29.

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— Enséñame a pelear.

Donghyuck enarcó ambas cejas y se giró hacia su hermana, quien acababa de decirle eso.

— ¿Dongsook? — La llamó.

Ella, quien se había mantenido mirando hacia el suelo, elevó su mirada hacia él.

— Enséñame a pelear. — Repitió.

— ¿Estás loca? — Cuestionó.

Ella suspiró frustrada.

— Sí, da igual. — Le quitó importancia. — ¿Me enseñarás o no?

— Ni en mil años te enseñaría a hacer algo con lo que te puedas lastimar. — Dijo.

Habían pasado ya tres horas desde el altercado, y se hallaban sentados en el sillón de la sala de estar de sus abuelos, solos, mientras que su tía discutía con sus abuelos sobre qué hacer con ellos de ahora en adelante. Obviamente, dejarlos volver a su casa no estaba dentro de las opciones.

Dongsook se puso de pie.

— Entonces le pediré a la tía que me enseñe. — Dijo mientras caminaba hacia la escalera, sin recibir respuesta de parte de Donghyuck. — O iré a una maldita academia para aprender. Lo que sea, lo haré. — Finalizó, subiendo a las corridas los escalones.

Donghyuck se hundió en el sillón mientras suspiraba pesadamente. Se despeinó con desesperación y se mordió el labio inferior con mucha fuerza, concentrándose en ese dolor para no llorar.

— ¿Y Dongsook? — Oyó la voz de su tía hablarle. Donghyuck tragó con fuerza, intentando bajar el nudo que se le había formado en la garganta.

— Subió. — Respondió tajante.

Su tía se quedó observándolo con lástima. Un sector de su mejilla comenzaba a vagar entre los colores rojo y morado, además de que su labio inferior estaba partido y aún sangraba un poco. Suspiró con fuerza al recordar la desesperación en los ojos de Donghyuck cuando éste vio que su hermana se había desmayado, así como también la palidez de la piel de Dongsook junto con unas delimitadas ojeras que tenía debajo de sus ojos.

Se acercó lentamente a Donghyuck, y se sentó a su lado. Pasó un brazo por sus hombros y lo atrajo hacia él. Se quedó así, quieta y en silencio, hasta que sintió que Donghyuck se sacudía levemente a la vez que sollozaba. En ese momento comenzó acariciar su espalda y dejó que él escondiese su rostro en su pecho. El llanto de Donghyuck poco a poco se iba haciendo más sonoro y desconsolado, asique ella lo rodeó con ambos brazos y empezó a mecerse mientras besaba su coronilla, sin dejar de acariciar su espalda.

— Sus abuelos no pueden hacerse más cargo de ustedes, están muy viejos. — Susurró en un momento. — Hablé con su madre, y me dijo que pueden quedarse conmigo de ahora en más.

— ¿En serio? — La voz de Dongsook resonó detrás de ambos, trémula y apagada. — ¿Enserio vamos a quedarnos contigo?

Seulgi se volteó a verla, y sintió cómo el corazón se le estrujaba al verla a punto de romper en llanto.

— Sí, cariño. — Hizo un gesto con su brazo para que se acerque a ella, y Dongsook obedeció enseguida. Corrió hacia su tía y la abrazó fuertemente, comenzando a llorar también en su pecho.

Ahora Seulgi abrazaba a cada niño con un brazo, los acariciaba, e intentaba que sientan todo el amor que ella tenía para darles.

— Va a estar todo bien, ¿Verdad Dong? — Dijo la melliza. Donghyuck elevó su mirada y sonrió.

— A partir de ahora, todo va a ir de bien en mejor. — Respondió él. Estiró su brazo hasta tomar la mano de ella y la apretó con fuerza sin llegar a lastimarla. Ambos sonrieron, ya dejando de llorar.

— Aunque bueno, además de la mía, tengo una sola habitación habitable. — Soltó su tía. — Hay una más, pero como vivo sola, la he usado de galpón hasta ahora. Deberán esperar unas semanas hasta que la transforme en una habitación de nuevo. Mientras tanto, tendrán que dormir en la misma habitación.

