22. Desaparición

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Desaparición

Caroline usó la excusa del cumpleaños de Edén para distraerse de lo ocurrido con el fantasma de Cassandra

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Caroline usó la excusa del cumpleaños de Edén para distraerse de lo ocurrido con el fantasma de Cassandra. Me confesó, días después, que tenía pesadillas y que ocuparse de la fiesta sorpresa de nuestra amiga la tranquilizaba. Después de todo, Edén iba a ser la primera de todas nosotras en cumplir los dieciocho y lo teníamos en cuenta como el gran festejo.

La siguiente era yo, en un mes, pero no sabía todavía cómo sentirme al respecto. Pensaba que debía festejar mis oportunidades en la vida, pero con tantas muertes a nuestro alrededor, no me sentía cómoda. No le dije nada al respecto a Luca ni a mis amigas, aún cuando suponía que ellas también harían una fiesta sorpresa para mí, ayudadas por mamá.

—Oye —me dijo Caroline, en una de las avenidas con los centros comerciales más importantes de la ciudad. Ella y yo habíamos quedado en ir a comprar algunas cosas de cotillón para el cumpleaños, que lo haríamos en la casa de Edén con la ayuda de su familia para distraerla—. Me gustan estás sombrillitas, ¿van bien para la temática, no?

Habíamos decidido hacer una fiesta al estilo hawaiano. Todos usarían camisas floreadas, collares y coronas de flores de papel, que estaba haciendo Cinthia. La mamá de Edén iba a preparar unas bebidas con jugo de piña y durazno y las sombrillitas de papel iban a quedar geniales en los vasos.

—¿Y esas guirnaldas? —contesté, señalándolas. Estaban colgadas del techo en el comercio y se veían super coloridas y divertidas.

Caro asintió y pidió dos paquetes de guirnaldas, tres paquetes de sombrillitas y decidimos llevar también unas cuántas hojas de papel de seda para hacer unas faldas para las chicas.

—Todo saldrá genial —exclamó mi amiga, dando brincos por la calle una vez salimos del negocio—. Busqué por internet un montón de juegos geniales para hacer, nada de cosas aterradoras —agregó y, luego, dejó de saltar. Me miró de reojo y se quedó extrañamente callada por una cuadra entera.

Me abracé a su brazo e hice como si nada. No quería hacerle la cabeza; después de todo, todavía se sentía bastante culpable por haber aceptado jugar a la ouija.

—Caro, sabes, he estado hablando mucho con Luca —le confesé. Eso funcionó para distraerla por completo.

—¿CÓMO? —chilló, sobresaltando a dos viejitas que caminaban cerca nuestro—. ¿Más de lo que ya habían estado hablando antes?

Sonreí y asentí.

—Por chat, ya sabes, como si nada. Hablamos de biología, porque a él le está costando aprobarla. Así que me ofrecí a ayudarlo. Quizás podamos ser más amigos así.

Caroline dio otro grito. Puse los ojos en blanco y aguanté sus veinte mil preguntas. Solo contesté la mitad, porque algunas fueron demasiado descabelladas. Algo como: "¿Y para cuándo es la boda?" y "¿Ya te pidió ser su novia?". Eso último, definitivamente, no había pasado.

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