Chris Evans #1

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Miraba como ella leía relajada en nuestro sofá, no podía pensar en que en dos días lo nuestro podría terminar. 

—¿Dejarás de mirarme? —preguntó sin sacar su mirada de aquel libro de astrofísica. 

—No... No voy a dejar de mirarte en estos dos días.

Dejó su lectura para acercarse a mí, me dio un beso en los labios y me sonrió con calma.

—Amor, estoy en esto desde que tengo veinticinco, y pasado mañana es mi gran oportunidad... Yo también tengo miedo, pero es lo que siempre quise en mi vida.

Sus dedos se enredaban en mi cabello, mis manos estaban en su cintura. 

—¿Y sí algo sale mal? Amor, yo no puedo solo, además tenemos una hija de solo seis meses... —dije preocupado y nervioso a la vez.

Juntó nuestros labios haciendo presión en mi nuca para juntarnos más. Nos abrazamos.

—Lo sé... Pero todo va a estar bien, no pensemos en negativo. 

Los llantos de nuestra pequeña hija nos sacaron del nuestro momento, reímos y ambos fuimos a ver que le pasaba. Se había despertado.

—Ya, tranquila —murmuró ella mientras la cargaba.

Empezó a mecerla suavemente, yo me acerqué para besar la cabeza de nuestra hija y a abrazar a ambas.

—Te voy a extrañar mucho —susurré.

Sus ojos marrones se posaron en mis azules.

—También yo, pero te prometo volver... Solo será un año.

Asentí con dolor en mi pecho, las lágrimas salieron de mis ojos lentamente.

Pasamos el siguiente día como si fuera el último de nuestras vidas, no me gustaba pensar que tal vez era el de ella, miraba como jugaba con nuestra hija y nuestro perro, mis ojos querían soltar lágrimas de tristeza y felicidad al mismo tiempo. Me uní a ellas y mi hija empezó a jugar con mi cara mientras que reía, aún era pequeña, pero era muy salvaje. 

Escuché a ______ reí, iba a extrañar escuchar esa risa, iba a extrañar todo de ella.

—Bien bebé, es tarde y mañana mami debe ir al espacio exterior, vamos a dormir —dijo ella riendo.

La tomó en sus brazos para darle un beso en su mejilla y la llevó arriba.
Ordené todo el desastre de comida y juguetes tirados que había para después dirigirme a la habitación de mi hija. Ahí me encontré a  ______ acariciando su cabecita y susurrando cosas.

—No dejes que papi se comporte como un idiota, ni que mire a otras chicas mientras yo no estoy, si lo escuchas llorar no te asustes, él solo extrañaba a mami así que vas a tener que consolarlo mucho —dijo y un sollozo se le escapó. —Te amo, hermosa, por favor cuida de tu padre, volveré pronto.

Ella intentaba no llorar pero todo le jugaba en contra, tapó su boca con su mano para evitar que otro sollozo más fuerte se le escapara.

—Ella también te ama —dije triste.

—Christopher... Me asustaste —murmuró con una mano en su pecho.

Sonreí débilmente me acerqué a su lado, la abracé mientras mirabamos a nuestra hermosa creación, a ese pedacito de ambos.

—Es igual a ti, tus mejillas, tus ojos, tu cabello... La gente dirá que yo la adopté y que tu eres el padre biológico de la niña —rió.

Me reí de eso también. La apreté más fuerte a mi pecho sintiendo su espalda chocar. 

—Vamos a dormir, es nuestra última noche juntos en un año —murmuré en su cuello, dejando suaves besos en el.

En la mañana una camioneta perteneciente su trabajo nos pasó a buscar, NASA, decía en el costado de esta. Mi mujer no tenía un trabajo común y corriente como muchas otras, ella era la astronauta más hermosa e inteligente que pude haber conocido, y era perfecta. Rosie miraba todo por la ventanilla, sorprendida, claro, era una bebé y todo le parecía interesante. Yo sostenía la mano de _______ y no quería soltarla por nada en el mundo.

—Chris, llegaremos en cinco horas y mi mano necesita respirar —susurró ella en mi oído.

Sin querer hacerlo tuve que soltarla.

—Parece que hay buen clima hoy, _____, será un despegué exitoso —dijo el conductor, Albert, amigo de ella desde los primeros días.

—Si, eso espero, la prueba de fuego salió bien así que todo indica que nada malo sucederá —sonrió mi mujer felizmente.

Cinco horas pasaron volando, llegamos al extravagante lugar y todos al vernos se pusieron locos, en especial por ver a Rosie quien sonreía gustosa de tener toda la atención en ella. Claro, _____ era la chica más joven en entrar en la NASA y también una de las más jóvenes en ir al espacio, pues solo tiene treinta y tres años, y cuando entró tenía veinticinco años, se mató estudiando toda su vida para lograr esta locura. Todos le tienen un gran cariño y respeto, y el saber que ya se había comprometido, casado hacía dos años y ya tenía una hija, lograba que todo fuera una fiesta. 

—Bueno chicos, ya tengo que ir a cambiarme, Chris, sostén a Rosie —dijo mirándome.

—¿Podemos hablar antes de... Eso? —pedí con expresión triste.

—Claro —asintió con una sonrisa melancólica.

Nos llevó hasta el vestuario donde se tenía que cambiar. Nos miramos a los ojos, nuestras lágrimas no tardaron en salir.

—Es como en tus películas, tomas un avión, estás un año de viaje de acá para allá y luego regresas a casa con tu familia —dijo ella intentando calmarme.

Asentí con mi cabeza mientras lloraba y sorbía mi ariz. Juntó nuestros labios fuertemente.

—Te amo y te voy a extrañar los trescientos sesenta y cinco días de este año —murmuró.

—También yo —susurré.

Sus manos acariciaron mi barba, sonrió. Tomó a Rosie en sus brazos y la miró con lágrimas a punto de salir.

—Te amo bebé, por favor no te enojes conmigo por esto, tu me entenderás cuando tengas tus locos sueños también —dijo triste, llorando pero sonriendo a la vez.

Besó su cabeza y la abrazó fuertemente.

—Bien ya... Ya es hora, tengo que cambiarme he irme.

Asentí y nuestras manos se fueron separando cuando yo poco a poco me alejaba de ella.

Llegamos a donde estaban todos los demás que verían el despegue, una mano se posó en mi hombro y al girarme vi a Albert a mi lado, me sonreía triste.

—Estará todo bien —dijo tratando de animarme.

suspiré fuertemente cuando vi como ya estaba todo listo, mi hija se tiró de mis brazos para tocar el cristal, balbuceó un de cosas sin sentido y sonrió.

—Si mi amor, es mami —susurré.

Le puse unos grandes audífonos en sus orejas para que el ruido no le afectara, por más lejos que estuviéramos, el ruido se escucharía igual y muy fuerte para una simple bebé.

Hicimos la cuenta regresiva... La nave despegó.

—Vamos, amor —murmuré asustado.

Veía como el armatoste subía hasta que se perdió en el cielo, llegando al espacio y ya no pude ver nada, solo escuchar los festejos de la gente al saber que había sido un despegue exitoso y que la nave, en menos de lo que se esperaba, ya estaba en la órbita de la tierra. 


Marvel One-ShootsWhere stories live. Discover now