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          El disco seguía entre sus manos cuando entró a su casa. Se quitó la bufanda y casi corrió a su habitación para poder escucharlo en el portátil. En aquel momento no existía nada más para ella, estaba concentrada en el único pensamiento de poner el disco y conocer más música nueva. No se paró a pensar en que tendría ese disco en Spotify y lo podía escuchar desde su teléfono. En su cabeza no cabía más que el disco que le había dado la chica de la tienda.

          Siempre le pasaba lo mismo. Su pasión por la música era tal que la consumía por dentro y se convertía en una prioridad. Siempre había tiempo para la música y siempre había un hueco para hacer el resto de cosas un poco más tarde. La música es la música y la vida al completo de Alba Reche. La música se escucha, se saborea, se ve. Inspira. Te transporta a otro mundo donde el tiempo no pasa.

          La segunda y tercera canción del disco eran conocidas para Alba. Sin embargo, no fue ninguna de esas la que la atrapó. Había una que le removía un sentimiento desconocido y automáticamente se levantó a por la guitarra... Para encontrarse con que todavía no le había puesto las cuerdas nuevas. Salió de su ensueño con un quejido y sacudió la cabeza. La canción tendría que esperar, pero creía tener una nueva propuesta para sus viernes de buena suerte en El Gato Negro.

- ¿Qué coño me pasa que no sé poner las cuerdas? -llevaba un rato peleándose con ellas y el nudo final se le estaba resistiendo. Ya había cambiado las cuerdas a otras guitarras más veces y había llegado a un punto donde lo hacía de forma automática. Simplemente no lo pensaba, al igual que nunca pasaba nada por su mente cuando algo relacionado con la música pasaba por su presente. Miró por la ventana. Aún era temprano, quizás Eilan siguiera en la tienda y la pudiera ayudar. Metió la guitarra en su funda y enrolló las cuerdas para que no le molestaran al manipularlas. No le apetecía nada salir de su casa, y menos con el disco todavía a medias. Era algo que no soportaba. Ni canciones a medias ni discos a medias. Con la música no había medias tintas.


          Eilan's World seguía abierta cuando Alba llegó, pero no podía ver a Natalia por ningún lado. Por un momento llegó a pensar que no estaba en la tienda.

- ¡Damion! ¿Se puede saber dónde están los discos que nos llegaban hoy? -gritó una voz conocida desde el piso superior. Un chico joven que Alba supuso que sería el tal Damion salió de la trastienda cargando con una caja que parecía algo pesada.

- De verdad que eres una impaciente, Eilan, los tengo aquí. ¿Los colocas tu o los coloco yo?

          Ella bajó las escaleras y al ver a Alba esbozó una sonrisa.

- Mejor los colocas tu -se acercó a la rubia-. ¿Conseguiste colocar las cuerdas?

- Que va -negó con la cabeza-. Estuve como media hora intentándolo y nada. Parezco lerda, ni que fuera la primera vez que lo hago.

- Trae la guitarra, anda, que ya lo hago yo -las colocó en un par de minutos-. Ya está.

- Gracias, Natalia.

- No es nada. Sabes que para lo que necesites estaré yo aquí o estará Damion -el susodicho levantó la cabeza al oír que le nombraban y se dio un golpe con la estantería de los discos, provocando las carcajadas de Natalia.

- Ay, joder, que no hace gracia -tenía un acento muy marcado que a Alba le causó ternura.

- ¿Estás bien? -preguntó.

- Si, si, no pasa nada, gracias.

          Alba se volvió a mirar a Natalia tras comprobar que el otro chico estaba bien. Guardó la guitarra en la funda con las cuerdas nuevas ya puestas e hizo ademán de sacar la cartera.

- Ni se te ocurra, ¿cómo te voy a cobrar por algo así?

- Pues no lo sé, tampoco quiero que sea trabajo gratis que sé lo mucho que jode.

- A ver, Alba, que le he cambiado las cuerdas a una guitarra, tampoco es la gran cosa. Si quieres me invitas a un café, pero tampoco te voy a dejar mucho más.

          La rubia se sonrojó levemente, aunque intentó evitarlo con todas sus fuerzas.

- ¿Y a ti quién te ha dicho que me quiero tomar un café contigo? -bromeó.

- Pues no lo sé, era una propuesta al aire. ¿Te apetece?

- En otro momento a lo mejor, pero he dejado el disco que me diste esta mañana a medio escuchar y tengo ganas de acabarlo porque es realmente bueno.

- ¿En serio?

- Sí, no sé cómo es que no lo había escuchado antes.

- Bueno, pues me alegro de habértelo descubierto.

- Yo también.

- ¿Nos vemos el viernes en El Gato Negro?

- Claro, a ver si consigo hacer una actuación decente.

- Ya verás que sí, una mala noche es una mala noche y de ahí no pasa.

- Gracias, Natalia.

- No es nada, Alba.

         Y tras esas palabras y con una sonrisa en la cara, la rubia llegó a su casa y se tiró en la cama para terminar de escuchar el disco que había dejado a medias. Cada canción era un estado de ánimo distinto, una montaña rusa de emociones con la que igual le apetecía bailar sobre la cama o dormir una semana. Escuchó el disco dos veces más y al terminar tenía claro cual era la canción nueva que iba a cantar el viernes. 

El Gato Negro // AlbaliaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα