Steve Rogers

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—Buck —susurré con mi voz entrecortada.

La tenía frente a mí, éramos casi iguales, muy parecidos, a decir verdad.

—¿La ves? —contestó con otra pregunta.

—La tengo frente a mí.

No escuché nada más, me concentré en la chica que tenía en frente e intenté que las lágrimas no salieran de mis ojos.

Se abalanzó a mí con intenciones de matarme o de, por lo menos, hacerme daño. Pero yo no quería pegarle, no quería luchar contra ella, no quería lastimarla.

—Alto, por favor, yo no quiero dañarte —le grité entre golpe y golpe.

Me miró con sus ojos azules, iguales a los míos, fríos, sin una pizca de sentimientos.

—Eres mi misión.

Me tomó del cuello con más fuerza de la que yo mismo puedo tener y no pude evitar tener que golpearla cuatro veces fuertemente para noquearla.

Sam llegó a mí y al verla tirada en el suelo, completamente dormida, apoyó su mano en mi hombro y luego palmeó mi espalda como una muestra de apoyo.

—Llevémosla a la torre —dijo él.

Asentí con la cabeza y levanté a mi hija del suelo.

...............

Ya en la torre, Steve miraba el cuerpo de su hija atado a una camilla, Bruce la había revisado y curado varias heridas, nada grave.
Un quejido salió de su boca, me paré rápidamente para verla mejor. Sus ojos se abrieron lento y con cansancio, me miró y giró su cabeza mientras suspiraba y soltaba varios "no"

—¿Cómo estás? —pregunté

—¿A cuántos maté? —dijo evadiendo mi pregunta.

Suspiré sin ganas de contestar eso que yo también había preguntado tantas veces.

—Muchos... Pero no debes sentirte mal, no eras tú.

Volvió a mirarme y luego miró su cuerpo atado.

—¿Puedes soltarme? Por favor —pidió.

La solté y ella me lo agradeció con una pequeña sonrisa.

—Tengo que preguntarte un par de cosas.

—Bien, lo menos que puedo hacer es contestar —aceptó.

Me di cuenta de que no tenía idea de quién era, ni de mí, ni de nadie. Hydra lavó su cerebro cientos de veces al igual que a mi mejor amigo. No le conté que era su padre, no era el momento. 

Tal vez algún día le cuente... Tal vez

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