Después de la explosión el zumbido en sus oídos se desvaneció lentamente

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Aviso importante al final del capítulo.


Siete meses después


–La guerra acabó.– México dijo las palabras con una sonrisa tranquilizada en sus labios mientras le extendía un café a Argentina quien ya tenía una seca en la boca pero aceptó el vaso y lo tomo sin detenerse mucho a saborearlo. Desde que los ejércitos extranjeros habían abandonado su tierra el mexicano lo había estado visitando con frecuencia mientras su gobierno fomentaba a los múltiples exiliados en sus tierras a retornas a la patria sudamericana. Patria que lejos del optimismo parecía sumergirse cada vez más en la desesperanza incluso ahora.– Wey, ganaste. En veinte minutos estarás hundiendo al gringo y a sus aliados con todos los pagos de la guerra y el maldito RU y el ruso en tu espalda asegurándose de que firmen. ¿Por qué tienes esa cara de perro mojado?

–Porque no gané la guerra. –La nación del norte lo observó completamente confundido.

–¿Qué? Es la primera vez que alguien como nosotros hecha a patadas al gringo cuando ese cabrón intenta entrar en un lugar y jugar a ser el dueño. ¡Yo en tu lugar estaría celebrando!

–Oh, por favor. Lo estás celebrando incluso desde tu lugar. Todo el tercer mundo celebra. Incluso los que no son tercer mundo están disfrutando ver la cara del tincho ese abatido y descolocado. Se regocijan ahora porque no tuvieron que ensuciarse las manos. Disfrutan verlo derrotado a punto de responsabilizarse por todos los crímenes de guerra seguros de que como nunca intervinieron tienen el culo bien limpio y él no puede agarrárselas con ellos si se recupera.

México chasqueó la lengua sintiendo que comenzaba a entender. –¿Te asusta que vuelva? No creo que lo intente de nuevo ahora que vio las amistades que tenías guardadas...

–No me asusta ese pelotudo. – Aplastó el vaso descartable vacío antes de tirarlo al tacho de basura a su lado. Tenía el ceño fruncido y su rostro ya ensombrecido por las ojeras y la palidez por la mala vida del último tiempo que apenas comenzaban a disiparse lentamente hacían resaltar el fuego que reflejaban sus ojos ásperos. En sus años de amistad Pedro pocas veces había visto la cálida expresión de su amigo siempre llena de ternura y entusiasmo desaparecer para dejar ver esa ira interna acumulada tras la impotencia. Al igual que todos la primera impresión que había tenido del chico era que era una persona ingenua, impulsiva demasiado exacerbado e impulsivo para su propio bien, incluso un poco caprichoso y fastidioso. Martín era siempre tan amable con casi todo el mundo, siempre listo para salir a ayudar a cualquiera que lo necesitara que se había ganado una fama de crédulo. Pero él no era tonto. Debajo de ese disfraz que pocas veces se rompía como para dejar ver más allá se encontraba una persona, una nación, pasional, desvergonzada e inteligente. Demasiado acostumbrado a la idea de que no tenía nada especial como para intentar luchar por sí mismo. –Él perdió y los golpes que recibió serán tan problemáticos como los que me dio a mí. Pero yo tampoco gané. Nada terminó para mí. Incluso cuando ellos se fueron aún veo cada vez que cierro los ojos las pesadillas de mi gente, recuerdos espantosos que no los dejan dormir ni a mí tampoco.

–Las pesadillas se irán, igual que se fueron muchas otras...

–Sí, pero los recuerdos son el menor de mis problemas. Soy una nación acéfala, Mex, mi población fue reducida y la que queda o está afuera y no sabe lo que le espera si decide volver o vivió esa pesadilla y ya no sabe que hacer ahora que puede dejar di vivir como si tuviera un blanco en la espalda. Tampoco queda un sistema que los sostenga. Todo es un desastre de pequeños grupos que lograron sobrevivir a base de ingenio. ¡Ya no sé lo que me mantiene unido! Mis ciudades están devastadas mis campos saqueados y mi población perdida! Todo lo que me queda es esperar que los grupos y los ex funcionarios que quedaron de antes de la guerra logren ordenarme. No estoy seguro de si estoy muerto. Y si llego a no estarlo tampoco tengo fe en durar mucho más. Yo no gané nada. La mitad del mundo me ve como un fantasma todavía y la otra mitad como un paciente terminal.

–Sí, sé que no hay ganadores en una guerra y que todos pierden de alguna forma. No soy tonto y no nací ayer ¿sabes? Pero estás vivo, eres libre... ¿Por qué parece que estás más deprimido ahora que cuando estuvimos en las islas? –Su expresión estaba contraída por la preocupación. El temor de ver a su amigo derrumbarse lo perseguía hacía semanas. Pero Martín no lo miraba, tenía la vista perdida en la ciudad suiza que rodeaba la cede de la ONU donde se reunirían para debatir el tratado oficial de paz.

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⏰ Last updated: Feb 09, 2020 ⏰

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