CAPÍTULO 8

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—¿Quieres que te lleve? Ya es muy tarde, y es peligroso que andes a éstas horas de la noche.

—Estaré bien, no sería la primera vez que salgo.

—Eso no quiere decir que no corras peligro.

—Estaré bien, señora Evans.

—Otra vez con lo mismo —pronunció con fastidio, rodando los ojos—. ¿Por qué debes decirme señora? ¿Tanto te cuesta llamarme por mi nombre?

—Sí, pero podría decirte Evans.

—Al menos es un avance.

—Que tengas buenas noches, Evans —le dijo saliendo.

—Adiós Dariem, ten cuidado.

En cuanto cerró la puerta, arrastró las pies hasta su habitación, y se dejó caer en la cama de frente.

—Maldito olfato que tienen —gruñó apenada.

***

—¿Y Luna?

—Está durmiendo con los demás niños en la habitación —sonrió una joven muchacha castaña—. Ella estaba tan feliz.

—Lo sé —sonrió levemente, subiendo las escaleras para ir a buscarla.

—Espera ¿a dónde vas?

—Por ella.

—Pero la niña está bien con los otros niños, Dariem.

—Ella siempre duerme conmigo, y sólo así podré hacerlo tranquilo.

—Espera —le dijo tomándolo del hombro—. Tal vez... Podríamos encontrar un lugar para estar a solas un rato.

—Hoy no, estoy cansado y sólo quiero ir por Luna.

—Mm bueno —pronunció no muy convencida.

Subió las escaleras, y buscó entre las camas a la niña, y no fue difícil, ya que era la única durmiendo abrazada a un conejo.

Se acercó con una suave sonrisa hasta ella, y la despertó con un beso en la frente.

—Ya volví.

—Hola Dar —le dijo adormilada, pasando sus bracitos por detrás de su cuello, así él la tomaba—. ¿Le diste mi dibujo a Narel?

—Sí, a ella le gustó mucho —le contó mientras bajaba hacia la habitación donde él dormiría, junto con otros adultos.

—¿Mañana vendrá a vernos?

—Tal vez sí.

***

Se despertó temprano en la mañana, ya que debía trabajar, y luego ir hacia el asentamiento, e intentar lograr que aceptaran a las personas para que los ayudaran.

Pero no hizo más que abrir la puerta, que se encontró con Camille y su primo.

—¡Narel! ¡Mira quien volvió de viaje!

—Hola Orión —fingió una sonrisa, al saludarlo.

—Hola hermosa —le dijo abrazándola, apretándola con fuerza contra su cuerpo—. Cuanto había extrañado verte.

—Sí —Pronunció incómoda, intentando alejarlo de ella—. Mucho tiempo sin vernos.

—Pero ya no, me instalé en la ciudad, ahora podremos vernos todos los días.

—Que genial...

—Lo que es genial, es que no tendrás que trabajar —sonrió Camille—. Hablé con mi papi, y él con sus contactos, y te dieron una licencia.

DariemWhere stories live. Discover now