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Ese sonido cotidiano, ese ruido un tanto fastidioso, comencé a escucharlo a lo lejos, pero poco a poco, mientras más pasaba el tiempo, lo escuchaba más cerca hasta que la razón me dijo que no era parte de mi sueño, sino la alarma de mi celular que sonaba ruidosamente en la mesa de noche a un lado de mi para que me levantara de una buena vez.

Con manos torpes y un tanto disgustada por tener que sacar mi cálida mano de mis cómodas y calientes cobijas para poder apagar la alarma dejando de nuevo toda mi habitación en un completo y cómodo silencio.

Me tuve que mentalizar un momento a quitarme las cobijas y enfrentarme al frío que, por las fechas, ya le daba una temperatura diferente a mi habitación, de todos modos, sin pensarlo mucho más, me quité las cobijas y me incorpore en la cama para finalmente quedar sentada a la orilla de ella, pero aun así seguía torpe por recién haber despertado. Me levanté de mi cama y mientras estiraba mis brazos y mi espalda, le pedía a mi bocina que pudiera un poco de música, mi cuerpo se estiro satisfactoriamente y así terminé de despertar.

Tomé una toalla y me metí al baño para darme un caliente baño, tan caliente que mi piel se ponía roja, como me gustaba y envuelta en una bata de baño, salía para buscar lo que me pondría el día de hoy para ir a trabajar.

Hoy era uno de esos días en el que el otoño olvidaba que aún no era su turno por eso la vestimenta del día de hoy sería un pantalón de mezclilla negro, botas negras, una playera de manga larga y ajustada del mismo color y un abrigo largo de color gris, cabello suelto, un labial rojo y nada más.

Un simple desayuno y salíamos de casa. El frío me pegó fuerte en la cara, por eso corrí a mi auto cerrando la puerta y poniendo un poco de calefacción.

Al llegar a mi trabajo, dejé mi auto donde siempre lo hacía, en el lugar que se me había asignado en el estacionamiento del museo de arte, tomé mi bolsa del asiento de copilotos y bajé. A esta hora del día el museo aún seguía cerrado por es que no había demasiadas personas y mucho menos había demasiados autos en el estacionamiento, lo bueno es que no había muchas personas a quienes saludar cuando entraba, sería cansado tener que decir buenos días a todo mundo.

En el taller de restauración ya estaban esperándome Lila y Marcus, quienes al verme llegar me sonrieron al igual que yo.

—Buenos días –saludé dejando mis cosas en mi escritorio y quitándome el abrigo -¿Qué tenemos para hoy?

—Cuadros del renacimiento y del barroco –contestó Lila mirando la tableta que tenía en las manos y donde venía el inventario del cargamento que habían donado hace unos días para exponer en el museo

Siendo la jefa del departamento de restauración, mi trabajo era supervisar a estos chicos y mandarlos, pero realmente me gustaba mi trabajo así que todos hacemos el trabajo como iguales, aunque claro está, que cuando hay algún problema la que tiene que dar la cara soy yo.

Terminé de ponerme mi bata, atarme el cabello en una coleta de caballo y ponerme unos guantes para poder trabajar.

—Por cierto –interrumpió Lila –un hombre vino y me pidió que te diera esto –se acercó a mi entregándome una tarjeta de presentación de color dorado con letras negras

Tomé la tarjeta y la miré girándola para mirar sus ambos lados.

Adam Rodman

Familia Jeon

Era lo único que decía, pero de todos modos volví a mirar la tarjeta por detrás esperando haberme saltado alguna información extra, pero no, no había ninguna información más que me dijera quién era ese hombre o me diera alguna idea de lo que quería hablar conmigo, solo había un teléfono.

—¿Por qué ellos querrían hablar contigo? –preguntó Marcus mirando la tarjeta en mi mano al igual que yo

—¿Los conoces? –levanté la mirada curiosa, esperando que me diera toda la información que él tenía sobre este apellido o este hombre

—Claro, son una familia que ha vivido en el pequeño pueblo de xxx, está a unas 4 horas de aquí

—Vaya –leí de nuevo el nombre en la tarjeta –hizo todo un viaje hasta aquí

—Eso quiere decir que debe ser algo muy importante. Ellos tienen una mansión que ha pasado de generación en generación, lo han logrado de maravilla... -suspiró un poco mirando al techo –creo que hablamos de una mansión de 1779 –me miró de nuevo –fue cuando la construcción comenzó

—¿En serio tienen una mansión de esa antigüedad? –sabía que mi expresión de sorpresa era demasiado obvia

—Sí –se giró a seguir limpiando el cuadro que había sobre la mesa –dicen que los empleados solo trabajan en esa mansión si prometen permaneces sirviendo hasta el último día de sus vidas

—¿Qué pasa si llegan a cometer algún error? –preguntó Lila cruzada de brazos y recargada en una de las mesas del otro lado de la habitación

—Bueno, no lo sé –se giró de nuevo a nosotras –supongo que los despiden después de haber firmado algún contrato de confidencialidad o algo así

—¿Contrato de confidencialidad? –me burlé

—Esa familia es muy... rara

—¿Por qué ser tan misteriosos? –preguntó Lila con un tono de curiosidad

—La mansión tiene 250 años –continuó él, dejando de nuevo el trabajo en pausa –tienen muchas habitaciones, es obvio que tienen muchas antigüedades que valen millones de dólares. Deben ser demasiado cuidadosos con quiénes dejan entras y tocar todas esas piezas tan valiosas

—Tiene sentido para mí –dije –si yo fuera dueña de una casa con esa historia, no dejaría que nadie entrara a casa

—¿Ocultarías esos tesoros a la humanidad? –Marcus parecía indignado ante mi idea

—¡Claro! Serían de mi familia nada más, son valiosos sentimentalmente

—Yo haría lo mismo –dijo Lila haciéndome segunda

—Las dos son una vergüenza para nuestra comunidad 

También en otra vida (JeonJungkook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora