Capítulo 3

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El sábado para el que estaba fechada la fiesta de cumpleaños había llegado muy lento. Alba se había pasado toda la semana preguntando si ya era el día indicado y, cuando por fin la respuesta fue sí, se pasó toda la mañana junto al reloj esperando que la aguja grande llegara al cinco.

Raoul había hecho todo lo que había podido. Aunque para su gusto era más bien poco, las miradas que Alba le echaba a todo de vez en cuando le hacían ver que para ella era suficiente. Había pegado varios globos rosas por las paredes del salón que acompañó con serpentinas del mismo color que decoraban el techo.

Había comprado una tarta a la que le pondría una vela con el número cuatro. También había comprado chucherías para las niñas, snacks y demás comida para pasar la tarde con Rocío y quien la llevara. Más allá de la comida, el rubio hizo una lista con distintas actividades que podrían hacer para evitar a toda costa que alguien se aburriera.

Cuando, a las cinco menos diez, sonó el timbre del portal, Alba comenzó a dar saltos en la entrada.

-¡Ya está aquí! ¡Ya está aquí!- Raoul caminó hacia el telefonillo con una sonrisa y lo descolgó.

-¿Sí? Sí, es aquí.- Pulsó el botón y juntos esperaron junto a la puerta.- ¿Estás nerviosa?- La pequeña asintió enérgicamente sin poder estarse quieta.- Vamos a pasarlo genial, ¿vale?- Dijo exagerando sus gestos y poniendo la mano para que su hija chocara los cinco.

-¡Sí!- Dio con su manita en la palma de su padre justo antes de que el timbre sonara y se pusiera a saltar de nuevo.- ¡Papi, Rocío ya está aquí!

-Abre, venga.- Animó el rubio.

Alba se estiró todo lo que pudo y tiró del pomo hacia abajo para abrir la puerta principal. Sonrió ampliamente cuando vio a su mejor amiga, ya de cinco años, pero se quedó cortada cuando reparó en las dos adultas que la acompañaban. Su cara se tiñó de un rojo intenso y corrió a esconderse detrás de las piernas de su padre.

-¡Hola, Alba!- Gritó Rocío haciendo que su aguda voz retumbase por todo el portal.

-¡Shhh! Habla bajo.- Reprendió la mujer más bajita riéndose. Alba correspondió al saludo de Rocío moviendo la mano tímidamente.

-Esto es para ti.- Dijo tendiéndole una bolsa. La rubia miró a su padre, dubitativa, y este asintió dándole a entender que podía cogerlo.

-Muchas gracias.- Alba dio un paso hacia delante para coger el regalo. Se quedó muy quieta cuando la chica morena que no había hablado se puso en cuclillas frente a ella.

-Esperamos que te gusten y que juegues mucho con ellos.

-Gracias.- Respondió mucho más bajo que cuando se lo había dicho a su amiga.

-¿Me enseñas tu habitación?- Alba asintió, cogió la mano de Rocío y, juntas, echaron a correr por el pasillo. Entonces, la mujer que se había quedado agachada, aprovechó para levantarse.

-Bueno, bienvenidas.- Dijo por fin el rubio.- Soy Raoul, el padre de Alba.- La más baja fue la primera en darle un par de besos.

-Encantada. Yo soy Nerea, una de las madres del otro torbellino.

-Y yo soy Aitana, la culpable de que el torbellino sea así.- Sonrió con orgullo e hizo reír a Raoul. Este, si se sorprendió porque la niña tuviera dos madres, no lo demostró. Al fin y al cabo, Alba y él tampoco eran una familia convencional.

-Pasad, pasad. No os quedéis ahí. ¿Queréis un café o algo?

Mientras los adultos hacían las presentaciones formales, Alba le mostraba todos los espacios de su habitación a Rocío.

My youth is yours; albocíoWhere stories live. Discover now