “feliz”—hizo comillas con los dedos señalando su punto.

El salón se quedó en silencio por unos momentos. Mientras que el de cabellera azulada volvía a su posición de baile. Era algo que le relajaba y evitaba que fuera tan impulsivo como su pequeño hermano. Había escuchado que saco el carácter de su abuela Moon, relajado, tranquilo. Siempre sereno y casi imposible de impresionar si algo estaba mal o le afectaba.

—Snow—llamo de nuevo logrando hacer que el chico le prestará un poco de atención—se sincero conmigo, ¿Por qué tu madre odia la idea de que subas al trono?

—Por mis ojos—su voz se volvió baja y discordante ante la manera tan seria que estaba actuando, parecía dolido—no soy digno de tener el reino por mis marcas.

—Pero tus marcas son increíbles—se acercó con cuidado al ver como el de ojos azules apretaba con fuerza los puños.

—¡Tengo mi marca en mi ojo izquierdo y es solo un maldito copo de nieve! ¿Cómo puede eso hacerme digno del trono?—grito tapándose la boca ante lo poco educado que había sido eso

—No tienes que ser educado en todo momento—cerró el espacio entre ellos apretando al muchacho como si fuera un simple chiquillo—ni yo lo era cuando tenía tu edad.

Snow se aferró al abrazo y se relajo. Casi fue libre de todas sus inseguridades. Casi lo fue, pero sus dedos  apretaron con más fuerza a la persona de la cual se sujetaba.

—Ella piensa que no es adecuado—murmuró como temiendo el hacer enojar a alguien—mis ojos no son lo que ella esperaba. Era deslumbrantes para mí madre, le recordaban a mi abuela. Nunca importo que no tuviera marcas en las mejillas—su voz se tornó fuerte, herida y molesta, como si solo recordar fuera el más grande trago amargo de su vida—pero cuando la marca fue visible en mi ojo. Fue como si nunca hubiera tenido un hijo.

—Bueno, puedes ser mi hijo—declaró sin preocupaciones—y bueno, ya estás cometiendo incesto.

La risa que dejó escapar de sus labios él chico consiguió hacer que el corazón del mayor se derritiera, como si nunca hubiera esperado algo tan bueno. Algo tan parecido al amor que mantenía por Eclipsa. Porque no conoció a su familia después de ser encarcelado. No pudo sostener a su sobrina por mucho tiempo y tampoco disfruto de manera adecuada ha su hijo. Pero todo parecía estar mejor.

—¿Y eso no te molesta?

—Realmente no—negó—sí mi hijo puede hacerte feliz y viceversa, no tengo nada que objetar ante eso.

Se quedaron un rato más abrazados. No era lo más masculino de todo el mundo. Pero tampoco era un signo de debilidad abrazar a su familia. Al contrario, aprender a que no todos lo juzgarían por lo que lleva dentro era una de las cosas más importantes. Porque no todos tomarían su marca como algo atroz, era una bendición, un estigma o una profecía según a quien le preguntarás.

—Alrato hablaremos con tu hermano—sentenció alejándose del abrazo—por el momento te darás un baño y comerás algo con nosotros.

Snow se quejó de ser llevado del brazo fuera de la habitación. No extrañaría su falso baile. Pero claramente quería seguir sin rondar por los pasillos del castillo como si fuera un desconocido.
No le gustaba mucho la sensación pesada que se anidaba en su estómago siempre que estaba solo. Tal vez por eso actuaba tan resignado y diplomático. Intenta do ocultar su miedo a ser alejado de lo que más amaba en el mundo. Su familia. Su pequeño hermano fue lo único que le quedó por tanto tiempo. Su derecho al trono se le fue quitado y su parte de la herencia familiar casi borrada, si no fuera porque era el primogénito.

—Comet me habló de los tapices—expreso en voz alta llevando al chico por algo de ropa—se que no tienes uno, bueno, hasta dónde me han dicho ¿Es verdad?

Snow suspiro con fuerza, casi enojado por la pregunta. No se resistió a ser metido a su cuarto temporal con calma y ser casi obligado a tomar ropa de tonalidades un poco más cálidas que las que normalmente llevaba puestas. Esto mientras conseguían la ropa de su talla y en sus colores preferidos.
Porque no era sincero al pensar que no le quedaba muy bien esos colores.

—No sé realmente... Nunca se me ha dejado entrar al cuarto—se quejó por lo bajo al ser lanzando al baño con fuerza—ella dice que no necesito saber nada sobre ellos, ya que no marco algún suceso importante.

—Que mentira—gruño encerrando al de cabello azul sin delicadeza alguna.

Lo dejo solo para que pudiera arreglarse sin sentirse presionado para salir del baño. Nadie en el linaje familiar había nacido con una sola marca y en su ojo. Realmente no estaba intentando que él chico luchará por el trono. Pero tampoco permitiría que lo hicieran sentir como si no valiera nada. Comet podría ayudarle a descubrir que estaba sucediendo, él chico era encantadoramente dulce, suave, como si nada pudiera consumir su fuerza. Pero no parecía feliz con el trono, tal vez podría convencerlo de olvidarse de ello y vivir como le gustará. Como si nada en su vida fuera una condición.

La corona del Rey.Where stories live. Discover now