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En los pasillos del edificio de blancas paredes sólo se escuchaba la sorda percusión de unos pies contra las baldosas de cerámica color ocre que revestían el piso, la respiración agitada de una muchacha, y sus sollozos. Su ondulado y corto cabello flameaba hacia atrás como una bandera mientras ella corría con la mayor velocidad que sus delgadas piernas le permitían, logrando ver en su andar únicamente lo que las incesantes lágrimas que le nublaban la vista le permitían. El golpeteo de los pasos cesó únicamente cuando la chica se vio frente a la habitación que le correspondía, y luego de un par de intentos fallidos por meter la llave en el cerrojo, logró hacerlo. Tras darle dos vueltas a la misma para destrabar la cerradura, se adentró en la sala dándole un empujón a la puerta; y luego de dar un paso dentro del lugar, la cerró con una patada haciendo que se azote. El estruendo resonó entre todos los pasillos y habitaciones vacías de la residencia, pero a ella le importó poco y nada. Se lanzó hacia su cama rebotando en los resortes de su colchón, y hundió la cara en la almohada mientras su cuerpo temblaba violentamente debido a los espasmos del llanto.

Sí, tal vez había exagerado un poco al reaccionar como reaccionó, saliendo a las corridas como alma que lleva el diablo sin mediar palabra y sin mirar hacia atrás, ignorando los gritos que le lanzaba Iseul, su única amiga en aquella institución. Y sí, definitivamente era una idiota por dejar que un comentario como el que oyó la afectase de tal manera como para reaccionar así. Pero, ¿Qué más podía hacer? Había oído a Jaemin, el muchacho del que había estado enamorada desde que comenzó la secundaria hacía ya cuatro años, burlarse de sus dientes. Eso ya era más de lo que podía soportar.

Había aguantado burlas públicas encabezadas por Mark y Danbi alias zorra-de-dos-colas, había callado las veces que se encontró con que le habían pegado gomas de mascar en su cabello — motivo por el cual lo había cortado hasta los hombros, siendo que antes lo tenía hasta la cintura —, había soportado que dibujaran en su pupitre y taquilla dientes y caras de conejos, había tenido que tragarse la bilis que se le subía a la garganta cada vez que encontraba una zanahoria podrida dentro de su mochila, y había tenido que aguantarse la internación por neumonía luego de que unas muchachas — en las que, más que obvio, Danbi estaba incluida — le tirasen un baldazo de agua helada en pleno invierno. Pero que el chico que le gustaba se burlase de ella era algo que la sobrepasaba.

Había estado almorzando en la cafetería del internado con Iseul, hablando de cosas de la vida, hasta que ambas notaron que Danbi y su grupo de "populares" se sentaban en la mesa más próxima a ellos, siendo la misma una pegada a sus espaldas. A la espalda de Iseul, para ser más exactos, ya que ambas acostumbraban a sentarse enfrentadas al comer para poder verse el rostro y poder tener una mejor comunicación.

Y Jaemin estaba dentro de ese grupo, por supuesto.

Pero Jaemin, a los ojos de Dongsook, era diferente. Diferente porque nunca lo había visto burlarse de nadie. Diferente porque solía sonreír con amabilidad al contrario de los demás, quienes sonreían con interés y malicia. Diferente porque una vez cuando ella había tropezado y mandado a volar un libro, él lo recogió por ella y se lo entregó regalándole a la vez una sonrisa de lo más sincera. Y diferente porque Dongsook era estúpida y ciega, y solo entonces se dio cuenta de que lo era.

Iseul era también víctima de las burlas del séquito de Danbi y Mark debido a su sobrepeso, pero las agresiones hacia ella eran menos constantes que hacia Dongsook ya que parecían divertirse más con las reacciones de la segunda que con las de la primera. Y cuando aquél pandemonio se ubicó en la mesa continua, no pudieron evitar guardar silencio víctimas del miedo de que cualquier cosa que dijeran pueda ser oída por aquellos auténticos demonios y ser usado para burlarse de ellas.

— ¿Sabes de qué me he enterado, Jaeminie? — Iseul y Dongsook escucharon la voz de Danbi y no pudieron evitar tensarse, pues sabían que la muchacha hablaba en un tono tan alto y meloso porque quería que ellas la escucharan.

GENDER BENDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora