Salto de fe

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 Argentina despertó hace un tiempo. Se siente mucho mejor. Pero decidió pretender que seguía durmiendo para poder pensar con tranquilidad. Llevaba tiempo sin disfrutar de estar en cama cálidamente tapado y sin tener que pensar en mantenerse alerta. Además en el ambiente se respira olor a té. Siente que está en un mundo distinto al del otro día, donde todo era frío y el aire acuchillaba los pulmones con el deprimente aroma a sangre y metal. Arthur no está dentro. Tuvo que irse a ocuparse de sus asuntos en la mañana luego de asegurarse de que la salud del latino mejoraba.

Martín abre los ojos y nota por la luz que atraviesa la tela que ya salió el sol. Tiene que irse antes de que él vuelva. Aún no está seguro de que sea verdad lo que dice, pero si llega a ser cierto los meterá a todos en un serio problema y no quiere eso. Gracias a los remedios ya está estable aunque aún le duelen significativamente las costillas, pero cree ser capaz de ignorarlo por un tiempo.

Se pone de pie y ahora que la fiebre se fue se da cuenta de que está usando una remera y un pantalón que no son suyos, fácil de notar por el echo de que se encuentran secos y limpios. Su campera descansa sobre una silla junto a la camilla y a su lado en el suelo lo esperan sus botas militares. Una vez vestido busca su mochila y se asoma fuera de la carpa. Comienza a caminar entre la gente intentando pasar desapercibido y mantenerse de pie a pesar del dolor. Pero apenas se aleja de la carpa unos metros escucha que lo llaman.

–¿Ey, you' r argentain (¿Sos argentino?)?–Un joven soldado inglés se acerca con una sonrisa amable. Acaba de separarse de su grupo quienes están sentados a unos pasos charlando entre sí y no les prestan anteción. Tiene que sacárselo de encima si quiere escapar, pero no quiere llamar la atención de los demás y su acento podría delatarlo. Tiene un buen inglés pero su mente no está en el mejor de los momentos y su apariencia es muy sospechosa para arriesgarse a mentir.

–Yes, I' am, ¿Why? (Sí, lo soy ¿Por qué?)

–Oh, sí, tenemos que llevarte con el resto. A menos que seas Argentina.–Su acento es marcado y no habla ni demasiado fluido ni demasiado lento. Mientras decía lo último se río un poco y lo tomó firme por el brazo para asegurarse de que no escape.

–¿Qué si lo soy?

–¿Are you Argentina?–El soldado me observa algo curioso y sorprendido levantando una ceja. Al latino le tomo unos segundos pensar si debería decir la verdad o no. Si Arthur solo pretende ser su aliado no debería hacer algo que lo delate tan pronto por lo que tendría que estar a salvo temporalmente. Él es más de manipular que de usar la fuerza bruta siempre que tenga la oportunidad. Le gustan los trabajos sin mucha sangre.

–Yes, I am.–Suspiro y observo al soldado quien ahora está más asombrado.

–¿¡Really!? Wow you... ¿You are so bad how nurses said? (¿Estás tan mal como las enfermeras dicen?) He oído casos graves pero eso... ¿Cómo alguien puede tener tantas heridas?

Mastín nunca disfrutó el estereotipo de que era una persona creída pero esto era irse a otro nivel de agredir su ego.–Sí, no es mi mejor momento. Estoy como algo bajo ataque, me están bombardeando, no he comido en dos semanas. Es probable que no me hayan alcanzado las horas de sueño para recuperar mi belleza natural y como que ser un país te da muchas nuevas formas de recibir daño. ¿Now, where I have to go (Ahora, a dónde tengo que ir)?

–Oh, yes, I so sorry (Oh, sí, lo siento mucho).–Suelta su brazo y se endereza en un gesto incomodo. Lo guía de nuevo hacia el campamento hasta una gran carpa cercana al centro, una vez allí le pide que espere en la puerta y entra. A los pocos segundos Arthur sale y algunos jefes militares se asoman para ver, un par le sonríen amablemente, otros solo asienten con la cabeza.

