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Suena la alarma que cada día nos despierta a todos en la Base. Es como oír el aullido de algún animal moribundo al que ya estoy acostumbrada.

Lo primero que noto es, como cada mañana, el frío agazapado en mi cuerpo dormido que se activa al mismo tiempo que yo.

Frío. Porque estoy en mi celda. Pero no recuerdo cómo he llegado. ¿He venido sola caminando desde la celda de Zach? Así debe haber sido pero… ¿Cómo es que no me acuerdo?

Unos fuertes golpes sobre el metal de mi compuerta me dan un susto de muerte. Oigo la voz de Nora, furiosa, al otro lado.

-¡Arriba, holgazana! ¡Hoy vas a tener un día movidito!-

Me pregunto qué querrá decir.

Bueno, estoy en mi cama y al parecer, nadie se ha dado cuenta de lo que pasó anoche. No vale la pena preguntarse el por qué cuando todo ha salido bien.

Me bajo de la cama y me quito el pijama. Solo tengo un par de uniformes para realizar las misiones fuera, así que escojo el menos sucio y me pongo mis botas.

Por último me ajusto el cinturón de herramientas y me recojo el pelo en una coleta.

La compuerta se abre y salgo al pasillo que es un caos de chicas que van y vienen, todas ya ataviadas con sus propios uniformes dependiendo de cuál es su ocupación. Soy la última, y me encuentro con una cola de casi veinte minutos para poder usar el baño de mi sección.

Por fin puedo poner rumbo al comedor.

La Base es una autentica locura por las mañanas. Y en teoría, no debería ser así. Aquí nos tomamos muy en serio el orden, la puntualidad, los horarios…

Después de que los humanos tuviéramos que retirarnos al subsuelo para huir de los peligros del exterior, surgieron las Bases Subterráneas.

Necesitábamos un lugar donde ocultarnos y desde el cual, la raza humana pudiera sobrevivir para resurgir cuando todo en la superficie se solucionara. Y estas Bases son nuestra única oportunidad.

Pero es necesario que todo siga un orden y que todos cumplamos con las normas establecidas.

Una de las normas es que todos tenemos que realizar cada día el trabajo que no es asignado en nuestra Base cuando cumplimos los 14 años.

A primera hora de la mañana, nada más salir el sol, los Guardianes regresan de su vigilancia nocturna y nos indican a los demás si es o no seguro salir fuera. Su misión es mantener la Base y sus dimensiones arriba seguros. Y a nosotros también, por supuesto.

Si ellos nos dan el visto bueno, los Cazadores pueden salir al bosque para atrapar animales con los que alimentar a la Base. Y nosotros, los recolectores, podemos ir a los Montes en busca de plantas medicinales.

También están los Agricultores que cultivan vegetales y frutas en los Campos.

Aquellos que no salen al exterior también están obligados a cumplir con sus tareas en el interior de la Base.

Hay infinidad de normas para mantener el correcto funcionamiento de este lugar. Y aunque a veces resulta complicado cumplirlas todas, son imprescindibles. La Base no podría salir adelante sin ellas; y nosotros tampoco.

Y eso lo sabemos, por desgracia, gracias a las primeras Bases.

En los primeros asentamientos que surgieron no había tantas reglas como ahora y tuvieron tantos problemas que casi costó la supervivencia de nuestra especie.

Y casi todos fueron a causa de la… procreación.

En el origen de nuestras sociedades, los primeros supervivientes no sabían lo duro que era la vida bajo tierra. Ellos vivieron tal y como lo habían hecho siempre, sin control sobre las relaciones que se establecían entre ellos y las consecuencias que acarreaban sus actos.

Patrullas del ExteriorWhere stories live. Discover now