je suis amoureux de toi

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estoy enamorado de ti.

De eso se trata el amor. De darle a una persona la facilidad de destrozarte, pero confiar ciegamente en que no será así.

   —¿Dijiste que Jongdae es intolerante a la lactosa?

   Johnny tarda un par de segundos en contestar. —Sí, sí. Ten cuidado con eso.

Todo parece ir bien desde la pequeñísima y significativa charla que tuvieron.

Los padres de Jaehyun, de alguna forma que ninguno logra entender, consiguieron matricularlo en alguna universidad privada a través de, lo que suponen, serían los muchos contactos que ellos tienen. Le quedan unos pocos días para empezar. Johnny sigue trabajando en La rose d'or y cada vez ama más su trabajo, aunque eso implique tener que aguantar agrias bromas de parte de Yoo Youngjae, los malos temperamentos y aires de grandeza de muchos clientes, y la ausencia de Jaehyun por horas. Al menos sus horarios encajaban y tenían toda la tarde por delante para hacer cualquier cosa que se les ocurriera.

Esta vez se preparan para la visita de los amigos del mayor, aquellos que no llegó a conocer el día en el que la relación con Johnny cambió. Por alguna razón, esta vez no hay nervios ni inseguridades por parte de Jaehyun.

—¿No sería más fácil preparar pasta? Sé que no es buena para cenar, pero realmente no tengo ganas de cocinar, John. Además, sé que no me ayudarás —se queja, adorable. Hace un puchero sin darse cuenta siquiera, acto que infla el corazón de Johnny de golpe y le provoca inmensas ganas de robarle un beso. Qué ser tan, tan hermoso. Esperaría a salir del supermercado para poder saborearlo cuanto quisiera.

   No puede evitar esbozar una sonrisa llena de admiración ante la gran magnificencia que podía llegar a contener un gesto tan simple como lo era un puchero.

   —A ellos les dará igual siempre y cuando sea comestible, son peores que los cerdos. Prepara lo que te apetezca y —se detiene un momento a sostener la mirada divertida que Jaehyun le dedica y pronuncia, con suavidad— muchas gracias por todo, Jae. Te lo recompensaré.

   —Eso espero —dice en voz baja y empujando el carrito de la compra de nuevo, con una sonrisa imborrable en su rostro que no ha podido contener (y que debe ocultar a Youngho para que no comience a molestarlo).

   Después de su breve conversación y haber tomado los ingredientes necesarios para la comida que han decidido preparar, se dirigen a casa.

   Suena muy bien. Eso de ir a casa, juntos. Su hogar, refugio, cualquier nombre que quisieran ponerle pero, al fin y al cabo, ¡suyo!

   —¿Sabes? —habla, de repente, Jaehyun.

   Levanta la vista hacia el cielo y aprecia con profunda devoción las tonalidades oscuras que comienzan a invadir a las naranjas, ganando una vez más la guerra que tiene lugar cada anochecer.

—No, no sé —Johnny responde con gracia y ríe ante el golpe que le proporciona Jaehyun en el hombro, risa que provoca un falso cabreo y malas caras en el más bajo.

—¡Era algo importante! ¡Muy importante! —se defiende mientras intenta no reír. Estás enfadado, se repite, estás enfadado así que, ¡no te rías!

Pero le es imposible cuando, después de asegurarse de que no hay nadie cerca y por sorpresa, Johnny lo toma por las mejillas y planta un beso tierno en sus labios.

¿Cómo no reír ante eso? Si los besos del chico saben a pura felicidad y a la más jubilosa alegría que alguien puede experimentar. Es un regocijo desbordante, lleno de amor y esperanza.

sur des rêves et des bisousWhere stories live. Discover now