Él era un hombre honesto, sensible y admirable, pero un suceso de su pasado lo convirtió en alguien desconocido para sus cercanos.
Sus marcas son el reflejo de la verdad.
Su nombre es Elliot Sariel MacQuoid, no era el único en el mundo que tuvier...
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—Confesé casi todo.—afirme con vergüenza.
—¿Qué confesaste?—cuestiona Adam.
—Le dije casi todo de lo que pasa con nosotros a la detective...
—¡¡Qué hiciste qué!!—alza la voz tomando cercanía.
—Por favor cálmate, ella y yo acordamos en algo.
—Pero qué mier...—maldecía alzando sus manos sobre su cabeza mientras caminaba de un lado a otro.—Dime que no dijiste nada de Renatto, los italianos.
—No, de ellos dos no dije nada. Solo que tu me apoyaste cuando más lo necesite y sabe de Aksel y un amigo mio, James Ferrec.
—¿Aksel?—me mira con repugnancia y se voltea ignorándome.
—Habla con Aksel, ese...—digo, pero la puerta de su casa empieza a sonar desesperadamente con cierto toque brusco. Adam se acerca a la puerta para cuando esta se abre de un solo golpe. Retrocedí al ver a Aksel acercándose a en mi dirección con rapidez, aprieta sus puños para tomarme de mi camisa postrándome sobre la pared.
—¿Qué carajos hiciste?
—Aksel, calmate—suplico—. Ella no dirá nada, le dije que me arrestara y a ustedes no, solo si se diera el caso. Por favor.
—¡Jefe! Ya tomaron todo.—dice uno de sus mastodontes.
—Te salvas de que esas pruebas hayan sido borradas.—gruñe.
—¿Qué le hiciste?—retiro forzando sus manos de mis hombros.
—Nada, solo que hice de las mías para quitarle todo los documentos. Te di mi confianza ¡Idiota!
—Ya te dije...
—¿Dime que no metiste a los Salvatore en todo esto?—retoma el apellido Aksel tomando cierta distancia.
—No, para nada. Sé que hubieran reaccionado como tu o tal vez peor.
—Eso era lo mas probable, ten mas cuidado. Consiguete un número sin registro.
