12. La razón.

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La atención de todos se había quedado centrada en la puerta que acababa de cerrarse tras la reina.

­­­­­-Lo bueno es que nosotros no tendremos esa conversación- Dijo Merlín apartando su mirar y volviendo a ver a su rey.

Todos los ojos volvieron a mirarlo, sin que ninguno de los presentes supiera que decir después de tal escena que habían presenciado al ver a las dos mujeres.

Por sus mentes susurraba el pensamiento de que Merlín, la persona que conocían hace años cargara con las mismas heridas que la joven.

Incluso el viejo medico real se sorprendió a ver marcas profundas que dolían al solo verlas.

Gaius conocía lo suficiente al azabache como para saber que si tenía que tomar una herida mortal del cuerpo de su rey, Merlín ni siquiera lo dudaría, ya que después de todo desde su llegada a Camelot todo lo que le han dicho es que su destino era cuidar a Arturo en su camino para convertirse en un gran rey.

Pero nada de eso quitaba la pena que sentía el médico al saber que el joven que consideraba un hijo para él, tuviera que cargar con esto sin contarlo a nadie.

La mirada de Merlín se encontraba clavada en la espada que descansaba en su regazo. Después de ver la frialdad en los ojos de su rey no logro mantener la cabeza levantada por mucho tiempo.

Realmente dolía.

- Esta es un espada hecha con aliento de dragón. - Pronuncio.

Tras un pesado suspiro, el azabache levanto la espada con un notable temblor y casi tirándola, la apoyo el piso haciendo que su filo quedase sosteniéndola.

Apoyando su peso en la espada y en el costado de la cama, se dejo caer alado del arma.

Estáticos por las acciones del siervo, todos se quedaron mirándolo sin decir una palabra.

Arrodillado en el frío piso, Merlín elevo la empuñadora de la espada hacia Arturo y el filo a su cuello.

- Puede matarme. - Dijo mirando fijamente a su rey.

Los ojos de todos se abrieron de par en par al entender lo que en verdad estaba diciendo.

Puedes matarme.

Gwaine sintió su sangre helarse al escuchar tales palabras de su amigo. Merlín estaba dejando claramente su vida en manos de Arturo.

¿Por qué?

Realmente el caballero no podía entenderlo ni tampoco quería. Algo que fue demostrada en el momento en que sin dudarlo avanzo a ponerse delante de el hechicero.

Merlín era consciente de la preocupación que tenía su amigo, pero necesitaba que Arturo se sintiera si quiera un poco seguro si es que le demandara respuestas.

Así que cuando el caballero dio su segundo paso, él sin mover un dedo dejo que sus ojos se tiñeran de un brillante dorado e hizo que una pared de magia se interpusiera entre ellos y los demás.

- ¡Merlín! - Exclamó Gwaine chocando con el muro.

Arturo quien se había quedado perplejo por las palabras de su siervo y por sus ojos en el momento que cambiaron de color, despertó tras oír el grito de su caballero y los golpes de este en el muro.

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