Capítulo 8

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-¿Tienes ganas de empezar?- Alba negó con la cabeza metiéndose la galleta mojada en la boca.- Bueno... Tú recuerda que tienes en tu habitación la libreta que te compré. Has de coger un boli. Y no te olvides de que entras a las doce y cuarto.

-Papá,- Comenzó con voz neutral.- me lo has dicho veinte veces desde ayer. Puedes irte tranquilo a trabajar.- Le dio un trago a su taza de Colacao y cogió otra galleta del paquete.

-Cariño.- Raoul caminó hacia ella y se sentó en la silla de su derecha.- ¿Estás bien?- Esa había sido una pregunta muy frecuente durante el último año.

-Sí.- Contestó sin más antes de comerse la galleta.

Su forma de ser había dado un cambio radical. Toda la timidez que había tenido de pequeña se había convertido en seriedad y madurez. Ya raramente sentía vergüenza por algo y casi no se sonrojaba. A pesar de que su padre seguía estando para ella como siempre, había sido la chica quien se había ido alejando. Desataba sus sentimientos estando sola y frente a los demás siempre mostraba su semblante tranquilo.

-Si quieres hablar, recuerda que estoy aquí, ¿vale? Siempre lo he estado, pero no voy a presionarte.- Dejó un beso sobre su cabeza y se levantó.- Espero que tengas un buen día.- Acarició su mejilla y salió de la cocina.

-Igualmente.- Dijo antes de que su padre desapareciera del todo.

Miró el reloj, las nueve y diez de la mañana. Ni siquiera había llegado a dormirse esa noche. No por nervios, sino por pensar en lo que le iba a esperar a partir de ese día. ¿Volvería a verla? En cuanto escuchó el portazo, dio rienda suelta a lo que sentía y sus ojos se aguaron.

-No, papá, no estoy bien.- Contestó entonces con sinceridad. Solía hacerlo mucho, decir lo que estaba sintiendo cuando no la escuchaban para poder desahogarse sin preocupar a nadie.- Llevo sin estar bien desde que dejó de hablarme. Es que no lo entiendo.- Resopló al notar que se le caían dos lágrimas y recogió su taza a medio beber.- Encima verás tú esta puta mierda de curso. Solo Adrián está en mi clase.- Chasqueó la lengua y se dirigió al baño para lavarse los dientes. Al llegar y ver su reflejo, frunció los labios y se quedó mirando cómo más lágrimas caían en silencio.- Menuda mierda.- Susurró negando con la cabeza.

Se lavó los dientes y la cara, se peinó y fue a sentarse en la cama hasta que fueran las doce. Se quedó mirando a la pared con su cabeza perdida en cualquier rincón. Miraba el reloj de su muñeca cada cinco minutos y, cuando llegó la hora prevista, se levantó. Cogió un boli cualquiera, la libreta que Raoul le había comprado y sus llaves y salió de casa.

-¡Alba!- Oyó que le gritaban nada más salir del portal. Se giró y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su portero.

-Hola, Bruno.- Juntos empezaron a caminar hacia el instituto.

-¿En qué clase te ha tocado?

-En el B, como siempre.- Se encogió de hombros.

-Jo, a mí me han mandado al A, qué coraje.- Alba asintió. Sabía lo irónico que era ir a esa clase después de seis años de continuos enfrentamientos con ella.

-Al menos estás en clase con Dani y con Óscar.

-Y con Ángel y Marc también.

-Pues eso... Nos quedamos Adrián y yo solos.

-Vaya putada...- La chica asintió de nuevo.- ¿No tienes miedo?

-No mucho. ¿Tú?

-De hoy no, porque sé que solo nos van a dar el horario, pero mañana...- Resopló.- Tengo miedo de que sea muy difícil.

My youth is yours; albocíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora