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          Natalia estaba realmente estresada. No sabía muy bien qué hacer mientras se encontraba tendida en la cama mirando al techo a lo que supuso que serían las tres de la madrugada, pero no era capaz de conciliar el sueño. Llevaba desde que se metió a la cama a la una dando vueltas a una melodía, incapaz de sacarla a flote y cada vez se desesperaba más. Decidió levantarse para intentar calmar su cuerpo. Craso error.

          Se dio cuenta de que algo iba mal cuando sentía vivir la realidad a través de una pantalla. No era capaz de sentir correctamente todo lo que pasaba ni podía controlar las acciones de su cuerpo de forma adecuada. Caminó hasta la cocina y se preparó un té negro doble con miel, más por pura rutina que por otra cosa y se lo bebió con rapidez mientras miraba por la ventana la noche sin estrellas que le presentaba la gran ciudad de Madrid. Poco a poco la energía que le proporcionaba la teína se fue apoderando de su cuerpo y comenzó a hacer las tareas que acumulaba desde hacía semanas. No podía ir al supermercado por la hora que era pero tenía lo necesario en la despensa. Primero barrió la casa, para luego fregar la loza y limpiar la cocina. Recogió la ropa que se había acumulado durante la semana en las dos sillas al lado de su cama, ordenó el escritorio, limpió el polvo de las estanterías. Incluso se planteó salir a correr a pesar de la hora que era pero inmediatamente descartó la idea. Debía buscar otra forma de descargar toda la energía que sentía y el desespero por no saber qué era lo que le estaba pasando. Por su mente apareció la imagen de Britney Spears con cara de loca y rapándose al cero. Ella también temía estar perdiendo la cabeza. Al paso que iba, no tardaría en pasar algo así.

          Era muy extraña la forma en la que percibía las cosas. Era perfectamente consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, pero había algo fuera de lugar que no era capaz de identificar. Se miró las manos, no había nada extraño en ellas. Caminó hasta su habitación y se encaró al espejo que iba del techo al suelo, mirando su reflejo. Tampoco había nada inusual en él. Entonces, ¿qué era lo que fallaba? ¿Qué le daba tan mala espina? ¿Por qué no era capaz de procesar correctamente lo que sucedía? Empezó a pasar las uñas por sus antebrazos, primero de forma suave y poco después sin medir la fuerza con la que lo hacía. Gotas de sangre se comenzaron a acumular bajo ellas, y sin que se diera cuenta, las suaves caricias ya recorrían todo su cuerpo, desde los brazos hasta las piernas, pasando por el cuello y el torso. ¿Por qué sentía todo a través de una cortina de humo? ¿No se suponía que ella dirigía su vida? ¿Entonces por qué se sentía como una mera espectadora? ¿Por qué sus brazos tenían líneas rojas desde las muñecas hasta los hombros de las que se filtraban millones de gotitas de sangre? ¿Qué había hecho? ¿No debería estar sintiendo algo? El frío se apoderó de su cuerpo cuando la teína que le había aportado el té pareció acabarse de pronto, como un fuego que se queda sin carbón. Volvió a mirar el espejo que tenía en frente sin reconocerse. No sabía quién era la chica que estaba sentada en el suelo, hiperventilando, temblando sin saber por qué, con los ojos turbados y una expresión de terror absoluto en los ojos. No sabía en qué momento se había desecho de su ropa ni de cómo habían llegado tantas heridas abiertas a su cuerpo. Posó una mano temblorosa sobre la que le devolvía el espejo y pasó los dedos por el cristal, como si de aquella forma pudiera sentir el calor de la persona tras la pared azogada. Una melodía retumbaba en sus sienes, intentando escapar de la prisión de su mente que se convencía de dejarla salir a la vez que la ataba con una cadena en lo más recóndito de aquella cabeza tan turbada. Comenzó a mover las manos con gestos repetitivos, se tocaba un dedo tras de otro y volvía a empezar, uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro. No podía parar el infierno que había comenzado de forma involuntaria, un infierno que existía sólo en su mente y nadie más que ella podía ver.

          Fue en ese momento que Natalia temió haber perdido completamente la cabeza. 







Hay veces que yo mismo también temo haber perdido la cabeza.

Esto no es un episodio, es un throwback sobre el que más adelante os hablaré. 

Por ahora quédense con el hecho de que ni Natalia ni yo estamos bien en este sentido, pero todo lo cobrará cuando se descubran las cartas de esta mano en el juego. 

Me gustaría leer vuestras teorías sobre esta historia, ya sea en los comentarios o en los mensajes directos.

El Gato Negro // AlbaliaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin