10. Los encuentros de lobos solitarios

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Para su sorpresa, Kotine era ágil y de golpes contundente en un combate cuerpo a cuerpo como humano. Por supuesto el joven era mucho más excepcional como lobo, aunque le faltaba más paciencia para encontrar aperturas para lanzar una ofensiva.

Así siguieron moviéndose por los bordes alejados de los bosques, alimentándose de presas pequeñas, y guardando raciones cuando evitaban las zonas de caza de otras manadas; las zonas habitadas por humanos se encontraban en planicies bajas, siempre alejándose de los lobos, a quienes temían. Cabe decir que Augustus había tomado una decisión en cuanto a su futuro.

—Los acompañare, a donde decidan asentarse con los humanos, conozco lo suficiente de cómo viven —les dijo mientras atravesaban entre arbustos un bosque de tierra oscura—. Los más estúpidos vienen a cazar en verano, esperando no toparse con un cambia forma.

Fausto se detuvo, provocando que su hijo también dejará de caminar a su espalda, y guardó silencio sorprendido con la declaración de Augustus.

—¿Quieres decir...? —El Omega observó la espalda amplia del Alfa que se giró lentamente para mirarlo.

—Los acompañó —repitió su decisión—. Los humanos son torpes la mayor parte del tiempo, pero también son peligrosos cuando se asustan, y los lobos no están en su gracia.

El Omega no sabía que responder a eso, sintió el impulso de abrazar al lobo mayor, pero estaba su hijo ahí, así que sólo alzó las manos en un gesto extraño. Kotine decidió decirles que iba a revisar los alrededores para saber si podían pasar la noche por ahí, y los dejó solos.

Al joven Alfa todavía le causaba conflicto la idea de su madre con Augustus, pero suponía que si eso era lo que querían, intentaría guardar el respeto y paciencia posible, tanto por su quien lo crió como por quien era su maestro.

Augustus observó curioso al joven caminar hacia donde el bosque terminaba, y sintió de repente los brazos de Fausto en su cuello, que murmuró repetidamente una palabra.

—Gracias.

Augustus lo abrazó con fuerza.

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Dos lobos blancos corrían en la nieve con prisa, uno un poco más pequeño, corriendo detrás del otro, que de vez en cuando alzaba el su hocico para olfatear el viento helado.

Ekaterina miró con sus ojos azules fríos a su hijo, esperando detectara el rastro. Llevaban un par de días en que tomaron las direcciones de los betas que enviaron a apoyar con la búsqueda.

Después de dos meses en rastrear a los prófugos, Matya decidió que debían separarse para cubrir más terreno. Días después, uno de los Betas lo encontró y le informó de lo que había encontrado: rastros de tres lobos viajando, la esencia apenas era útil, pero entre ellos se percibía un Omega.

Matya decidió regresar con sus acompañantes a la manada, e informar a su madre de lo que habían encontrado. El joven Alfa no estaba seguro de cómo proceder, tanto por sus sentimientos por Kotine, como por la presencia de otro lobo con ellos; si era un Alfa, aun siendo uno el mismo. La situación era un gran peso para el joven, y consultar la mente fría de su madre, era una forma de sentir que podía ver las cosas desde una perspectiva más alejada.

—Iré contigo —Fue la decisión de su madre, Matya no pudo verla a los ojos, la idea de encontrarse a Kotine...con la misión de matarlo, le causaba profundo arrepentimiento; pero tenía obligaciones como hijo del líder.

Así que habían seguido la ruta más lógica acorde a las pistas proporcionadas por los Betas encargado de rastrear a los asesinos de su padre. Ambos se adelantaron, pidiendo a los Betas más viejos los alcanzaran—lobos con mayor autoridad en la manada—con un par de días de diferencia, para vigilar el estado de la manada.

Canción para lobos solitarios [Omegaverse]Место, где живут истории. Откройте их для себя