36. El robo

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El robo

Llamar a la muerte iba en contra de todas mis pasadas teorías

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Llamar a la muerte iba en contra de todas mis pasadas teorías. Seguía creyendo que era imposible verla a menos que estuviese a punto de morir, pero la abuelita de Nora estaba convencida de que era algo que merecía ser probado y que no podríamos descartarlo.

Además, había otro punto en toda su loca conspiración con la muerte. Si yo era un ángel, mi asesino no podría deshacerse de mi con tanta facilidad, así me apuñalara una y mil veces más. Terminaría regresando a este mundo enterita.

—¿Aún le cortara la cabeza? —preguntó Edén, tapándose la boca. Me dieron ganas de darle un golpe. Sugerir que me cortaran por la mitad o cualquier otra parte del cuerpo sí que me daba grima.

—No creo que haya límite alguno para un ángel de la muerte —contestó la anciana—. Ella regresaría, al fin y al cabo.

Nora, que estaba parada detrás de ella, frunció el ceño, no muy convencida.

—Pero, Abuela, si ese fuera el caso, si mantuviesen la cabeza separada de su cuerpo, no podría reiniciarse. Solo volvería si la unieran.

Carraspeé, molesta, pero nadie me prestó atención, ni siquiera Luca. La bruja mayor y la menor se miraron y se pusieron a debatir cuáles serían los puntos correctos para validar esa situación y tuve que ponerme a agitar los brazos, asqueada. Hasta sentía que me dolía el cuello de escucharlos parlotear sobre eso.

—¿Por qué demonios estamos hablando de cortarme la cabeza? —chillé.

Nora clavó sus ojos ámbar en mí, bastante seria.

—Exactamente por eso, por los demonios. Siempre cabe la diminuta posibilidad de que el demonio pueda enterarse de que eres un ángel de la muerte y que eso podría dificultarle su llegada a este mundo.

La abuela también me miró.

—Si él logra establecer una conexión real con el asesino y le dice lo que tu eres, ten por seguro que la mejor forma de matarte será esa.

—Y si se lleva tu cabeza, no podrías volver y tu alma sería entregada, al fin y al cabo —añadió Norita—. No es solo un chiste, es serio.

—Todas estas son suposiciones, ¿no? —intervino Luca, poniéndome una mano en el hombro como para calmarme—. Solo sabremos si es real si logramos hablar con la muerte.

Mientras ellas asentían, Edén me frotó la espalda. Por suerte, se habían acordado de lo perturbante que era charlar del tema.

—Aunque todo esto desde un inicio sigue siendo una teoría. Serena ni siquiera podría ser un ángel de la muerte.

—Podríamos equivocarnos, sí. Pero la verdad, es que lo mejor para ella sería que no.

Me giré hacia la mesa, ya después de todo ese largo rato sintiéndome un bicho raro incomprendido, y estampé la cara contra los libros. Lo único que hice fue contener los deseos de zapatear y berrear como una niña chica. Para mí, eso —nada en realidad—, no era bueno para mí.

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora