11. Heridas Ocultas.

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El dolor fue lo primero que sintieron al despertar.

Desde la punta de sus pies hasta la cabeza. El dolor los abrazaba mientras algo dentro de ellos gritaba con ansias de salir.

Magia.

La magia quería salir, ser libre de la prisión que eran sus cuerpos en ese instante.

Ella se sentía tan fuerte y devastadora como un tifón. Estaba tan viva y escandalosa, el controlarla dejaba a los hechicero sin poder pensar en algo más.

Solo eran ellos y la magia.

La magia y ellos.

Solo eso existía.

Pero de un momento a otro, una parte de ella comenzó a calmarse, a apagarse. Más bien a dormirse, estando presente como un susurro en el aire.

Algo más manejable para ambos, sintiendo aun el fuerte dolor que los torturaban con menor intensidad.

Con ello volvían en si de apoco.

Merlín fue el primero en hablar.

–¿Ya me morí?– Preguntó junto con un quejido.

Maldijo mentalmente después de que las palabras salieran de su boca, sintiendo la presión en rostro.

Merlia, aun absorbida por las pequeñas agujas invisibles que sentía clavadas por todo su cuerpo, rió.

– Emrys significa inmortal. – Murmuró con gracia sintiendo lo mismo que el hechicero.

Merlín soltó un lamento.

–Oh, malditos druidas. Algún día me moriré. – Dijo de la misma forma que su igual con un tono falso de enojo.

Merlia intento retener la risa sin mucho éxito sintiendo la presión en su pecho.

- Las palabras que hacen que me levante cada día. - Agregó con una pequeña mueca en su rostro que variaba entre agonía y risa.

- Exacto.- Exclamó en un susurro Merlín, provocando que ambos rieran con lamento.

-Morir...- Pronunció Merlia lentamente como un suspiro mientras una pequeña luz apareció en su oscuridad.

Uno tras otro comenzaron a volver los recuerdo a ella.

Cambla. La batalla. La magia.

Morir.

Aurora.

- ¡Aurora! - Exclamó incorporándose y abriendo los ojos abruptamente, cegandose por el repentino contacto con la luz.

Debía encontrarla. Debía salvarla.

Debí---

El dolor que por un instante había desaparecido de su mente, volvió de golpe, haciéndola caer de rodillas al piso.

-Merlia. - Escuchó la hechicera intentando acostumbrarse a la luz.

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Después de que los objetos cayeran los hechiceros habían comenzado a respirar con más regularidad.

Antes de siquiera alguna de las personas en la habitación se acercara a ellos, Merlín empezó a hablar.

Aguardando en sus lugares los reyes, caballeros y el viejo médico escucharon la rota voz de el joven.

Ninguno se atrevía a interrumpir los leves quejidos que hacían los hechicero al hablar

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