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          Menos mal que no vivía lejos del bar. A Alba no le apetecía nada llegar tarde a su casa, lo único que pasaba por su cabeza era una imagen suya tirándose de cara a la cama. Sin más. Abrió la puerta de su casa al tercer intento, la luz del rellano no funcionaba y tuvo que buscar la llave a tientas, todo para que al final fuera la última llave del manojo. Encendió la luz y dejó la guitarra sobre el sofá. Tendría que ir a comprar unas cuerdas nuevas al día siguiente, no sabía de dónde iba a sacar el tiempo, pero tenía que ser mañana sí o sí. La sacó de la funda y terminó de quitar la cuerda rota de las clavijas. Había sido un día intenso, ahora debía descansar y no forzar la voz. Gran parte de sus ingresos dependían de ello.


          La despertó una melodía saliendo de su teléfono. Se había olvidado de quitar la alarma, pero ya se había desvelado, así que no le quedaba más remedio que salir de la cama. Tampoco era tan pronto, las nueve de la mañana era una buena hora para levantarse y aprovechar el sábado. Recogió su pelo y se lavó la cara con agua fría, quitando cualquier retazo de sueño que pudiera quedar en ella y se dedicó a mirar sus redes sociales mientras desayunaba. Encontró un vídeo suyo de la noche anterior en Instagram, pero decidió no entrar en los comentarios. Sabía que no había cantado demasiado bien y no estaba preparada para ver lo que decía la gente. Para lo que sí estaba preparada una vez se terminó el café, era para empezar a hacer algo útil. Buscó tiendas de música por la zona y encontró una a medio camino del bar, por lo que inmediatamente se convirtió en su primera opción. Tenía bastantes críticas positivas, tanto hacia la diversidad de material como sobre el trato del personal, definitivamente iría allí. Tal vez la mala suerte se iba a quedar en el viernes y no iría más allá.

          No hacía demasiado frío, pero se ajustó la bufanda al cuello. Su voz seguía siendo su prioridad ante todo, y aunque ya la había recuperado más o menos, no quería arriesgarse a volver a perderla. La tienda fue fácil de encontrar, tan solo dos calles la separaban de su casa. Sonaba una canción muy suave por los altavoces, tan suave que, si no le prestabas atención, no te dabas cuenta. Alba miró las paredes de la tienda con ilusión. Una de ellas estaba cubierta por un mosaico de cientos de vinilos perfectamente ordenados y hacía esquina con otra de la que colgaban varias guitarras. En la pared de enfrente había una gran variedad de discos y distintos accesorios interrumpidos por unas escaleras que probablemente llevarían a donde estuvieran el resto de instrumentos. Al fondo de la tienda una chica de pelo oscuro y flequillo atendía tras el mostrador, pero en cuanto sus ojos se posaron en Alba, salió de detrás de él y se acercó con una sonrisa.

- Alba Reche. Debo decir que anoche no fue tu mejor noche pero que aun así me gustaste mucho.

- Gracias -respondió algo tímida.

- Me llamo Natalia, pero todo el mundo me llama Eilan. Supongo que querrás cuerdas nuevas para tu guitarra, ¿no?

- Sí, por favor.

          Siguió a la morena en silencio por la tienda mientras iba a por las cuerdas de la guitarra y no dijeron nada hasta que volvía a estar tras el mostrador.

- Me gustó mucho el repertorio que cantaste. Especialmente la última canción.

- Gracias, la escribí yo -los ojos le brillaban con alegría.

- ¿En serio?

- Sí.

- Creo que la voz rota como la tenías le daba un toque distinto. Y la letra era preciosa, ojalá las mías fueran así.

- ¿Tú también escribes?

- Garabateo papeles de forma profesional. Nada muy serio.

- Eso decía yo al principio de mis canciones.

- Pues que sepas que me encanta como escribes, Alba. Ya es para mí una costumbre ir todos los viernes a El Gato Negro -dijo, haciendo que se sonrojara.

- En ese caso espero no haber decepcionado mucho anoche.

- Todo el mundo tiene una mala noche. Y tu no decepcionaste, no se puede estar siempre a tope y hay veces que la vida no te deja. A lo mejor es una señal de que debías hacer algo distinto, no sé.

- Puede.

- ¿Vas a necesitar ayuda para poner las cuerdas o puedes hacerlo sola?

- Creo que puedo hacerlo yo, pero si necesito ayuda vengo con la guitarra esta tarde.

- Me parece bien -terminó Natalia entregándole las cuerdas y un disco.

- ¿Y esto?

- Un regalo de la casa. O de agradecimiento por ser tan buena artista, como prefieras -esbozó una sonrisa-. Tal vez termines añadiendo alguna de las canciones a tu repertorio, y todo.

- Quien sabe, tendré que escucharlo un par de veces. Gracias, Eilan.

- De nada, Alba.

          Le entregó el dinero y salió de la tienda. No recordaba haber visto a la chica morena en el bar, pero con tanta gente era normal que no recordara todas las caras. Y mira que su cara era una de la que estaba segura de que se acordaría. Era imposible no hacerlo. Sus facciones eran marcadas. El piercing de la nariz y su pelo le daban un aire serio pero atractivo y tenía un pequeño lunar bajo el labio. Miró el disco que tenía entre las manos. Conocía a James Bay, pero nunca se había parado a escuchar su música con detenimiento. Chaos and the Calm. Sí, había canciones que creía haber escuchado en la radio, pero la mayor parte eran desconocidas para ella. Decidió darle una oportunidad de la que sabía que no se iba a arrepentir. Se fiaba de la chica de la tienda de música.

El Gato Negro // AlbaliaWhere stories live. Discover now