Cap. 30

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1000 i'wos después de la caída de Saturno.

La Tierra. Ciudad de Soltirox. 4:34 am.

La puerta azul hace clic cuando el código que han introducido en la pantalla es el correcto. Luego, la mampara de vidrio rechina cuando es deslizada a ambos lados, dejando pasar a tres oscuros. Dos por delante y uno por detrás.

Un escalofrío se apodera de mi espalda baja, cuando mi hibridad les da la bienvenida a los nuevos guardias.

Con mis ojos entrecerrados, intento divisar como es el tercer oscuro, y me doy cuenta demasiado tarde que no es un Sat. Que no es oscuro, al menos, no por completo.

El aroma a lluvia que desprende de sus elegantes prendas me dice que ha estado fuera y que es un idiota por haber vuelto.

Esta vez, no voy a dejar que se salga con la suya. Y mi energía oscura, es la primera señal que debería alertarlo.

Los dos guardias delante de D.H. inspeccionan el lugar y se cuentan chistes de mala procedencia, mientras lo hacen.

- ¿Cómo va todo, chicos? -pregunta el mestizo a los gemelos.

Mis nuevos aliados se encojen de hombros, y se preparan para cambiar turnos con los recién llegados.

- ¿ninguna novedad de la prisionera? —insiste D.H., porque sabe que algo ha pasado. Es decir, deje de estar en mi verdadera forma de Sat, y ahora soy percibida como una oscura.

El silencio de mis gemelos aliados es mi pase para entrar en escena.

-dímelo tú, D.H.-digo, subiendo mi mirada hasta su altura. --¿crees que haya alguna novedad con la prisionera?

Todos en la habitación se sorprenden, incluso los hermanos fingen estar asustados y llenos de confusión al escucharme hablar. Los otro oscuros—los recién llegados—apuntan sus armas en mi dirección y se colocan a cada costado del mestizo, protegiéndolo de mí. Y vaya que tienen razón de hacerlo.

-has despertado...-señala D.H., con fingida tranquilidad.

-no me digas...-comento, sonriendo como felino. Lo que me recuerda la sonrisa de un amigo oscuro. –que observador eres a esta hora, mestizo.

-y tu sigues siendo un martirio a estas horas, híbrida malcriada. —comenta, regalándome una sonrisa torcida y muy humana.

Yo me encojo de hombros.

-jefe. -carraspea uno de sus oscuros guardaespaldas. – deberíamos llevarla donde Kohn ¿no es así?

D.H asiente en su dirección, dejando de asesinarme con aquella morbosa mirada suya.

Los nuevos guardias, junto con los hermanos, me "liberan" de las cadenas de hilo de diamante y me obligan a caminar hacia la enorme puerta azul.

-sabes, D.H...--digo, sin voltear mi cabeza en su dirección. –no necesitas de tanta seguridad para escoltarme hacia donde tu jefecito.

Crónicas Saturnianas I : Híbrida (No Editada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora