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Algo me despierta. Son golpes. Golpes metálicos sobre la compuerta de mi celda y que me sacan del ligero sueño al que intentaba aferrarme.

Abro los ojos y lo primero que siento es ese horrible frío. Lo había soportado hasta quedarme dormida y después, supongo que el mismo sueño lo había apartado de mí.

Me duelen los pies, las manos y la nariz (¡Oh, mi nariz!).

Vuelvo a oír golpes. Alguien llama a mi puerta...

Enseguida pienso que me he quedado dormida, así que debe ser Nora (mi supervisora) que viene a despertarme con un puntapié.

Enciendo la única bombilla de la celda y compruebo el reloj. ¡Pero si aún me quedan más de cinco horas de sueño!

Entonces, no puede ser Nora. Y si no es ella ¿Quién se presentaría en mi celda en mitad de la noche?

Más golpes.

Me levanto encogida y voy hacia la compuerta tambaleándome sobre mis piernas temblorosas por el frío. No quiero que quien sea acabe despertando a toda la sección.

Antes de hacer nada, miro al reluciente botón de la compuerta y me pregunto si debo abrir. En fin, no se permite a nadie estar despierto a esas horas, mucho menos visitar a un compañero.

Si pulso el botón me meteré en un buen lio.

Claro que también podría ser una emergencia, aunque de ser eso habrían sonado las alarmas...

Una nueva retahíla de golpes acaba de decidirme y aprieto el botón.

La persona que encuentro al otro lado es Zach, mi compañero de patrulla. ¿Por qué no he pensado en él desde el principio? A nadie más se le ocurriría presentarse en la celda de otro a esas horas.

Aún así, me quedo pasmada observándole parado en mitad del pasillo de la sección de chicas. Y tan solo vestido con el pijama.

-¿Qué estás haciendo aquí?- le pregunto sin permitirme elevar tanto el tono de voz como gustaría.

No deja de mirarme con el ceño fruncido y la misma expresión escrutadora que usa durante las misiones en el exterior.

-¿Duermes con la chaqueta puesta?-

Ignora mi pregunta a propósito. No obstante, me pone nerviosa que me mire así y en lugar de insistir, me envuelvo más en la prenda.

-Aquí dentro hace mucho frío- respondo.- Zach, no puedes estar aquí ¿Por qué has venido?-

-Solo quería saber si ya te encontrabas mejor. Te has pasado todo el día estornudando, tosiendo, sorbiéndote la nariz...-

Vaya, no me ha quitado los ojos de encima. Tanta preocupación me pone más nerviosa aún, así que sacudo la cabeza con firmeza.

-Es solo un constipado.-

-Eso puede no ser tan inofensivo como crees- me dice y alza la mano en dirección a mi rostro, pero logro esquivarle antes de que me roce.

-Pero ¿Qué haces?-

Zach resopla bajando los párpados un segundo. Suele hacer ese gesto bastante a menudo.

-Iba a comprobar si tienes fiebre-

-No puedes-

-¿No puedo tocarte la frente? ¿Ni siquiera para saber si estas enferma?-

En el tono de voz que usa queda claro lo absurdo que le parece eso, como casi todas las normas de la Base.

Para mí, en cambio, es un tema muy serio. Podemos tener grandes problemas tan solo por estar hablando en plena noche.

Patrullas del ExteriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora