Él era un hombre honesto, sensible y admirable, pero un suceso de su pasado lo convirtió en alguien desconocido para sus cercanos.
Sus marcas son el reflejo de la verdad.
Su nombre es Elliot Sariel MacQuoid, no era el único en el mundo que tuvier...
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Podía sentir la pena invadir su cuerpo, tenía y me sentía en la oblación de decir algo inmediatamente. Pero fue muy tarde tener la intención, la música de fondo se detuvo y ella entonces soltó mi mano para retirarse. Sigo inmóvil sin hacer alguna acción que la detenga.
—Señor, MacQuoid—se interpone la señorita Gulianna.
—Disculpe. Estaba...
—Lo sé. Lo he visto desde la mesa, fue un bonito baile. No quede en ridículo y vaya. Yo tomare un baile con el señor James.
—Cierto, ¿cómo esta él?
—Llegaron bien.
—¿Llegaron?—pregunto inquierendo una respuesta muy pronta.
—La hermana del señor, Lauren, y su hermosa chica.
—Claro, disculpa.—digo retirándome del lugar.
Fui en dirección a la mesa donde ella estaba con sus familiares. Me acerco a ellos para preguntarles y una mujer me responde.
—Ella salio, dijo que necesitaba un respiro.—agradezco a la mujer acompañada del recién graduado y otros dos asistentes mas.
Camino en dirección a la salida, trato de ver los laterales de un lado pero no encuentro nada aún. Camino con cautela hacia el lado contrario donde se hallaba una pileta al rededor de unos asientos, ahí la vi a ella sentada tomando un poco de su vino.
—Señorita García.—pronuncio cercándome. Siento como se va formando el nudo en la garganta.
—No debería estar aqui, señor MacQuoid.—mantiene su vista en la pileta.
Me acerco detenidamente, dudando de mi acción.
—No acostumbro hacer esto pero...solo vine para pedirle disculpas si la incomode por mucho tiempo. No fue mi intención hacerla sentir mal.
—¿No acostumbra a pedir disculpas, señor?—levanta su mirada.
