Familia de sangre, sin sangre y a por sangre

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 Arthur intenta abrir la puerta pero se encuentra con que esta está cerrada. Algo preocupado toca a la puerta e intenta llamar al argentino sin que se note demasiado el miedo en su voz.

–¿Argie, puedo pasar?– Los segundos que siguen, sin respuesta, se sienten demasiado largos. El inglés está a punto de decir algo más cuando escucha el ruido de la llave en la cerradura. Aliviado deja salir el aire y acomoda las servilletas en la bandeja que trae consigo. Confirma con gusto que Martin se cambió de ropa y nota una mirada nueva en sus ojos. El inglés no pudo contener una sonrisa de alivio. Argentina se recupera lentamente, se ve más vivo que hace unos días. No sólo su salud le preocupa. Meses antes de que empezara todo Arthur había notado preocupado que el latino parecía perderse de a ratos, sus ojos cargados con ojeras se habían ido apagando lentamente. No pudo hacer nada entonces, su relación era muy mala para acercarse. Cuando lo encontró en Bariloche hacía pocas semanas, se había horrorizado con la vista. Las heridas, la sangre nada se comparaba con la desoladora imagen de los verdes ojos de aquella república siempre vivos, alegres y llenos de un fuego inacabable; oscuros y ausentes. Sin esperanza. –Aún debes tener frío ¿Por qué no te acostas un poco?

Martín asiente y lo deja pasar. Se mete en la cama y observa pensativo como Arthur acomoda la bandeja a un lado de la cama. Agradece que haya incluido algo de pollo en el menú. No tiene nada en contra de su afición por el pescado pero extrañaba algo más terrestre. "Quisiera que hubiera aunque sea una maldita vaca en este barco".

¿Te sientes bien?

–Sí, ya estoy mejor, casi no duele nada. –Arthur aflojó un poco su expresión.

Martín comenzó a comer con cierta falta de prudencia. Estaba hambriento. Mientras tanto el inglés aprovechó para observarlo. Los cabellos despeinados que se debatían entre castaño claro y rubio, dependiendo de la luz, seguían húmedos. Debido a esto el rulo sobre su cabeza estaba algo caído. Sus ojos estaban apenas visibles. Sus labios se habían secado por el frío y se veían más pálidos de lo usual. A la ternura le siguió una sensación de intimidad y deseo. Era demasiado tentador verlo vestido con su ropa. Justo como antes, solo nosotros dos. El inglés inconscientemente había estado sonriendo todo el tiempo que examinaba al latino. Y este último ahora lo observaba divertido.

–¿Sé que estoy bueno, pero tanto como para que no puedas dejar de verme?– Reino Unido vuelve al presente y se encuentra con una sonrisa en el rostro del Argentino. La bandeja estaba ahora a un lado, sobre la mesa de luz. ¿Cuanto tiempo lo había estado mirando?

I... I was thinking about something (Estaba pensando en algo más).

–¿En qué? ¿En qué me veo bien? ¿O en qué la mejor forma de disimular es quedando viendo a alguien fijamente con cara de soñador?– Arthur iba a enojarse por las bromas hasta que notó que el latino había, de hecho, tomado algo de color en el rostro. Su sonrisa era ahora más pícara.

– Estaba pensando en que te ves adorable con mi ropa puesta. Casi tanto como lo haces sin ella, y sin nada más.– Martín intentó mostrarse inmutado pero el pigmento de sus orejas y parte de su rostro ya lo había traicionado.

–Degenerado.–Empujo al inglés, con muy poca fuerza, mientras reía y miraba hacía otro lado intentando lucir molesto.

–Pasivo.– Inglaterra replicó.

–Pirata.

–Colonia.

–Anciano.

–Inmaduro.

–Con esas cejas pareces un oso.

–Te depilas como si fueras una mujer.

Se miraron fijamente unos segundos, ambos con el ceño fruncido. Se quedaron en silencio esperando la explosión. Y llegó. En el momento en que ambos se lanzaron impulsivamente hacia el otro para unir sus bocas sin el menor cuidado. Martin tomo el rostro del inglés entre sus manos y aprovecho para acariciar algunos de los cabellos de su nuca. Arthur apoyó una mano a cada lado de este mientras se acomodaba sobre la cama.

No me dejes soloWhere stories live. Discover now