Me rindo

793 42 16
                                    


Frío. Todo era frío. Puede ser que hiciera mucho frío o que el estuviera muy frío, o ambas, noo le importaba. Ya nada le importaba. Estaba muriendo y lo sabía, todos lo sabían. Las principales potencias del mundo estaban buscándolo para repartirlo entre ellos cuando finalmente hubiera muerto. Sus hermanos no podían ayudarlo, y no era una coincidencia. Él había aprendido hace mucho como funcionaba ese maldito mundo en que vivía. Un mundo donde nacer en el lugar equivocado implicaba ser un títere desechable, y esa había sido su suerte. Una vez pensó que podía ser alguien importante, exitoso, y que ya no estaría solo. Como se equivocó. Él nunca podría ser alguien importante. Estaba al sur de todo, lejos de todo, solo. Y cuando dejo de ser útil lo soltaron y lo dejaron caer, después de todo las promesas no te aseguran nada. 

Ahora todo lo que le queda es aceptar su fin. Ya no puede resistir más. Ni luchar. Ni correr. Ni llorar. Ahora lo único que puede hacer es aceptar las cosas. ¿Qué puede cambiar? Un tercermundista en crisis, completamente abandonado, sin esperanza de poder recibir ayuda de nadie, contra las potencias que controlan todo. Es un milagro que siga vivo. 

Intento aguantar lo más que pudo esperando que alguno de sus hermanos viniera, pero era pura fantasía. Todos están en situaciones parecidas a la suya antes de que el ataque comenzará. Y todos tienen miedo de ser los siguientes. Extraña los métodos viejos. Usar a la gente, dolía más al final pero al menos le permitía vivir en la ilusión de la autonomía, el amor y la esperanza el tiempo que durará antes de que simplemente lo descartarán y lo dejarán a su suerte. Supongo que ya no existen caballeros en este mundo. Sonrío por su propio pensamiento, no porque fuera gracioso sino porque era lo único que le quedaba. E incluso sonreír dolía ya. Tenía dos costillas rotas que llevaban tiempo sin recibir el trato necesario. La sangre nueva y vieja se mezclaba en su ropa, no había un espacio en sus brazos, piernas o torso libre de moretones y rasguños. Tenía frío, su garganta raspaba. Sabía bien que no sobreviviría al próximo ataque, su gente ya no tenía ánimos para pelear, o fuerzas. La desesperanza había agravado rápidamente su ya deplorable estado.

Sus ojos comenzaban a cerrarse cuando escucho las pisadas acercarse. Y Argentina ya derrotado cerro sus ojos de todas formas y permaneció sobre el frío suelo congelado del sur, de su sur que pronto no sería más "su Sur". Un leve suspiro se escucho cerca suyo, no sabría decir donde, no prestaba atención y aún así sabía bien de quien era.

–Hi, cejotas.

–Estas despierto aún, eso es bueno. ¿Cómo sabes que soy yo?

–Sabía que estabas cerca, my people saw your army take their tea time. (Mi gente vio a tu ejercito tomando su merienda)–Dijo y sonrió un poco más, otra dolorosa risa. Pero no abrió los ojos, y no vio la mirada preocupada del inglés mientras buscaba una manta en su mochila.

–¿And your people didn't run away? (¿Y tu gente no huyó?)

–Suenas decepcionado. Es tierno que creas que puedo seguir dando batalla, supongo que no estas acostumbrado a pelear con gente tan débil. Como sea, no huí porque ya no puedo hacerlo, solo llévame con el resto. Estaba esperando que llegarás mientras disfrutaba mi bello Río Negro una vez más.

–No voy a hacer eso. Now, you rise up (Ahora, levántate).–Dicho esto y ante el ceño fruncido de un somnoliento argentino el británico lo cubrió con una manta, lo puso de pie y lo ayudo a sostenerse cargando casi todo su peso en sus hombros.

–Es una forma poco ortodoxa de llevar a un prisionero.–Martín simplemente se dejo cargar, apoyando su cabeza en el hombro del contrario.

–No eres un prisionero, this is a rescue (Esto es un rescate).

No me dejes soloWhere stories live. Discover now