CAPÍTULO 3: EXPOSICIÓN A MAKO

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Se sentía incómodo, estaba desnudo dentro de una cápsula de cristal, con un par de científicos observándole. Tenía tubos conectados por todo el cuerpo y la máscara para respirar le apretaba la cara. Sintió un líquido espeso que le subía de los pies a la cabeza, al principio frío, pero poco a poco sintió una especie de calidez que le recorría todo el cuerpo.

No tardó mucho rato en pasar de ese efecto extrañamente agradable, a sentirse mareado y con una cierta angustia, era un torrente de sensaciones. Un fuerte sonido, como miles de voces gritando de dolor, le provocaba una gran presión en la cabeza. En cuestión de poco tiempo, acabó por desmayarse.

Zack abrió los ojos y se encontró levitando por el aire, desde lo alto del cielo. Unas altas montañas daban cobijo a un gran bosque, que albergaba un pequeño pueblo situado en medio de aquel lugar. No muy lejos de allí, un rio de agua clara como el cristal bajaba hasta desembocar al mar.

Reconoció aquel lugar, era Gongaga su ciudad natal, un pueblo de campesinos. Bajó volando para ver la ciudad más de cerca, aunque daba la sensación que nadaba en el aire en vez de volar. El ambiente era muy espeso.

Un conjunto de casas, de construcción bastante antigua y campestre, hechas de piedra y con los techos de color azul recubiertos de paja por los lados, chocaba con el contraste de la tecnología construida por Shinra. Un reactor Mako, situado a las afueras de la ciudad, abastecía energéticamente las casas a través de unos tubos de hierro que salían del suelo. Zack divisó su casa y recordó las dificultades que en tiempos pasados sufría el pueblo para vivir, hasta que llegó Shinra cuando él tenía trece años y construyó un reactor Mako, facilitando la vida de todos los aldeanos.

A pesar de la llegada de la electricidad, la televisión, las tuberías con agua caliente y algún que otro lujo más, la vida en el pueblo seguía siendo aburrida y monótona para Zack; un chico hiperactivo y amable que se ocupaba de pastar y proteger todo el ganado de los aldeanos.

Cuando apenas era un niño, ya poseía unas cualidades físicas muy superiores al resto, aunque él no era consciente de ello, pues había muy pocos chicos de su edad. A pesar del cariño que tenía a los ciudadanos del pueblo y lo mucho que quería a sus padres, se sentía solo y vacío, sabía que su vida no estaba destinada a trabajar en el campo. Esa fue la mayor razón por la que decidió marcharse a Midgar; para trabajar en Shinra, la empresa que hizo de Gongaga un lugar mejor y hacerse miembro de SOLDADO, para hacerse fuerte, rico y famoso; como Sephiroth, que con solamente diecinueve años ya era el mejor miembro de Primera Clase de SOLDADO.

Zack, desde el aire, se vio asimismo salir con una mochila rumbo a Midgar, acordándose de aquel momento, el día de su cumpleaños. Tenía dieciséis años y su madre le regaló un jersey azul de lana con cuello alto y sin mangas, era su preferido y lo llevaba siempre que podía. Se acordó también del regalo que le dio su padre, una esfera de color verde intenso que relucía de una forma enigmática. Notó en su piel el fuerte abrazo que se dieron en su despedida.

Vio la pequeña casita junto al río, relativamente cerca de Gongaga, en la que vivía aquel herrero tan amable que le dio sus primeras nociones en el uso de Materia. Al conocer lo que quería hacer y el viaje que emprendía aquel chico tan joven, éste le regalo una de sus mejores armas, la Espada Mortal; larga y gruesa, pero bastante ligera teniendo en cuenta sus dimensiones, y en ella había un compartimento de Materia con una esfera de color azul.

La imagen del cielo azul que sobrevolaba, se tornó de un intenso verde fluorescente. Un líquido espeso, como una ola que surcaba el cielo, acabó por alcanzarle. Zack cerró los ojos y se protegió con los brazos.

Al abrir los ojos parecía que no hubiese cambiado nada, todo seguía a oscuras, era una sensación desesperante, adherida al mareo y nauseas que sentía. De repente una gran llamarada de fuego le cegó, sintiendo un calor exasperante. Un torrente de agua le inundó, tenía la sensación de ahogarse, pero nunca llegaba a producirse su muerte y de golpe sintió un frío insoportable; Zack ya no podía nadar, estaba atrapado en el hielo. Era como si todos los fenómenos del universo le golpearan uno tras otro: tierra, viento, gravedad, cometas... Hasta sentir una sensación de bienestar y pureza, notando una energía que le recorría por todo el cuerpo. La oscuridad y la falta de cualquier sensación se volvieron a apoderar de Zack.

Final Fantasy VII - Los miembros de SOLDADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora