02. La joven de ojos zafiros.

624 67 3
                                    

Lo único que mostraba la cara de Merlín era cansancio. Después de otra noche sin dormir por evitar que algo le pasara a Camelot y a su recién coronado rey, es realmente la única expresión que podía mostrar su rostro.

–¡Merlín!– Se escucho el grito ya conocido muy bien por todos los caballeros de el reino. –¿Es que también estuviste toda la noche en la taberna?– Preguntó el rey.

Y claro que Arturo creí que se había pasado todo el día en la taberna. Sinceramente, Merlín creía que Gaius lo hacia a propósito, ya que conociendo el descontento que esa excusa provocaba en el Pendragon, uno pensaría esta sería cambiada por otra, como que había ido a buscar plantas medecinales o algo así. Algo que no lo dejara como un vago.

Pero no, otra vez salio la misma escusa.

Incluso habían veces en las que Merlín dudada que Arturo se lo creyera si se lo dijera. Después de todo el rey había comenzado a creer que su sirviente no era más que un holgazán que pasaba su tiempo en bebida y juegos, cuando la realidad estaba muy lejana a eso.

La realidad...

La realidad era que Merlín tenía magia y Arturo no lo sabía, ni debía saberlo.

Porque aun que a Merlín todo esto le molestara, lo prefería antes de que decirle, a su rey, los métodos que utilizaba para mantener su vida a salvo.

No, incluso aun que Uther ya no estuviese y ya no fuera el rey, Merlín no iba a arriesgarse. No podía.

No con el gran sufrimiento que causo en Arturo la traición de su amada Gwinnever y de su más leal y valiente caballero.

Él lo sabia, Arturo lo vería como otra traición, otra persona que lo traiciono y jugaba con él.

Seguramente sería apartado de su lado sin siquiera pensarlo. Bueno, claro, siempre que no lo mandara a la horca antes, lo que era lo mas probable, ya que después de todo Arturo había sido educado para odiar y cazar cualquier tipo de magia. Y él, era magia.

Arturo no podría salir de todos los problemas mágicos a los que Merlín se había enfrentado en su estadía en Camelot. No solo, por lo menos.

Ellos eran como suele decir Kilgarah, las dos caras de una misma moneda.

Por eso Merlín debía guardar con doble llave su secreto y seguir manteniendo a Arturo y a Camelot a salvo.

Aun que en estos momentos esta tarea se había convertido en algo más difícil al tener a el tío del rey viviendo en el castillo.

Ya que Agravel guardaba un gran rencor y desprecio hacia Arturo y su padre por la muerte de su amada hermana.

Cuya muerte habían sido causada por el deseo de Uther de tener un heredero. El anterior rey no conocía la ley dictada para mantener un equilibrio. Una vida se paga con otra vida.

Siendo sincero, Merlín ya había perdido la cuenta de las amenazas que tuvo que afrentar por culpa de Uther. La lista era simplemente interminable.

Pero en fin, el hechicero estaba seguro que en algún momento se le daría la oportunidad para sacar de el castillo a Agravain.

Claro que, las cosas serian más sencillas si se lo dijera a Arturo pero este no le creería, no sin tener pruebas al menos.

- ¡Merlín, mueve tu trasero aquí!- Volvió a gritar Arturo sacando de sus pensamientos a su siervo.

Esto causo la risa de los caballeros que los acompañaban, que a su vez le daban paso a su caballo para pasar.

El rey veía como este se iba a cercando con su cara de cansancio.

Arturo volteo sus ojos y volvió su mirada al frente.

El rey jamas lo admitiera pero el tener a su sirviente a su lado le tranquilizaba.

Después de todo Merlín  era quien se había convertido en una especie de confidente y cercano amigo. El cual daba su opinión sobre todo incluso aun que esta no fuera pedida, porque algo que no sabia Merlín era pedir permiso.

Él simplemente se infiltro en su vida como si nada. Es algo de lo que, secretamente, Arturo esta agradecido porque para ser sincero ni el mismo sabría que hubiera sido su vida sin su leal sirviente.

Simplemente no seria la persona que era en ese instante.

-Dos día de holgazanería, Merlín -Dijo el rey levantado su dedo central y anular.
-Dos día - Enfatizo.

-Tal vez deberías darme una semana- Dijo Merlín con tono cómico y una sonrisa tonta en la cara.

Las risas de los caballeros no tardaron en escucharse.
Ellos sabían como casi todo Camelot que Merlín era la única persona que podía hablar con tanta confianza y bromear de esa forma con el rey.

-Sueñas, Merlín - Respondió Arturo girando los ojos.

Después de eso el hechicero siguió andando a lado de su rey con una gran sonrisa. Porque a pesar de todo lo que tenia que pasar, puede que algún día la posibilidad de hablar de todo lo que había hecho por Arturo y Camelot, podría ser hablado sin el temor de perder a su amigo.

           ~~~~~~~•••••••~~~~~~~

Cruzando ya la mitad del bosque Merlín pudo sentir un cambio repentino. Un cambio en todo lo que le rodeaba. Un cambio que simplemente no podía explicarlo.

Era como una brisa que chocaba contra todo su ser.
No tardo mucho en entender de lo que se trataba.

Magia.

Miro hacia atrás viendo si los caballeros lo habían notado pero al verlos reír y hablando entre ellos le quedo claro que no era el caso. Giro su cabeza para ver a Arturo que estaba serio y aun que seguro ni el mismo rey lo notara, Merlín pudo ver tensión en su rostro.

Merlín había comenzado a ver esto con los años junto a Arturo. El podía sentía la magia, bueno, más bien su cuerpo lo hacia.

Merlín tenia la teoría que era a causa de la forma en que fue engendrado. Ya que Arturo le debe su vida a la magia.

Un sonido entre los arboles saco de sus pensamiento a el joven hechicero. Cuyo sonido no fue únicamente escuchado por él.

Las risas de los caballeros pararon.

Arturo bajo de su caballo y tomo su espada, poniéndose con esta en posición de ataque, después de hacerla girar en su mano como solo él sabia.

Los ruidos de ramas rompiéndose se escucha sobre los sonidos del bosque. Cada vez más cerca, era como si estuviera yendo directamente a ellos.

Merlín giro su cabeza para que quedara apartada de la vista de Arturo y conjuro en su mente un hechizo para ver más haya de los arboles que estaban delante suyo.

Pero al instante de ello una figura salio desde entre los arboles y arbustos.

Era una joven con pelo negro como la noche y un par de ojos azules que se semejaba a el color de el zafiro.
Vestía un largo vestido que por su rotura en la falda había comenzado a tocar el suelo.

Una expresión de desesperación se podía ver claramente en todo su rostro, junto a lágrimas secas en sus mejillas que habían tomado un color rosado.

Cuando sus ojos se toparon con los del hechicero que aun tenían el color producido por el hechizo,  hablo con un notable gran alivio.

–Merlín –

Otro mundoWhere stories live. Discover now