🌺Ocho🌺

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Cuando el monte se oscureció, y la noche llegó, el padre de Irupé llegó a la cabaña, cansado de tanto trabajo, fue a la habitación de su hija y le abrió la puerta con un manojo de llaves que llevaba a todos lados atado en su cintura con su cinturón.

Irupé apenas escuchó la cerradura, miró la puerta entusiasmada, encontrándose con la figura de su padre con la misma expresión de todos los días, las seriedad, algo que jamás se le caía del rostro.

Su padre sin decir ninguna palabra, ni siquiera saludar se fue al comedor sentándose leyendo el diario, su hija se paró de la cama guardó su libro dejando una hoja doblada en donde había parado de leer, para salir de su habitación e ir a la cocina, para hacer la cena.

A los veinte minutos, ya había terminado de cocinar para poner la mesa y servir la comida.

Se sentó en su lugar y empezaron a comer en silencio.

— ¿Cómo te fue en el trabajo? — preguntó en voz baja, mirando de reojo a su padre.

William siguió comiendo sin modales, llenándose toda la boca de comida y ensuciandose.

— Igual, trabajo y trabajo. — Respondió con la boca llena, escupiendo comida. — Anda traerme el vino querés, ¡No sabes poner la maldita mesa carajo! — gritó.

Irupé asintió y fue a la nevera para buscar una nueva botella de vino abriéndola para dársela a su padre, que la agarró con brutalidad y empezó a beber tranquilizandosé.

— ¿Y vo' que hiciste? — preguntó con un lenguaje campero.

William era uno de esos hombres fríos y serios, pero también tercos y maleducados, él no tenía mucha cultura, ya que siempre fue criado por campesinos o peones, en cambio su esposa Mariana el una mujer de clase alta, de cultura que crío a su hija con esos modales.

Pero cuando se casó con William, ha Mariana su familia la dejo de lado, por a verse casado con una persona fuera de su categoría social.

— Lo mismo de siempre, leer. — Respondió ella, secándose la boca con la servilleta, para luego ponerla en su regazo.

— Tsk... Leer, leer que estupidez así era tu madre toda educada, leía todo lo que dele cruzaba por los ojos y mira cómo está ahora. — Comentó William burlándose, para seguir tomando.

Irupé se había ofendido con las palabras de su padre, porque leer no es malo, es muy buena y más para adquirir conocimiento, cosa que su padre no hacía más que leer el diario, que ni siquiera media palabra del lenguaje periodístico entendía, solamente criticaba a los universitarios.

— ¿Y qué estupideces leías? — preguntó William, ya algo borracho.

— Leía una adaptación de la casa del juez de Bram Stoker. — Respondió, para seguir comiendo.

— ¿Brack qué? — preguntó mirándola con rareza.

— Bram Stoker, es un escritor británico, muy famoso del siglo diecinueve, se hizo famoso por...

— ¡Ay ya cállate me vuelves loco con tantas estupideces de idiotas que ni siquiera saben agarrar un machete! — la interrumpió haciendo ademanes, para terminar de comer, agarrar la botella de vino e ir a su sillón favorito, sentarse y tomar desde allí.

Irupé suspiró con tristeza, para juntar los trastes y llevarlos a la cocina para empezar a limpiarlos.

Le daba mucha pena, que su padre no tuviera los gustos de ella, o que no fuera amante de la lectura, le lastimaba que su padre no la entendiera, o que criticara a las personas que se esforzaron para estudiar.

Ah ella le hubiera gustado mucho ir a la escuela o a un instituto, estudiar una carrera, conocer gente, y no estar encerrada todo el tiempo en una habitación, leyendo una y otra vez los pocos libros que su madre de le dejó.

O dibujar y cantarle a launa para no morirse de soledad, le gustaría ser una persona normal, o de esos personajes de historia que tanto a llamado de felicidad, de fantasía de diversión en sus días oscuros y tristes.

Por suerte Irupé, fue lista y aprendió mucho de su madre, obviamente las cosas buenas, como modales, leer, escribir, verle el lado bueno o malo a las cosas, cultura y otras cosas más que su padre no tenía, y que él quería alejarla para que nada la separará de ella.

Irupé término de limpiar los platos, la cocina y la mesa, guardo los platos y se sentó en la silla esperando a que su padre se durmiera.

William nunca sospechó que su hija se iba de la cabaña por las noches cuando el se dormía, porque si se diera cuenta de seguro la mataría o la dejaría encerrada por el resto de su vida, sin ni siquiera dejarla salir al comedor.

Se emborrachaba todas las noches, que cuando despierta al amanecer, al día siguiente nunca se acuerda de lo que pasó o hizo la noche anterior.

En cambió ella aprovechaba eso a su favor, aunque sea para tener libertad algunas horas, ella se quedó mirando fijamente a un rincón recordando lo que alguna vez su madre le dijo como consejo.

[...]

— ¡Mamá!— la llamó Irupé a su madre, de pequeña.

— ¿Qué pasa cariño mío? — preguntó su madre, acariciando los rizos rubios de su pequeña con dulzura.

— ¿Por qué le hablas a la luna? — preguntó la pequeña con curiosidad.

— Sabes hay veces que me siento sola, o que tu padre no me entiende, entonces le hablo a la luna para que me ayude, para que me escuché yo confío en ella porque ella aunque sea te escucha y se calla, además es una gran inspiración para muchas personas. — Contestó con una sonrisa, sentándose su hija en su regazo.

— ¿Inspiraciones como qué? — preguntó la nena con curiosidad.

— Como a escritores a escribir sombre el cielo, o sombre el amor, por ejemplo Pablo Neruda un poeta chileno de seguro se inspiró en la luna o Silvina Ocampo una escritora Argentina, o si no para las persona que le gusta estudiar los astros, como otras ciencias como por ejemplo Astrología, Astronomía y muchas más. — Contestó Mariana, sonriendo con dulzura.

— ¿Te gustan los escritores americanos? — preguntó Irupé.

— Si me encantan, en especial los romance o misterio.

— ¿Cómo cuales ?

— Mmm... De romance Stephen Mayer o de misterios King o Stoker. Hay muchos. — Respondió Mariana.

— Wow como me gustaría leer. — Dijo la pequeña.

— Entonces los leerás, ¡vas a ver qué te encantarán! — dijo Mariana sonriendo ampliamente de felicidad.

— ¡Si! — festejó Irupé emocionada.

[...]

Unos fuertes ronquidos se escucharon en toda la cabaña, ella volteó viendo a su padre dormido, suspiró aliviada, para pararse, poner la silla en su lugar con mucha cautela, y salir de la cabaña caminando en punta de pies.

Cuando salió de la cabaña empezó a caminar con rapidez, hasta llegar al lago, donde se llevó con una gran sorpresa.

Estaba el muchacho de sombrero de las anteriores noches, pero sentado mirando el lago.

— ¿Laito? — preguntó Irupé sorprendida.

Flor Cautiva ||Laito Sakamaki - Diabolik Lovers|| Libro №1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora