Los sonidos del hogar

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 Argentina se paseaba ansioso por la casa de las islas. La reunión había acabado hacía un tiempo y los nervios ante la inminente puesta en acción lo consumía por dentro y no le permitía estar sentado sin que su mente comenzara a jugar con él. En su lugar prefirió escapar del grupo y curiosear en que se había tornado la casa de sus hijas durante esos años. Las pocas veces que las había visitado no había podido verla bien. Se distrajo observando las fotos que adornaban las paredes, su rostro se adornó con una sonrisa triste, enternecido por los rostros alegres de sus hijas en las distintas etapas de su vida pero con el dolor de saber que el no pudo estar presente. Un pequeño rastro de ira emergió en lo profundo de él al ver un cuadro donde estaban las niñas elegantemente vestidas observando a la cámara algunas con expresión solemne, y en el medio Inglaterra. Pero la ira desgastada por el tiempo dio paso a una pequeña risa al ver a un lado una foto de Arthur dormido con el rostro lleno de dibujos y Malvina y Soledad riendo con fibras en las manos mientras Georgia las regañaba.

Continuó con el recorrido cuando escuchó pasos en la escalera de la habitación de al lado. Llegó un pequeño estudio con una biblioteca tan saturada de libros que algunos habían queda fuera de los estantes, apoyados sobre un escritorio lleno de papeles y con un tablero de ajedrez ya preparado. Observó los títulos que había todos en inglés claramente. Clásicos, libros de historia universal, algunos de literatura juvenil, arte, economía. Sus dedos se detuvieron un poco más de tiempo sobre una edición en inglés de Rayuela. Le fue imposible contener una pequeña sonrisa, no todo lo suyo había quedado fuera de esa casa. Su vista se desvió a la ventana y notó que afuera oscurecía, esto lo confundió hasta que recordó que estaban muy al sur, incluso más que de costumbre. Salió del cuarto y caminó por un pasillo listo para ir a su cuarto hasta que escuchó un sonido de un violín que tocaba una melodía conocida e inesperada. Alguien tocaba un tango. Era una canción conocida, de un amor nostálgico. Quien la tocaba lo hacía correctamente, aunque cada ciertos compases se detenía y volvía a empezar, como si algo le resultara insatisfactorio. Martín siguió el ruido de su amada música hasta una pequeña sala donde una niña tocaba de espaldas a la puerta.

–No pensé que conocieras esa canción, nunca llegué a enseñártela.– Malvinas sorprendida casi soltó el arco, antes de darse vuelta con una tímida sonrisa.

–Arthur me t...enseñó algo de tango I... yo... lo descubrí escuchando estas canciones. Sonaban muy bonitas, aunque son algo tristes. Las he practicado mucho, pero aún siento que les falta esa emoción. –Hablaba lento, pensando antes de hacerlo intentando evitar mezclar palabras en un idioma que no fuera español.

El latino se sintió feliz de que algo de su cultura hubiera llegado a interesarle a la que alguna vez consideró parte de su territorio.– ¿Crees que pueda ayudar si canto mientras tocas? Tal vez escuchar lo que dice esa canción lo haga más fácil. –La niña asintió contenta y el rubio suspiro y se apoyó contra la pared mientras la menor se acomodaba nuevamente. Él le indicó con una suave sonrisa para que ella comenzara a tocar y se aclaró la garganta disfrutando el poder compartir ese momento. Malvinas comenzó a tocar.

Yo adivino el parpadeo

De las luces que a lo lejos

Van marcando mi retorno

Son las mismas que alumbraron

Con sus palidos reflejos

Hondas horas de dolor

La canción salió sola de los labios de Argentina, sintiendo cada palabra surgir no desde su garganta sino desde su corazón. Sintió la melancolía, la nostalgia, el dolor y el amor salirse de sus pulmones como si de esta forma esos sentimientos pudieran salir de su interior, dejándolo respirar. La música siempre le había permitido sentirse más ligero cuando se volvía un desastre. Era su remedio. Transformando todo el mal que retenía en música.

No me dejes soloWhere stories live. Discover now