Parte 10

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¿Cuánto tiempo?

¿Cuánta eternidad se está deslizando?

El abismo no conoce la luz. Es un fondo profundo, apagado, donde reina un espectral silencio interrumpido solo por esporádicos aullidos que la envuelven como un velo de muerte y de inmediato la abandonan. Ella está allí, protegida, sola. No tiene la percepción del tiempo exterior, porque el interior es un reloj clavado en el hielo. Su cuerpo está sepultado en las profundidades del mundo tal como su mente viaja libre y vagabunda por aquellas del ánimo. De ambos abismos deberá salir.

El calor deberá sustituir al hielo.

¿Pero cuánto tiempo? ¿Cuánta eternidad debe transcurrir?

Normani puso rumbo a las Ramblas, que desde el Hard Rock Café llevaban al mar, moviéndose entre la gente que abarrotaba el paseo, abundante de quioscos y puestos de todo tipo. ¿Eran todos elementos de su memoria? Quizá sí, dado que durante la excursión había recorrido aquella calle con sus compañeros de clase, escabulléndose entre los centenares de turistas para llegar a la carrera a la zona del puerto de Barcelona.

Pero mucha de aquella gente podía ser fruto del intercambio de los recuerdos del transeúnte catalán al que Ally había interrogado. ¿Cómo distinguir la propia realidad, en un lugar de memoria compartida? Mientras caminaba a paso rápido, Normani reconoció a un artista callejero, que se exhibía saliendo del agujero de una mesa dispuesta como si su cabeza fuera el plato principal de la cena. Debía de haberse hecho también una foto junto a aquella mesa, durante la excursión. Recordó también un quiosco que vendía pequeñas y graciosas reproducciones de políticos y futbolistas, con la cabeza enorme y el cuerpo en miniatura. Pero la multitud de personas que la rodeaba podía estar compuesta también por amigos y parientes del señor catalán. ¿Quién podía decirlo? Normani sacudió la cabeza, confusa; luego una certeza surgida de la nada le produjo un estremecimiento en la espalda.

Se detuvo un instante, paralizada por un pensamiento que llegó sin preaviso como un huésped indeseable y se le plantó en la mente como un clavo.

«Todas estas personas están muertas.» Cerró los ojos durante un momento y lo volvió a ver todo. Como en una secuencia rápida de diapositivas, las imágenes de su fuga de Milán se proyectaron en su cerebro y la devolvieron atrás. Al horror. La lanzaron a las últimas horas de vida del planeta Tierra, cuando ella y Dinah habían escapado de la ciudad huyendo del toque de queda, se habían refugiado en el chalecito de una familia, y la noche antes del fin del mundo habían hecho el amor. Un sublime momento fuera del tiempo, un instante de ensueño en una realidad próxima a la pesadilla, mientras el cielo era un encendido enredo de nubes y polvo, la tempestad de viento y detritos arreciaba y el asteroide entraba en escena como el más increíble de los fuegos artificiales en un firmamento de tonalidades variadas.

Normani liberó un grito agudo y sus ojos se desorbitaron. No quería permanecer prisionera de aquel recuerdo. Por nada del mundo.

«¿Por qué hemos sobrevivido a todo esto?», se preguntó apartándose del rostro un mechón de cabellos.

La mano que se apoyó sobre su hombro le heló la sangre en las venas.

Permaneció inmóvil durante un momento.

—Mi niña, ¡cómo has crecido!

Normani se volvió de golpe.

Aquel timbre ligeramente ronco era una señal distintiva que habría reconocido en medio de un millón de voces. La persona que más amaba en el mundo cuando era pequeña. De la que se fiaba. La misma que la había envenenado en la dimensión paralela de la que provenía Dinah.

Memoria (Adaptación Norminah)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin