Parte 17

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La mujer se sentó al borde de la cama y acarició con dulzura una mejilla de la niña de

pelo castaño. Sonrió y suspiró, luego le dio un beso en la frente.

Todo irá bien, cariño.

La niña se secó una lágrima y respondió:

Tengo miedo.

¿De qué? preguntó la mujer.

De desilusionar a papá respondió ella, y se volvió hacia el lado opuesto, sin lograr contener el llanto.

Amor, papá está orgulloso de ti. Has llegado hasta este punto, para él ya es un éxito enorme, vaya como vaya mañana.

La pequeña alzó la vista. El techo era un hormigueo de estrellitas fosforescentes que volvían mágica cualquier noche, en su dormitorio. Su pequeño rincón de la Vía Láctea, que la acompañaba siempre entre los brazos de Morfeo.

¿Vaya como vaya?

Claro, cariño. Porque eres una niña extremadamente adorable.

Rio. Su madre sabía hacer desaparecer cualquier tensión. Le bastaban pocas palabras, una mirada. Podía acariciarle el corazón.

Gracias, mamá.

La mujer sonrió y le pasó una mano por el cabello, despeinándola en broma.

De todos modos... ¡pobre de ti si mañana no ganas!

La niña rio de nuevo y se ocultó debajo de las mantas. Su madre le estrechó la mano y la llevó a los labios para un último beso ligero, luego se levantó.

Cuando estuvo en el umbral, se volvió otra vez hacia ella.

Será una gran final, Normani. Lo sé.

Se despertó sobresaltada. Abrió desmesuradamente los ojos, encontró la luz de neón encima de su camilla y apartó la mirada. El resto de la habitación estaba inmerso en la oscuridad. No había rastro del hombre que le había hablado. ¿Pero qué era la visión que acababa de tener? ¿Era un sueño? ¿Un recuerdo?

Había percibido una emoción real, un afecto sincero. ¿Aquella era su madre? En tal caso, ella se llamaba Normani. No estaba segura, pero de momento era la única respuesta a sus mil preguntas. Mejor tenerla en cuenta.

Será una gran final, Normani...

El zumbido de las puertas automáticas rompió el silencio. Decidió cerrar los ojos, dejando abierta una sutil rendija para escrutar sin ser vista. Dos muchachos se acercaron, se intercambiaron un gesto con la cabeza y se pusieron en los dos extremos de la camilla, listos para empujarla.

—Es de veras guapa... —dijo uno de los dos, mientras Normani fingía dormir.

Cuando estuvieron en el pasillo, un fuerte resplandor embistió sus párpados, y los encendía de un rojo fuego. Normani mantuvo los ojos cerrados durante todo el tiempo, mientras sus pensamientos comenzaban a hacerse insistentes.

¿Qué es todo esto?

¿Qué ha sucedido antes de todo esto?

¿Quién soy?

Ben volvió al sector C después de haber recorrido la galería en medio del océano y alcanzó la cápsula de levitación magnética que conducía de un lado al otro del área. Insertó el índice en una ranura situada a la derecha de la puerta corredera y en pocos segundos esta se abrió. A veces, para mantenerse en forma, a Ben le agradaba recorrer el sector a pie, de un extremo al otro, a paso rápido. En caso contrario, se servía de la cápsula. Gracias a la suspensión electrodinámica, que aprovechaba las polaridades opuestas de los magnetos de la cabina y de la vía sobre la que viajaba, este medio estaba en condiciones de moverse a velocidad sostenida a lo largo del bloque y cruzarlo en menos de treinta segundos.

Memoria (Adaptación Norminah)Where stories live. Discover now