4.

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-Buenos días, Molly- me saluda.- ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mejor?- Asiento con la cabeza. Todos los días me cuesta un poco empezar a hablar con él estando en público, aunque él siempre hace como si no se diera cuenta.

Entonces, coge su galleta y la suelta en mi plato.

-¡Zach!- protesto yo.

-¿Qué? Estas enferma, necesitas fuerzas extra-

-Ya te he dicho que estoy bien, no…- La frase se corta por un, más que inoportuno, ataque de tos que me sacude todo el cuerpo hasta dejarme doblada sobre la silla.

Cuando me recupero, Zach está terminando de vaciar su vaso de leche en el mío.

-Bébetelo. Y ni se te ocurra decir nada.-

Al contrario de todo lo demás, estas excesivas muestras de protección de Zach hacia mí se dieron desde el principio, incluso cuando aún no me hablaba no dejaba de estar pendiente por si me ocurría algo.

Un par de chicas pasan por delante de nuestra mesa con sus bandejas y nos miran. Demasiado. Habrán visto el interés de Zach por mi falta de calcio y les ha resultado llamativo, pero se marchan sin decir nada.

Cuando se alejan lo suficiente, clavo mis ojos en Zach.

-Esto… ¿Cómo he llegado a mi celda esta mañana?-

Los de él se estrechan un instante, y después echa la cabeza hacia atrás como si acabara de entender la pregunta.

-Te llevé yo poco antes del amanecer- contesta tras asegurarse de que no hay nadie cerca que pueda oírnos. Una de las comisuras de su boca se eleva ligeramente, burlona.- Ya sabes, en brazos.-

-¿En brazos?- Enseguida veo la imagen en mi cabeza y mis manos sufren un espasmo. Si alguien nos hubiera visto… - En brazos-

-Sí, eso he dicho-

-¿Por qué no me despertaste?-

-¡Lo intenté! Pero duermes como un tronco ¿Lo sabías?- Al inclinarse hacia delante su rostro queda brevemente ensombrecido, pero los ojos le brillan.- Nunca había visto a una chica dormir tan profundamente.-

¿Qué quiere decir? ¿Con cuántas chicas más ha dormido? Realmente quiero saberlo, aunque sé que no debo preguntar.

Para distraerme cojo las galletas y me las como lentamente dando pequeños sorbitos a mi tanque de leche.

Zach, por el contrario, ha sacado sus herramientas y se dedica a limpiarlas a conciencia. Las suyas siempre están relucientes y listas para usar.

Frunce el ceño ligeramente al tiempo que aprieta los labios. El pelo castaño se le retuerce en la frente formando una graciosa sombra que cae entre sus dos espesas cejas.

Es peligroso mirarle tan fijamente (alguien podría pensar mal de mí) pero me fascina el cuidado con el que trata unos simples utensilios de recolección.

Me recuerda a los Cazadores limpiando sus cuchillas para salir al bosque.

Sus ojos se mueven rápido hacia mí y me pilla observándole. Las primeras veces me ponía nerviosa que lo hiciera, pero ya no.

-¿Por qué haces eso todas las mañanas?- le pregunto con curiosidad.

-Para asegurarme de que están en perfectas condiciones- responde guardando el cinturón.- Es también parte del trabajo ¿No? “Cada Recolector debe cuidar sus herramientas”- Sí, esa era otra norma. Yo solía revisar y limpiar también mis herramientas, solo que una vez por semana como mucho.- ¿No eres tú la que siempre está hablando de la importancia de cumplir las reglas?-

Patrullas del ExteriorWhere stories live. Discover now