5. Canción de recuerdos y odio

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Los lobos árticos eran los que regían desde las heladas cumbres, hasta las escarpadas faldas de esas montañas. Por supuesto, no significaba que prohibieran la existencia de otras manadas.

A través del tiempo, lo que se consideraban una manada tradicional, lo convirtieron en un enorme grupo, una comunidad que podía destrozar a los demás lobos, razón por la que las demás manadas obedecían las disposiciones de territorio y límite de cacería de los lobos árticos.

Claro que no sólo eran fuertes por el número, sino por la particularidad de tener los más fuertes Alfas. Para abarcar más territorio, la comunidad se dividía en varias manadas, siendo la principal la de las tierras más altas, en donde se encontraba el Alfa líder.

El perder al Alfa líder, podía ser desastroso y algo que llevara al conflicto entre los Alfas, para buscar su sucesor. Ekaterina era consciente de su situación, y su hijo, Matya, aún era muy joven para enfrentar a otros Alfas mayores si lo retaran.

Se sentía como en ese tiempo, cuando no tenía nada, cuando bajo la nieve, ahogándose en hambre, y sola...

Ekaterina odiaba su pasado, y los sentimientos que eso traía, aunque no podía evitar recordarlo sin Bastian a su lado.

Odiaba profundamente a los asesinos de su Alfa; no lamentaba la muerte por posibilidad de perder sus privilegios, sino por la soledad que eso le traía; Bastian siempre fue todo lo que tenía.

—Tenemos que encontrarlos, y matarlos frente a la manada —le dijo una vez Ekaterina a Matya, que pareció consternado cuando describió como deseaba matarlos, en especial a Kotine—. Una muerte lenta es adecuada. ¿Por qué me miras así? Matya, Konstantine y ese Omega asesinaron a tu padre de manera cobarde, ¿qué harás si otro Alfa de las otras manadas se entera y nos destierra?

Su madre era hermosa, y siempre se mostraba distante con sus emociones, sin embargo, cada vez que hablaba de sus deseos de venganza, esos ojos azules profundos se torcían en odio.

Y Ekaterina se esforzaba en compartir ese odio a Matya, su joven hijo Alfa, quien debería probarse para tomar el lugar de su padre.

Matya siempre había sido considerado blando por su padre, como por la manada: Kotine mostrándose más firme, el favor de algunos en la manada, razón por la que sus padres le tenían prohibido convivir con él.

Matya era un lobo aislado dentro de su propia manada: envidiaba a Konstantine, y al mismo tiempo le entristecía tener que ignorarlo, porque por mucho tiempo fue su único compañero de juegos (le quería profundamente): los Betas y omegas de la manada le temían, tanto por ser el hijo del líder, como por su casta.

Konstantine fue el único que se acercó a él; Matya lo recordaba con cariño y tristeza. Siendo el un cachorro, siempre estaba solo.

Hasta que un demasiado alegre lobo de su edad lo empujó juguetón con el hocico. Matya iba a reclamar, hasta que vio que era el otro joven Alfa de la manada, en una pose que le indicaba que deseaba jugar.

<<Juguemos, quiero jugar contigo>> fueron las dulces palabras de Kotine en ese entonces, sin embargo las cosas cambiaron muy pronto.

Su padre reprobaba su única amistad en la manada, y se esforzaba en envenenar sus ideas de la existencia de otro Alfa en el grupo; fue natural que los otros miembros comenzaron a compararlos.

A veces en las noches, como último contacto que tuvieron, era un aullido suave cerca de la tienda del otro, aprovechando que algunos otros en la manada también usaban el llamado.

¿Por qué su madre odiaba tanto a Kotine? El cachorro era un Alfa inofensivo y no mostraba interés en tener poder sobre otros lobos. Pero la madre de Matya se esforzaba en inculcar rencor.

Ekaterina disfrazaba un miedo que no entendía con odio. Su madre realmente le contaba poco de sus ideas y emociones, mucho menos sabía las heridas que su niñez dejó.

Mantuvo su amistad con Kotine en secreto un tiempo; su relación quedó rota tras la muerte del padre de su amigo.

Un Omega sólo, encargándose del otro cachorro Alfa de la manada, era una combinación para el desastre.

Fausto era el nombre de la madre de Konstantine, infortunadamente un Omega, el último pilar en su jerarquía. Sin el Beta que lo protegía, el Omega era tratado de manera cruda, a veces humillante.

Lo vio mendigar en los restos desechados de la caza, y quiso ayudarle pero sus padres le tenían prohibido acercarse.

Konstantine no perdonó ese trato, aún si desconocía del todo los extremos los que Fausto llegó para criarlo. Su amigo tampoco perdonó la indiferencia de quien alguna vez consideró alguien importante para él.

—¡Podrías ayudarnos! ¡Diles a tus padres que mi madre no es malo! —fueron las palabras del cachorro a Matya, luciendo desesperado y notablemente triste.

Pero Matya sabía que no tenía caso, así que ignoró esas palabras y jamás lo intentó ayudar. Quizás era cobarde, muy probablemente, y sin duda cruel. Pero bajo la tutela rígida de su padre, no había alternativa al crudo trato que recibían otros omegas, en particular la madre de su amigo. Cabe decir que ese evento fue era un remordimiento que cargaba hasta el día de hoy. A veces pensaba que pudo cambiar las cosas pero nunca lo intentó, ¿evitar la muerte de su padre?

Entonces ese remordimiento se volvía pesado en ocasiones, impidiéndole hasta dormir, plagando sus sueños con pesadillas. Temía que si le confesaba eso a su madre lo odiaría de manera irremediable por no haber hecho lo que tenía a su alcance.

—Tenemos que encontrarlos, y matarlos, hijo —eran las despiadadas palabras de su madre.

—Sí madre —respondía el sin queja.

La Alfa siempre parecía tener un temor irracional a la idea de que alguien más tomara el mando de la manada; nunca la cuestionaba, y sólo una vez le ofreció una respuesta vaga:

—No volveré a pasar por eso, no dejare que lo pasemos.

Matya fue asignado a rastrear la ruta de Kotine y Fausto, para avisar a la manada donde se encontraban, evitando usar muchos lobos en la tarea.

Mientras viajaba en la mera compañía de un par de Betas buscando a los asesinos de su líder, pensaba, sentía ese viejo remordimiento acentuarse en el blanco silencio de las montañas.

Escuchaban los fuertes vientos, y discutían las posibles rutas que pudieron tomar para alejarse. Matya no sería tan fuerte como su padre, sin embargo era habilidoso en el rastreo, como en formar estrategias en situaciones complicadas.

Tal vez su madre tenía razón: la muerte de Fausto y de Kotine acabarían con muchos problemas.

El asesinar a su amigo, quizás... ¿Le traería paz?

Canción para lobos solitarios [Omegaverse]Where stories live. Discover now