Capítulo 7: Segundo día de clases

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La pelirroja mantenía la espalda recostada de la pared de la esquina que daba al doblar en la U.A., se había cansado de esperar, y a decir verdad, se sentía agotada luego de su primer día de clases. Observaba el cielo que ya comenzaba a teñirse de naranja y algunas estrellas se alcanzaban a ver, esa vista le gustaba bastante y al admirarla no pudo evitar pensar en como su vida había cambiado tanto desde la última vez que vio las estrellas con alguien. Ver las estrellas, era probablemente, una de sus actividades favoritas, a pesar de que hace mucho tiempo que no había podido disfrutar de ello.

-¿Qué haces?

Una voz cerca de su rostro la sobresaltó logrando que pegara un brinco.

-Casi me causas un infarto- le recriminó tomándose el pecho que subía y bajaba con brusquedad.

-¿Qué haces?- repitió nuevamente la pregunta, ignorando totalmente lo anterior.

La chica lo observó de arriba abajo, haciendo un puchero que representaba su molestia.

-Te estaba esperando, para volver juntos ¿Qué más?

El pelinegro solo suspiró siguiendo su camino, la morena lo miró alejarse unos segundos alcanzándolo luego con un pequeño trote, posicionándose a su lado. Prestó algo de atención a su rostro, lucía más cansado de lo normal, o quizá siempre estaba cansado, pero intentaba no exteriorizarlo tanto cuando estaba con ella en casa, sonrió ante ese pensamiento.

-¿Cuándo planeabas decirme que serías mi profesor?- soltó al fin, luego de buscar el momento oportuno, su ceja se había enarcado y el azabache detuvo su caminar bruscamente.

-No lo sabía hasta hace un par de días, tampoco iba a hacer diferencia si te lo decía.

Záthura resopló haciendo que su flequillo volara levemente -Tu realmente...- colocó los ojos en blanco.

El pelinegro siguió su camino en total silencio, ella sabía la razón de aquello, por lo que se limitó a hacer lo mismo, simplemente andando a su lado, mientras apretaba las azas de su mochila en sus hombros, aun así, eso de alguna manera la hacía feliz.

-Yo me quedo aquí- advirtió, parando en la entrada de un edificio -nos vemos en un ratito- se despidió con un tono de voz ligeramente meloso y una sonrisa en sus labios, Aizawa solo se limitó a asentir en respuesta.

La chica subió rápidamente al estudio, estirándose apenas habiendo entrado en el pequeño espacio que contaba con tres habitaciones. En la principal solo había una televisión, aunque nueva, no era muy grande, también estaba en ella un puff rosa y una cocina compacta junto a una nevera bajita; en el otro cuarto solo había un closet con una cama individual y la tercera se trataba del baño. Fue a la habitación, despojándose de su uniforme y colocándose una ropa más cómoda, terminando con unos monos deportivos y una camiseta de gatito, recogió su cabello en un chongo despreocupado. Se miró al espejo, examinando su rostro libre de maquillaje, las pequeñas pecas de su nariz estaban totalmente expuestas, también sus ojeras eran ahora mucho menos notorias, a decir verdad, lucía bien.

Sin esperarse más salió del lugar, dirigiéndose al edificio de al lado, un conjunto de departamentos. Se sabía el camino de memoria, así que no se le dificultó llegar a la puerta que buscaba, entró al departamento, obteniendo como recibimiento inmediato el maullido de una gata.

-Así que tu padre no te ha dado comida- le acarició la cabeza al animal gris y negro.

-Si le he puesto, solo que quiere engañarte para comer doble- el azabache se asomó por el marco de la cocina, ella sonrió ante lo dicho. Le dedicó una última caricia a la gata y se acercó hasta el hombre con esa sonrisa en sus labios.

Gracias [Aizawa Shouta x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora