🌺Diez🌺

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El castaño siguió en el mismo lugar, mirando las estrellas, y la luna que se iba moviendo lentamente escondiéndose por el lado oeste.

Pensaba en Irupé, en el momento que estuvo a punto de besarla, no podía pensar en nada más que no fuera en su cuerpo saliendo del lado, en sus labios carnosos color rojos como la sangre.

Con solo pensarla se excitaba, con sólo imaginar su cuerpo arriba o abajo de él, mientras ella soltaba gemidos por un organismo provocado por él, sentía que se sumergía en mundo lleno de lujuria, pasión y deseo.

Definitivamente ni él sabía cómo aguantaba tener a Irupé tan cerca, sin poder acosarla, morderla, besarla o tocarla y hacerla suya en los pastizales donde la luna fuera el único testigo de su pecado carnal.

Pero aparte de imaginar cosas obscenas, también le llamaba la atención de como Irupé se iba a la misma hora de siempre, por temor a que despierte su padre, que si era cuando amanecía, que faltaba algunos minutos para que eso pasará.

Tenía mucha curiosidad de saber dónde dormía o cómo lo habías su próxima "presa", tenía interés de saber más allá de lo que ella le contaba, por lo que decidió entrar a la cabaña para sacarse algunas dudas.

Se paró del césped, sacudiéndose la ropa y acomodándose el sombrero, caminar algunos pasos hasta la cabaña y luego trasportarse adentro, ocultándose en las sombras.

Recorrió toda la cabaña en busca de ella, vio a William acostado roncando en el sillón con la botella de vino al lado suyo, pero claro con una manta celeste tapándolo, que Irupé se lo ponía todas las noches antes de salir.

Siguió recorriendo la cocina, el comedor, y luego entro a un pasillo de tres puertas, una era la habitación desordenada del padre de la muchacha, el otro ambiente era el baño que estaba muy limpio ya que lo limpiaba Irupé, y la otra habitación era la de la muchacha.

Entró y vio a Irupé en camisón, acostada en la cama, con sus cabellos rubios desordenados entre muchos rizos, con algunas mechas tapando el blanco y pálido rostro de la chica, lo único que resaltaba entre lo dorado, era su boca roja como la fresa y sus mejillas rosadas.

Él se sentó en la orilla de la cama, admirando a la chica sumergida en sueño.
Miró la habitación que estaba muy limpia y ordenada con un armario mediano con espejo, lleno de vestidos sencillos, una ventana con la vista al cielo y al mientras florecido, y al costado una biblioteca pequeña con muchos libros de diferentes géneros y tamaños.

Volvió a mirar a Irupé, y se acercó a su cuello con algunas venas verdes que resultaban en su blancura, inhaló su aroma embriagándose, teniendo muchas ganas de morderla, y perforar su piel con sus afilados colmillos, queriendo ver la cara de placer y dolor de la joven.

Pero prefirió controlarse y alejarse para no despertarla y no arruinar las cosas con ella, antes de tiempo.

Miró sus ojos cerrados con sus pestañas arqueadas, miró su nariz de curva perfecta, sus mejillas rosadas con su mandíbula perfectamente marcada al costado, y luego mirar sus carnosos labios, que deseaba morder y probar.

Se acercó lentamente a ella, para juntar con suavidad y dulzura sus labios, para no despertarla, cerró los ojos conteniendo sus grandes ganas de forjarla y morderla, para disfrute aquel beso tan inocente que le estaba dando, sin que ella se diera cuenta.

Sus labios eran suaves y dulces, con sabor a cereza, se separó de ella con una sonrisa y un leve arrebol en su rostro, la tapó con las mantas, para besarla de vuelta los labios y frente de la muchacha, para luego volver a las sombras y desaparecer, trasportándose al camping.

«Muy pronto tu ser me pertenecerá...»

Flor Cautiva ||Laito Sakamaki - Diabolik Lovers|| Libro №1Where stories live. Discover now