8. Enseñanzas de un lobo de noche

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El estar solo ya era parte de su rutina, recorrer planicies blancas y prados verdes con la única compañía que el viento, o la crudeza del invierno eran componentes normal de su vida normal; por supuesto, ahora con sus no deseados acompañantes, a veces se sentía extraño volviendo a tener alguien con quien intercambiar palabras.

Siendo un lobo exiliado, muchos terminaban por volverse ermitaños y morir sin que nadie los recordase, cosa con la que Augustus estaba bien.

Al pasar los días, el mismo estaba inquieto con lo fácil que fue aceptarlos y acostumbrarse a ellos. Claro que su razón para ayudarlos era por su beneficio propio, y bastante simple si debía ser honesto. No obstante, al menos no lo percibió en ese momento, sentía un extraño impulso de querer estar con Fausto, que atribuyó a ese instinto primario de un Alfa de buscar a un Omega.

En esas noches que acompañaba al Omega a correr sin rumbo fijo, esa conexión, ese lazo se hizo evidente. ¿Cómo podía pensar en algo tan absurdo? La idea que estaba pasando por su mente era ridícula, y francamente la recordaba mencionada en cuentos que escuchó cuando cachorro.

Otra cosa que le sorprendía se veía inclinado a hacer, y esforzase más de lo necesario era en educar a ese cachorro Alfa que venía con el Omega. ¿Por qué se tomaba tantas molestias? Tal vez porque le recordaba a sí mismo cuando joven, o probablemente porque Kotine era la persona más importante para Fausto.

—Mocoso, ¿Por qué tiras la piel de la caza? Es necesaria para poder cubrirnos las partes más pequeñas de nuestra forma humana —reprendió torciendo los labios, al ver que Kotine sólo había dejado la carne del venado que lograron caza.

— ¡Yo fui quien lo agotó! Tú sólo lo terminaste; además que esa piel es delgada, no sirve de mucho...—respondió apretando los puños el joven Alfa, dejando caer los leños que traía en brazos—. ¿Y porque estamos haciendo una fogata? Sí tanto estuviste molestando con que nos hacía fáciles de detectar —añadió molestándose más, Fausto puso su mano sobre el hombro del adolescente para mantenerlo en su lugar, y evitar que se lanzara contra Augustus.

—Esa piel también sirve para preservar la carne. Estamos en una parte donde no hay presas que cazar, y esta noche vamos a duras penas a pasarla sin un poco de calor —respondió sin perder la calma ante un alterado Kotine—. Ya debes dejarte de niñerías; piensa un poco y no dejes que tus hormonas sean las que te digan que hacer, yo...

— ¡Basta! —Gritó Fausto, también dejando la tarea de la fogata de lado—. ¿Pueden dejar de pelear? No estamos en una situación que quisiéramos, pero no lo hagamos más difícil —les exigió irritado, dirigiendo sus últimas palabras a Augustus, que lo miraba con una ceja enarcada—. ¿De acuerdo?

Su relación no era la mejor. Augustus le ponía tareas sumamente duras a Kotine, esperando que eso mejorara las habilidades del joven; si llegaba el momento en que el joven tuviera que pelear por su vida, y por la de su madre, no podía ser un lobo amable: como Alfa no era adecuado, y no estaba en su carácter, ¿Cómo creían esos dos que había sobrevivido solo en una tierra llena de otras manadas?

Quizás fue por Fausto, que intentó hacer un poco más cordial la relación. Y eso lo llevó una tarde, mientras el Omega estaba recolectando algo de follaje seco para otra fogata, mientras ellos cazaban, que decidió ser un poco más amable con Konstantine.

—Mocoso, están en una situación donde fácilmente pueden amanecer muertos —habló el Alfa, colocando un descuidado cervatillo en su espalda—. Los lobos tenemos una desventaja usando nuestro cuerpo humano, pero nuestra esencia es más fácil de rastrear en esa forma; sí sigues quejándote, estas muerto; por eso siempre tienes que exigirte más.

Kotine lo miró confundido, dejando de acomodarse sus ropas en su cuerpo humano. Miró en silencio a Augustus con el ceño fruncido, ¿le estaba dando un consejo? No estaba seguro; las palabras del Alfa mayor siempre parecen un reclamo, de cualquier manera.

A partir de ahí, los encargos de caza y recolección que le asignaban a Kotine fueron más duros, Augustus apenas le ayudaba. Por supuesto, tuvo que explicar un poco las razones de su comportamiento a un furioso Fausto.

—¡Tú sólo quieres matarme! —rugió una vez Kotine, después de casi caer por un risco al ser ordenado al perseguir a su presa en turno por Augustus.

Augustus no contestó, siguió limpiando la piel y separando las partes comestibles de su cena en silencio. Se abstuvo de sonreír, los Alfas jóvenes siempre eran muy impulsivos.

No contaba con Kotine que se paró frente a él, claramente con postura ofensiva. ¿Lo estaba retando? Augustus no pensaba que fuera buena idea, el joven era poco diestro como humano, aunque como lobo, debía admitirlo, aprendía rápido y era fuerte.

—Mocoso, no te recomendaría eso, no con un lobo exiliado que ha pasado más de su vida como hombre de lo que puedas pensar —suspiró, poniéndose de pie. Fausto parecía indeciso de si intervenir, o sí eso era necesario para cambiar esas, casi, rutinarias discusiones entre ambos Alfas.

Cuando se paró, los ojos dorados de Fausto lo hicieron temblar. Kotine quiso no hacer evidente que sintió miedo con la presencia del Alfa mayor, ¿Qué clase de lobo era para causar esa sensación? Sólo Bastian provocaba algo así, y agradecía a la adrenalina de ese momento que les ayudó a matarlo, antes de que ellos fueran las víctimas.

El joven se mordió los labios con fuerza de la impotencia que sentía, ni siquiera pudo mover su puño, su cuerpo estaba paralizado. Su instinto le decía, que no estaba ni cerca de ser una amenaza para aquel lobo.

—Maldición —masculló sin aliento, y sintió sus ojos escocer por lágrimas de frustración.

Kotine salió corriendo, y Fausto decidió ir tras él para vigilar que no se alejara mucho. Por su parte, el Alfa mayor se quedó en donde habían decidido pasar la noche, preparó la fogata y continuó con la preparación de lo que comerían.

Le recordaba a sus propias rabietas, aunque su padre tuvo que ser más duro, por su papel en la que alguna vez fue su manada.

No podía evitar sentirse nostálgico de ese tiempo, y pensar que diferente hubiera sido su vida si su nacimiento no hubiese llevado un destino implícito en él, o ese lugar en la manada.

Canción para lobos solitarios [Omegaverse]Where stories live. Discover now