— No tenemos problema. — Respondieron al unísono.

— No olviden visitarnos al menos una vez al mes. — Soltó su abuela caminando hacia ellos desde la cocina, con ayuda de su abuelo. — Nos pondremos tristes si no vienen.

— ¡Madre, no camines! — Gritó escandalizada Seulgi, soltando a ambos niños y corriendo hacia la mujer. — Prométeme que irás al hospital para que te vean esa cadera. Has caído mal. — La ayudó a sentarse en el sillón individual, y rió al voltear y notar que Donghyuck estaba sentado en el suelo. — ¿Te caíste? — Le preguntó, burlona.

— Me tiraste. — Le respondió él.

— ¿No habías traído pizza? — Preguntó Dongsook, ignorando a su hermano.

— ¡Oh, la pizza! — Exclamó, volteando hacia el lugar en donde había soltado las bolsas. Y allí se encontraban aún, en el suelo.

Todos comenzaron a actuar normalmente, como si nada hubiese pasado, y rápidamente toda la tristeza y el sufrimiento producto de lo que había sucedido hacía unos momentos fue dejado atrás. Ahora, en esa casa, solo se oían risas y bromas. La alegría desbordaba, y todos tenían la esperanza de que se mantuviera así por mucho tiempo. Y Donghyuck, y ahora Dongsook, harían lo que fuese por defender esa alegría y por cuidar esas sonrisas.

...

— ¡No! — Gritó Donghyuck. — ¡No, no, y más no!

— Harás lo que te diga y punto. — Ordenó Seulgi.

— ¡Pero tía! — Protestó, alargando las vocales y pataleando.

— ¡Y punto dije! — Golpeó la mesa con la palma de la mano.

— ¡No quiero ir a la escuela de Dongsook! — «No quiero ir a la misma escuela de Mark» es lo que en realidad quería decir.

— Irás, y esto no se discute más. — Se volteó, caminando hacia la puerta de la casa de sus padres y abuelos de Donghyuck. — Vamos yendo, que ya se hizo muy tarde. Deben despertarse a las 7 a.m, y ya son las 4. — Se detuvo en seco y volteó en el lugar, asustando un poco a Donghyuck. — Mañana mismo irás a inscribirte a ese colegio.

— ¡Tía! — Volvió a patalear.

— ¡Y no se discute más! — Miró hacia Dongsook, quien se enderezó en el lugar bajo su mirada, apretó con fuerza la correa de su bolso en donde tenía toda su ropa, y fijó su vista al frente. Seulgi le dedicó una última mirada a Donghyuck, y se volvió hacia el frente. — No hagan ruido que sus abuelos ya están durmiendo.

Y acto seguido salió por la puerta. Esperó a que sus dos sobrinos salgan de la casa, y luego cerró la puerta con llave. Caminó hacia su auto y los hizo entrar en el asiento de atrás. Luego se subió ella, y condujo hasta su casa.

En casi todo el camino Donghyuck no paró de quejarse y de decirle que no quería ir al mismo colegio que Dongsook. Sin embargo dejó de quejarse cuando reconoció parte del camino.

— ¿A dónde vamos, tía? — Preguntó, nervioso.

«No puede ser.»

— Los voy a tirar a un basural. — Dijo, sarcástica. — A mi casa, ¿A dónde iríamos?

Donghyuck comenzó a repiquetear su pie al reconocer las casas.

— ¿Es por aquí? — Insistió. Su tía suspiró.

— No, es en la otra punta de Busan. — Volvió a decir con sarcasmo. — ¡Claro que es por aquí! Es cierto que no vienen a mi casa desde que eran pequeños, pero al menos deberías recordar en qué zona queda.

El auto se detuvo frente a una casa con el frente amarillo. Dongsook y Donghyuck se bajaron del auto, pero este último se detuvo en seco a mitad de camino hacia la puerta de la casa. Se giró levemente con un rostro lleno de pesar y, sabiendo en dónde se encontraba, rogó que la tierra se lo tragase.

Su tía vivía a una cuadra de la casa de Mark.





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