Capítulo 7

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A partir de ese día, todo mejoró en la vida escolar de Alba. Ya ni siquiera estaba sola en clase, pues Daniel, Adrián, Ángel y los demás chicos de su equipo pasaron a convertirse en sus amigos. A pesar de eso, Rocío continuó siendo su mejor amiga y sus recreos y fines de semana estaban reservados para ella.

Por otra parte, Raoul se sorprendió tanto cuando su hija le contó la gran jugada que pensó que quizás a Alba le gustaría practicar el deporte en sus ratos libres. La niña, emocionada, aceptó con gusto y su padre la inscribió en el Sporting Plaza Argel femenino. A pesar de entrar en el equipo más joven del club, la rubia era de las jugadoras más pequeñas. Por eso, le llevó casi un año conseguir que contaran con ella para los partidos y otros dos comenzar a ser titular indiscutible.

Gracias a esto, Alba mejoró muchísimo. Su técnica se fue perfeccionando con el paso del tiempo. Sus pases y tiros se fueron afinando gracias a la práctica y pronto llegó a ser una de las mejores jugadoras de su edad. Esto ayudó en gran medida a su equipo en los campeonatos del colegio. Mientras las demás clases jugaban con una chica por obligación, la de Alba tenía a una jugadora que valía casi por dos.

Tanta fue su ayuda que ganaron el siguiente torneo. En el de tercero de primaria, empataron a puntos con 4°B, pero acabó ganando el otro equipo por el número de goles marcados. Y, en el de cuarto, volvieron a ganar por ser de nuevo el curso mayor del ciclo.

Fue este año, cuando Rocío cursaba quinto, la primera vez que Alba faltó a clase por estar enferma. Generalmente, solía ser capaz de aguantar en el colegio estando resfriada, pero aquel día se le había hecho imposible. Que se pasara la noche entera tosiendo alarmó a Raoul y que, al levantarse, dijera que se encontraba mal confirmó sus sospechas de que debía quedarse en casa.

El timbre del pequeño piso retumbó en la entrada y el rubio se apresuró a abrir la puerta. En el rellano, estaba Rocío con una altura mayor de lo que cabría esperar para su edad y ojos tristes. Entró en la casa y abrazó a Raoul.

-¿Puedo ver a Alba?

-Está durmiendo, Ro. ¿Por qué tanta insistencia? Tienes a tus madres locas con tanto mensajito.- Dijo en tono jocoso, pues la niña se había pasado media tarde sin parar de escribirle al padre de su mejor amiga.

-Es la primera vez que no la veo en el recreo.- Caminó hacia el salón y se sentó en el sofá, gesto que imitó Raoul segundos más tarde.- Quitando cuando yo iba a primero, claro.- Puntualizó.- La eché de menos hoy.

-Y ella a ti. Estuvo igual de pesada que tú toda la mañana.- Rocío sonrió al comprobar que su mejor amiga también la había echado en falta, como le habían asegurado sus madres.- Lleva todo el día en la cama. Se va durmiendo a ratos...

-¿Pero está bien? No se va a morir, ¿verdad?- Preguntó. Lo miró con los ojos verdes un tanto oscurecidos por la preocupación y Raoul no tardó en negar.

-¡Por Dios, Rocío, que eres la más lista de tu clase! ¿Cómo va a morirse por eso? Solo tiene un resfriado.

-Vale, vale.- Mantuvo la mirada fija en él varios segundos hasta que consiguió hacerle suspirar.

-Venga, anda. Vete a verla.- La niña sonrió ampliamente.

-¡Gracias, Raoulín!- Agradeció llamándolo por el apodo que siempre usaba Nerea. Lo abrazó y dejó un beso en su mejilla antes de salir corriendo por el pasillo.

Al llegar a la habitación, dejó de correr y se apoyó en el marco de la puerta. Gracias a que la persiana estaba a medio subir pudo distinguir el semblante relajado de Alba sobre la almohada. Sonrió inconscientemente y caminó hacia la cama intentando no hacer ruido para evitar despertarla. Se arrodilló y se quedó mirándola con la barbilla apoyada sobre el colchón.

My youth is yours; albocíoWhere stories live. Discover now