Odio el ambiente militar de todo esto.

El británico despide a su soldado y pasa el brazo izquierdo de Argentina por sobre sus hombros, a pesar de sus quejas, como una forma de ayudarlo a cargar su propio peso. –Sabía que intentarías irte, pero al menos podrías esperar a recuperarte. Tus soldados son iguales, pero tu ni siquiera comiste nada. Y esforzarte así con esas costillas rotas mal atendidas.

¿Me está retando? ¿Es joda no?

–Estoy bien, soy un país, no necesito comer y una costilla rota hace un mes no es nada con lo que no pueda tratar.

–No literalmente pero tienes un cuerpo y deberías cuidarlo. –Suspira relajando un poco su voz a una menos autoritaria y más cansada, resignada.–Sé que aún no me crees, y no pido que te quedes por eso, pero al menos cuidar tu salud...

–No... desconfío del todo de vos,–Eso hace que el anglosajón levante la vista hacia él con entusiasmo y eso le inspira a seguir hablando con más seguridad.– pero si es verdad tenerme acá es malo. Arthur, podría aceptar que me entregues, pero si se enteran que recibo tu apoyo este conflicto pasará a otro nivel en el que todo se va a la mierda y no puedo evitar que alguien que no sea yo salga herido. Aún estas a tiempo de quedarte fuera de esto, podes salir de acá y si te preguntan solo viniste para dejar que me despida de las niñas o...

–Argie, stop.– Ese apodo toca una fibra sensible en el aludido quien siente como su cuerpo se resiste cada vez menos a la ayuda ajena dejandose llevar. Su mente es un enredo, una pequeña parte de él grita enojada que no debe dejar que le diga así nuevamente. Otra parte quiere llorar. Mientras el resto solo desea abrazarlo y dejar salir todas las ganas de desahogarse que lleva conteniendo hace más tiempo del que cualquiera creería.– No voy a dejarte para que Alfred haga su basura de plan. No estás solo ahora.

Una de las cualidades que el latino más detestaba de Inglaterra era su maldita capacidad para decir las palabras exactas que eran capaces de derrumbar todos sus escudos. Aún no estaba listo para abrasarlo y dejarse llevar lo suficiente como para revelar cada herida que había estado escondiendo del mundo. Pero podía permanecer algún tiempo más en aquel campamento y dejar que él cuidara su salud algunos días.

Finalmente llegaron al comedor donde sirvieron un desayuno que si bien no tenía buen gusto tampoco estaba mal, y para el argentino el sabor ya no importaba si saciaba a su desesperado y mal tratado estómago. Permanecieron un rato en silencio con el murmullo bilingüe de fondo. El lugar era una carpa grande de nailon transparente llena de largas y rectangulares mesas plásticas donde la gente comía alegremente en un flujo constante de entrada y salida.

A medida que pasa el día Arthur y su gente dan varios discursos sobre unión, confianza y esperanza mientras le hacen estudios médicos y lo llevan a ver a los heridos más graves que rescataron. Para Martín todo es bastante convincente, cálido y sincero. Aceptan sobre los errores del pasado y dicen querer apoyarlos en defender su territorio. Tienen un plan y lo comentan sin entrar en detalles para no agobiarlo cuando comienza a recuperarse. Son persuasivos y él tampoco opone una gran resistencia a dejarse seducir por esas palabras, luego de meses sin recibir ayuda, o una sonrisa amable la esperanza de su gente estaba por el suelo y ahora que parece resurgir una parte de él desea dejarse llevar. El desinterés le abandonó y ahora le invadió el miedo, miedo a tener razón y que todo sea una mentira porque entonces no cree poder resistirlo. Ya no cree poder resistir muchas cosas, y todos lo saben. Todos esperan que se derrumbe, y no tiene forma de saber si esto es un plan cruel para conseguirlo. Ya solo le queda apostar todo por sí o por no.

¡Maldita mi tendencia a perdonar a quien sea que se vea realmente apenado!

No me dejes soloWhere stories live. Discover now