Capítulo 4

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El cumpleaños de Alba fue el inicio del fortalecimiento de su amistad. Sirvió para que sus padres se conocieran e intercambiaran números de teléfono. Así, las niñas podían estar en contacto continuamente a través de audios de WhatsApp y no necesitaban esperar a verse en los recreos.

A pesar de esto, el último año de preescolar fue confuso para Alba. Rocío había pasado a primero de primaria y tenían horarios de recreo distintos. Además, la morena se quedaba en el comedor y se iba a casa un par de horas más tarde en autobús, motivo por el que tampoco se veían ni a la entrada ni a la salida de clase.

Al ver la situación, Raoul, Aitana y Nerea decidieron que era una buena opción ir al parque todos juntos algunos días. Las niñas podían verse, desconectaban del colegio y jugaban al aire libre. Los adultos, por su parte, aprovechaban también para hablar entre ellos y pasar la tarde.

Llegó un punto en el que a Rocío y a Alba no les valía con eso. Llegaban los fines de semana y, mientras que antes esos tres días sin su mejor amiga se les pasaban rápido, en aquel momento les parecía un tiempo insufrible. Así que, de vez en cuando, quedaban para ir a pasar la tarde de sábado en casa de la otra.

-Me aburro.- Dijo Alba al teléfono de su padre. Este quitó el dedo cuando la niña dejó de hablar.

-Yo también. ¿Puedes preguntarle a Raoul si te deja venir a jugar?- La rubia levantó la mirada hacia su padre, haciéndole la pregunta en silencio.

-Claro, cariño, pero tenéis que preguntarles a Aitana y Nerea si les parece bien.

-Vale, graba.- Raoul obedeció.- Me deja ir, pero pregúntales a tus madres si les parece bien.- Repitió las palabras de su padre.

-Mami me deja y me dijo que traigas ropa cómoda porque podemos ir al columpio.

Tras recibir el visto bueno, Alba corrió a su habitación para ponerse el primer chándal que pillara. Ni cinco minutos más tarde, volvió a la cocina ya lista, con un peine y una goma para que su padre le atara el largo pelo rubio.

Raoul le hizo una trenza, a sus ojos, desastrosa, pues la niña no paraba de saltar por lo emocionada que estaba de volver a casa de Rocío. Una vez estuvo lista, salieron a la calle, fueron a por el coche y arrancaron dirección al pueblo en el que vivía la morena.

La casa de Rocío era tres veces mayor que el piso de Alba. Tenía dos plantas y un jardín con un parquecito en la parte trasera, otra de las razones por las que a la más pequeña le encantaba ir. Presionó el timbre tres veces y esperó junto a su padre a que la puerta se abriera. Cuando lo hizo, una sonriente Aitana se agachó para abrazar a la niña.

-Hola, renacuaja. Rocío está terminando los deberes en su habitación, pero puedes ir a verla.- Al oírla, Alba se separó del abrazo y echó a correr hacia las escaleras.

-Adiós, ¿eh?

-¡Adiós, papi!- Exclamó ya subiendo y sin mirar atrás.

La habitación de Rocío tenía la puerta abierta, por lo que Alba podía verla inclinada sobre la mesa. Estaba escribiendo a un ritmo muy lento y se mordía la lengua a causa de su concentración. La más pequeña caminó hacia ella sin querer hacer mucho ruido.

-Hola.- Saludó en voz baja para no romper el ambiente silencioso. Rocío sonrió al escucharla y levantó la cabeza.

-¡Alba!- Posó el lápiz y la abrazó con fuerza.- Estoy escribiendo una frase, pero es lo último que me queda. ¿Sabes lo que pone?- Preguntó señalando la oración que tenía que copiar. Rocío estaba ya muy avanzada en lectura, pero a Alba seguía costándole, mucho más si se trataba de letras minúsculas.

My youth is yours; albocíoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin